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El amor: ese fluir constante que ni el tiempo puede borrar (+ Audio)

Por: Yuniel Millán Acosta

El amor se manifiesta de formas tan variadas como los colores del arcoíris; desde la expresión apasionada entre amantes o el tierno abrazo de una madre a su hijo. Este sentimiento tan complejo y profundo trasciende todo tipo de obstáculos, incluso perdura más allá de la vida misma.

En la antigüedad, estuvo fuertemente ligado a las creencias religiosas y mitológicas. Durante la Edad Media, fue idealizado y no necesariamente tenía que ser físico, de ahí a lo que conocemos actualmente como “amor platónico”.

Otras épocas descubrieron una fuerza poderosa en “él” como fuente de inspiración. En la Ilustración, se valoró la compatibilidad intelectual y emocional entre las parejas; y en el Romanticismo, se exaltó la pasión, la entrega total y el sufrimiento amoroso como elementos esenciales.

En la actualidad, el concepto de amor ha evolucionado hacia una mayor pluralidad de manifestaciones y formas de relacionarse. Se valora la autonomía, la igualdad y el respeto mutuo entre parejas y amigos, así como la aceptación de la diversidad de orientaciones sexuales y modelos de familia.

Por otro lado, es una musa griega para los artistas, impulsándolos a crear obras que transmiten experiencias emocionales, pensamientos y reflexiones.

El arte es utilizado como un medio para expresar la vulnerabilidad, la alegría, la tristeza y la complejidad de los sentimientos amorosos, lo que permite a los creadores explorar y compartir con el público su intencionalidad a través de sus piezas.

¿Cómo se refleja el amor en el arte cubano?

En Cuba,  el arte se vive en las calles, en los murales coloridos que adornan los edificios, en las esculturas que decoran plazas públicas y en las muestras artísticas que celebran la identidad cultural del país.

El amor en el arte cubano se manifiesta por medio de representaciones que reflejan la calidez y la hospitalidad del archipiélago insular, así como su profundo sentido de solidaridad.

Con la soltura y la alegría propias de los niños y jóvenes de la nación caribeña, el grupo de teatro infantil, La Colmenita, es un vivo ejemplo de lo antes mencionado. Bajo un amplio repertorio de obras, estos espontáneos intérpretes  han contagiado con sus risas y júbilo a las distintas comunidades del territorio nacional, así como a innumerables países.

La compañía, dirigida por Carlos Alberto Cremata, tiene una labor educativa y es reconocida por fomentar valores humanos mediante la creación artística y el trabajo en espacios comunitarios.

Asimismo, el séptimo arte nos regala “Fresa y chocolate” (1993), un clásico del cine cubano, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, que hace reflexionar al espectador, con detenimiento, sobre la naturaleza de las relaciones de amistad, pero también es un buen filme para indagar sobre el amor.

La historia se enfoca en la vida de dos jóvenes totalmente diferentes: David (Vladimir Cruz), militante comunista y estudiante universitario de ideas conservadoras; y Diego (Jorge Perugorría), un artista de creencias religiosas y homosexual.

Entre estos personajes surge una linda amistad, en la que encuentran un espacio para expresar su individualidad y abrirse al complejo mundo de las relaciones interpersonales.

En las artes plásticas, las obras de artistas, como Amelia Peláez o Roberto Fabelo, el amor se manifiesta en formas diversas, desde la exaltación de la sensualidad hasta la exploración de los lazos emocionales más profundos.

El escenario musical, en el territorio caribeño, con sus ritmos contagiosos y letras románticas, conecta a las personas a través de melodías que invitan a bailar y a soñar juntos. Tal es el caso del cantautor, Pablo Milanés, uno de los padres de la Nueva Trova Cubana, con su canción “Amor”.

Fragmento de la canción

“No te pido que te cuides
Esa delgadez extrema
Solo pido que me mires
Con esa mirada buena

Tus ojos no son luceros
Que alumbran la madrugada
Pero si me miran siento
Que me tocas con tus manos”

La poesía no se queda atrás. Dulce María Loynaz, Premio Cervantes (1992), fue una escritora cubana reconocida por sus obras literarias introspectivas y emotivas. Dedicó varios poemas, y uno de sus versos más celebrados es “Amor es…”.

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