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Raúl es Raúl, desde el Moncada

Por: César Gómez Chacón

Raúl Modesto Castro Ruz, el cuarto de los siete hijos de Ángel y Lina, nació en Birán, en la región oriental de Cuba, el 3 de junio de 1931, por lo cual cumple hoy 93 años. Según la primera referencia de ese buscador universal y parcial de nombre Wikipedia, se trata de “un general y político cubano”.

Navegan en las redes cientos de intentos biográficos sobre el segundo comandante de la Revolución Cubana, apuntes de ilustres estudiosos del mundo “occidental”, algunos con más o menos apego a la realidad, otros plagados de verdades a medias y mentiras inmensas. Todos temerosos del ejemplo emanado por un hombre al que no saben, no quieren, o no pueden llegar de frente.

Pero hay algo que ninguno de ellos intenta siquiera soslayar: Raúl Castro Ruz quedará en la historia como el más fiel de los hermanos de un líder legendario, a quien siguió desde su niñez y protegió “la espalda con el pecho y con las ideas” hasta el último de sus días, y muchos años después, hasta esta misma mañana de junio de 2024.

Hay momentos de la epopeya cubana que comenzó en el Moncada que también han sido contados a retazos durante todos los años transcurridos. Pero estos pueden y deben unirse, en pos de abrir nuevas luces a la historia patria y los hombres que la hicieron.

El nacimiento de un héroe

Fidel suma una preocupación más ante la presencia de Raúl en la Granjita Siboney. Aquel flacucho de 22 años y de cara engañosamente asustadiza (como se ve luego en las fotos de los apresados por el asalto a la fortaleza) es su hermano menor; el mismo que le hacía maldades en Birán y se portaba mal en el colegio de Belén. ¿Cómo encarar a los viejos si le sucede algo al muchacho por su culpa? Es sólo ahora que el líder revolucionario comprende la gravedad del asunto.

Lo cierto es que apenas veinticuatro horas antes el menor de los tres varones Castro Ruz intuía que algo se estaba cocinando, y que se acercaba la “hora cero”, que tanto habían esperado, pero no sabía mucho más. El 24 de julio de 1953 sale con su mejor amigo José Luis Tasende en aquel tren rumbo a la provincia de Oriente junto a otros futuros asaltantes. ¿Sabía Fidel que él formaba parte de aquel grupo?

Solo en el trayecto, Tasende, quien había guardado el secreto que exigía la disciplina del movimiento, le cuenta a Raúl finalmente de qué se trataba la acción. Con el estómago paralizado por la emoción, y viviendo los minutos más largos de su vida, como narraría él mismo muchos años después, es que termina aquel trayecto hasta Santiago y transcurre la espera de varias horas en el hotel Perla, hasta que finalmente son trasladados a la Granjita Siboney.

Del encuentro allí (o no) de los dos hermanos, en medio de la agitación y a muy pocas horas del asalto a la historia la madrugada del 26, poco o nada se sabe. Se habla de que Raúl necesitó de la “defensa” de Tasende para que Fidel le permitiera ir al Moncada, porque el jefe del movimiento quería estar convencido de que el joven lo hacía por convicciones propias y no por el deseo de seguir a su hermano mayor.

Finalmente, y no por casualidad, Raúl es enviado con el grupo dirigido por Lester Rodríguez Pérez, que debe ocupar el lugar menos peligroso durante el asalto: el Palacio de Justicia, desde cuya azotea deben disparar hacia el cuartel de la tiranía.

Convertido en uno de aquellos seis soldados comandados por Lester, Raúl es el primero en bajarse del carro. Uno tras otro, como en ráfaga, se suceden los acontecimientos: en la misma entrada del Palacio le quita la pistola a un cabo, derriba de una patada una puerta, desarma y encierra a otros soldados sorprendidos por su acción. Suben a la azotea, y el joven Castro debe abrir a tiros la puerta que da acceso a esta, desde la cual prácticamente no tienen cómo disparar hacia las barracas del Moncada porque una pared se los impide.

Sin que nadie le ordene, Raúl determina quedarse arriba para cubrir la retirada del grupo. Baja solo por el elevador y, al abrirse la puerta en el primer piso, encuentra que seis guardias armados con metralletas y fusiles tienen encañonados a Lester y sus demás compañeros. Sin pensarlo dos veces, en un arranque de adrenalina casi insólito, le arrebata el arma al jefe militar, y entre todos neutralizan a los demás soldados que quedan como petrificados.

Algunos cronistas y estudiosos años después sitúan a Raúl Castro a la cabeza del comando que asaltó el Palacio de Justicia en Santiago de Cuba, aquel 26 de julio de 1953. La realidad es otra: a golpe de coraje y arrojo, el imberbe soldado se convierte en el jefe de aquel grupo de asaltantes, que le siguen confiados. Es sólo así como nacen los héroes verdaderos.

 

Lejos nunca más

Vendrán luego los duros momentos de la detención, de la incertidumbre por el destino y la vida de Fidel, y del juicio sumario por los hechos Moncada.

Narra la periodista y escritora Marta Roja, presente en la sala del tribunal militar, que, ante la pregunta del fiscal sobre cuándo lo había embullado su hermano para participar en la revolución, Raúl respondió con la misma convicción conque actuó aquella mañana en la toma del Palacio de Justicia: “Si hubiera sido porque mi hermano Fidel me embullara, no hubiera venido, porque nunca lo hizo. Yo vine a Santiago por resolución propia. Tuve que andar muy ligero para que se me permitiera tomar las armas…”

Dos años de reclusión en el Presidio Modelo en Isla de Pinos junto al resto de los asaltantes, llevan junto a la dureza y el aprendizaje, un gran aliciente y un compromiso para el joven Raúl: allí cerca está Fidel. Ya nunca más se separará de él.

Vendrán después el exilio en México, el desembarco del Granma, los dos años en la Sierra y las casi seis décadas de luchas en y por la Revolución. Siempre estarán juntos.

“Fidel es Fidel” afirmaría Raúl aquel 24 de febrero de 2008. Y todavía hoy estremecen sus palabras; como también las tantas veces a lo largo de los años cuando lo abrazaba fuertemente o levantaba con su mano el brazo invicto del hermano que le dieron sus padres. Del hermano de luchas que él mismo supo ganarse. Desde aquel 26 de julio del 53, en el Moncada.

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