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La mujer cubana y el lugar merecido (+ Video)

Por: Yilena Héctor Rodríguez

El reciente incendio de la base de supertanqueros de Matanzas evidenció, una vez más, la estirpe de nuestro pueblo, su combatividad, la solidaridad incondicional. ¿Qué decir de los héroes y heroínas que se encontraban en primera línea para extinguir las llamas? ¿Cómo calibrar la madera de las mujeres que estaban allí, batallando codo a codo con sus compañeros?

Una de ellas fue la subteniente Claudia Brizuela, jefa del carro del Comando 1 de Bomberos de La Habana, quien, a sus 21 años, ya había participado tres meses atrás en el rescate de las víctimas del hotel Saratoga. Mientras, en las labores de primeros auxilios estaba Taymí Martínez Naranjo, directora del hospital provincial Faustino Pérez, quien además de ofrecer atención médica de urgencia, salió al paso en las redes a los que pretendían hacer de los momentos dolorosos un circo mediático.

Al mismo tiempo y muletas en mano, la primera secretaria del Partido en Matanzas, Susely Morfa, no dejaba de recorrer la zona industrial ni de atender a los evacuados, aún después de resultar lesionada por la explosión de uno de los tanques, en la madrugada del 6 de agosto.

Tras esos nombres, más visibles tal vez, estuvieron decenas de cubanas que enviaron comida y ropa para quienes se veían las caras con las llamas. Estuvieron también las madres y esposas de los bomberos y rescatistas que regresaron, y de los que no lo hicieron.

De mujeres como esas debiéramos contar hazañas a diario. Hoy aprovechamos el aniversario 62 de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) para homenajear a quienes dieron a luz a esta sociedad, aunque, por razones históricas, de tiempo y exigencias del formato periodístico, solo se mencionen algunos nombres.

Las mujeres en la historia de Cuba

Mariana Grajales es un ejemplo paradigmático de patriotismo y sacrificio por los ideales independentistas. Con propiedad ostenta la condición de Madre de la Patria, pues educó a sus hijos en la defensa de la soberanía desde el corazón de la manigua.

Como ella, otras mujeres se opusieron a los prejuicios del siglo XIX y salieron al campo contra el yugo colonial. Tal fue el caso de Mercedes Sirvén Pérez, Doctora en Farmacia y la única mujer que durante las guerras anticoloniales cubanas alcanzó los grados de Comandante del Ejército Libertador, o la pinareña Adela Azcuy, quien se unió a las filas insurrectas y participó en más de 50 grandes combates. Llegó a ser capitana y no se conoce, desde la guerra de los Diez Años (1868-1878) hasta la Guerra Necesaria (1895-1898), otro caso como el suyo, de mujer oficial que haya mandado una tropa de varones.

Otros nombres, como Isabel Rubio, Ana Betancourt, Emilia Margarita Teurbe Tolón y Edelmira Guerra Valladares también honraron las luchas independentistas de Cuba. Pero el siglo XX llegó sin la soberanía que ansiaban y con muchas batallas pendientes.

En los inicios de la República se creó la organización Sufragistas Cubanas, al frente de los reclamos por el voto femenino y exigente de reivindicaciones para las trabajadoras.

Un hito de la época fue el Primer Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en La Habana en 1923, que marcó un despertar en la conciencia de ese sector, a tal punto que, según el texto La mujer cubana: Evolución de derechos y barreras para asumir puestos de direcciónlas asociaciones feministas llegaron a contar con más de 8 000 miembros en aquella temprana etapa.

Sin embargo, las adversidades eran grandes para las mujeres de entonces. En la situación general de miseria y opresión que vivía Cuba, ellas ocupaban posiciones de doble o triple discriminación: de clase, como campesinas y obreras; opresión sexual, en un sistema impregnado de machismo y maltrato y muchas veces opresión por el color de la piel, pues el racismo era parte del statu quo.

La aguda pobreza obligaba a muchas mujeres a refugiarse en las ciudades, donde la mayoría sobrevivían como criadas o prostitutas. El texto La mujer cubana: Evolución de derechos y barreras para asumir puestos de dirección apunta que en 1953 la mujer integraba solo el 9.8 % de la fuerza laboral total y, entre ellas, figuraban 60 000 sirvientas que recibían sueldos de hambre de entre 8 y 25 pesos.

Sin embargo, desde los años 50, la relevancia femenina en el movimiento revolucionario encabezado por Fidel Castro se hizo notar en las luchas del Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, y en la clandestinidad en las ciudades. El Ejército, incluso, contó con un pelotón de mujeres dirigido por Isabel Rielo: el Mariana Grajales.

Si los hombres jugaron un papel decisivo en la victoria, también lo hicieron Vilma Espín, Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Melba Hernández, Teté Puebla, entre otras muchas.

¿Qué ha ocurrido desde 1959?

Lograr la igualdad entre hombres y mujeres fue uno de los propósitos de la Revolución triunfante en 1959. Para garantizar esa premisa se fundó el 23 de agosto de 1960 la Federación de Mujeres Cubanas, organización a la que Vilma Espín dedicó sus esfuerzos desde entonces y durante toda su vida.

La FMC defendió causas como la Ley de Maternidad, el despliegue de los círculos infantiles y escuelas seminternadas, la superación de las mujeres en escuelas nocturnas y su incorporación masiva al trabajo. Esas medidas contribuyeron a erradicar la prostitución y fueron determinantes para la progresiva independencia económica y psicológica de las cubanas.

Se les abrió una ventana a la vida, más allá de las paredes del hogar. Podrían acceder a cargos de dirección, a la superación técnica y cultural, a la protección de sus derechos reproductivos y sexuales y a una planificación familiar.

Los resultados de aquellos hitos se aprecian actualmente, cuando el parlamento de la isla se alza como el segundo con mayor proporción femenina a nivel internacional y las mujeres constituyen el 60% de los ocupados en la economía con nivel superior, según el Anuario Estadístico de Cuba 2021.

Las del sexo femenino se suelen especializar en ramas como la Pedagogía, las Ciencias Médicas y las Ciencias Sociales y Humanísticas, por solo citar algunas. Pero también se destacan en el deporte, la cultura, la ciencia y la defensa de la patria.

Su empoderamiento progresivo ha repercutido en las esferas económica, política y social del país, tanto como en la vida hogareña, donde su mayor nivel cultural ha contribuido al aumento de los ingresos familiares y al logro de una posición más activa en la toma de decisiones.

En los tiempos que corren han disminuido las diferencias sociales evidentes entre hombres y mujeres y el movimiento feminista ha tomado nuevos bríos, desde talleres de género impartidos en las aulas, hasta campañas por la no violencia contra la mujer, como Evoluciona.

Pero muchas diferencias sutiles siguen presentes. Por eso, a 62 años de la fundación de una organización cuya principal premisa es abogar por los derechos y garantías femeninas, además de reconocer los logros, deben plantearse también los desafíos y tareas pendientes.

Uno de los retos es la contradicción entre el espacio público y privado. Aunque muchas mujeres ocupan cargos de dirección y puestos exigentes, en casa siguen siendo, mayormente, las encargadas de cuidar a los hijos, enfermos y ancianos, lo cual suele generar tensión y sobrecarga. Entonces se vuelven “malabaristas” en una sociedad que espera de ellas buenos resultados laborales, atención al matrimonio, a las cuestiones del hogar y una presencia física acorde con ciertos patrones de belleza.

A ello se suma que factores como el envejecimiento demográfico, en el país con mayor proporción de ancianos en América Latina, hacen muchas mujeres abandonen su puesto de trabajo antes de la edad de retiro para dedicarse a las labores de cuidado. Con ello se desvinculan de los sectores productivos y se convierten en amas de casa, trabajo muy subvalorado aún, que, afortunadamente, encuentra reconocimiento en el nuevo Código de las Familias.

Los anteriores pueden ser problemas resueltos del futuro, pues los resultados de las luchas centenarias de las mujeres por la igualdad son evidentes hoy en día. Pero falta un mayor reconocimiento, que no se basa en medallas ni distinciones.

Se trata, en efecto, de contar con las potencialidades de las mujeres y satisfacer sus reclamos, acordes con los nuevos tiempos y derivados de la convergencia entre las oportunidades de superación que han tenido y los rezagos machistas que persisten en la sociedad.

Está comprobado el valor, audacia y competitividad de las cubanas. La cuestión es tenerlas en cuenta, más allá de las estadísticas, y cederles, genuinamente, el espacio que se han ganado.

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(Texto tomado de Cubadebate)

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