El Capitolio Nacional de La Habana es un edificio construido en 1929 bajo la dirección del arquitecto Eugenio Raynieri Piedra, por encargo del entonces presidente cubano Gerardo Machado. El edificio estaría destinado a albergar y ser sede de las dos cámaras del Congreso o cuerpo legislativo de la República de Cuba. Inspirado en el Panteón de París, San Pedro de Roma y en el Capitolio de los Estados Unidos, el edificio presenta una fachada acolumnada neoclásica y una cúpula que alcanza los 91,73 m de altura.
El origen kilométrico de la red de carreteras cubanas
Situado en el centro de la capital del país, entre las calles Prado, Dragones, Industria y San José, es el origen kilométrico de la red de carreteras cubanas, y después del triunfo de la Revolución, cuando fue disuelto el Congreso, fue transformado en la sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de la Academia de Ciencias de Cuba. Desde 2010 se encuentra sometido a un proceso de restauración capital para devolverle sus funciones primigenias y que vuelva a ser la sede del parlamento cubano.
Abierto al público, es uno de los centros turísticos más visitados de la ciudad, habiéndose convertido en uno de los iconos arquitectónicos de La Habana,345 y es considerado habitualmente el edificio más imponente de la ciudad.6 Asimismo, aparece nombrado por algunos expertos como uno de los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial.
Un grupo de edificaciones que contribuyeron a magnificar un espacio urbano
El carácter de centro urbano adquirido por este enclave hacia finales del siglo XIX, fue reforzado al incorporarse en las inmediaciones de dicho conjunto, en las primeras décadas del siglo XX, las construcciones del Capitolio Nacional y el Palacio Presidencial, sede de los poderes ejecutivo y legislativo de la república, complementando así su fisonomía con la presencia de edificios de uso político. El periodo comprendido entre el comienzo del siglo XX y la década de 1950 va a constituir el momento de mayor esplendor del lugar.
Fueron erigidos un grupo de edificaciones sobresalientes que contribuyeron a magnificar este espacio urbano, sujeto también a una serie de modificaciones a lo largo del tiempo que lo han convertido en una zona paradigmática de la arquitectura y el urbanismo capitalino. La actividad comercial se desarrolló notablemente en ejes y calles de La Habana Vieja y Centro Habana, cuyo punto de confluencia y cruce fuese a constituir precisamente este nodo o centro de la ciudad.
Características de la edificación
La construcción ocupó un área total de 43.418 m², de los cuales 13.484 corresponden al inmueble, con un área circundante de jardines y parques de 26.391 m². El resto, 3.543, se dedicaron a la ampliación de las calles y en su entorno. El inmueble se construyó a partir de una estructura metálica encargada a la compañía norteamericana Pudrí & Henderson, que ya había ejecutado con anterioridad numerosas obras de importantes edificios en la capital.
La longitud total de la construcción fue de 207,44 m, y su composición arquitectónica y volumétrica se estructuró a partir de un cuerpo central compuesto por la escalinata monumental, de casi 36 m de ancho por 28 m de largo y un total de 56 peldaños interrumpidos por tres descansos intermedios. A ambos lados del desembarco de la gran escalera, se emplazan dos grupos escultóricos hechos en bronce por el artista italiano Angelo Zanelli, La Virtud Tutelar del Pueblo y El Trabajo, de 6,50 m de altura cada uno.
Elementos decorativos y ambientación
Los elementos decorativos y ambientación de los espacios del Capitolio constituyen un complemento destacado de las soluciones arquitectónicas del edificio. Los elementos componentes del mobiliario, la lamparería, y los herrajes de la carpintería entre otros, cuentan con diseños propios y con monogramas particulares para este edificio. La prestigiosa empresa Waring & Gilow Ltd. radicada en Londres y especializada en decoración y ornamentación tanto en interiores como exteriores fue la encargada de ejecutar toda la ambientación general del proyecto, y constituye uno de los aspectos más destacados de su interiorismo.
De modo particular se encargó a diferentes empresas el diseño y elaboración de elementos, como los herrajes de bronce a The Yale & Towne Mfg. Co. de Stanford, Connecticut; la Societe Anonime Bague y la Saunier Frisquet de París tuvieron a su cargo la lamparería; las casas Fratelli Remuzzi de Italia y Grasyma de Alemania todos los trabajos en mármol, basalto, pórfido, granito y onix, y los trabajos de herrería y fundición, como barandas, rejas, escaleras de caracol y faroles de los jardines fueron ejecutados por el establecimiento de los señores Guabeca y Ucelay cuyo taller se localizaba en Luyanó.
Paneles escultóricos y bajorrelieves en piedras y mármol
Además de esto debe añadirse la incorporación de una gran cantidad de obras artísticas consistentes en tallas de paneles escultóricos y bajorrelieves en piedras y mármol que se encuentran incorporados en las fachadas del edificio y en algunos espacios interiores, realizados notables artistas nacionales entre los que se encuentran Juan José Sicre, Alberto Sabas y Esteban Betancourt; e internacionales, como Drouker, Remuzzi, Casaubon, Fidele, Lozano y Struyf, entre otros.
Algo similar ocurre con las tallas de las grandes puertas monumentales que incorporan conjuntos y escenas diversas, y con las tribunas, estrados y mesas con elaborados trabajos de ebanistería y tallado. También es destacable la presencia de pinturas murales y lienzos que decoran muchos ambientes particulares que incluyen obras de maestros como Leopoldo Romañach, Armando Menocal, Enrique García Cabrera y Manuel Vega entre otros. Tapizados, cortinajes, lucernarios y vitrales, esculturas, bustos de mármol y bronce formaban parte de toda esta parafernalia decorativa que correspondía con el gusto y el momento en que fue concebido el edificio.
El diamante del Capitolio perteneció al último zar de Rusia, Nicolás II
El otro ambicioso proyecto planteado, y que superaba el ámbito de La Habana, fue la construcción de la red de carreteras nacionales, cuyo kilómetro cero estaría marcado simbólicamente por un brillante diamante de 25 quilates colocado bajo la cúpula del Capitolio. El diamante perteneció al último zar de Rusia, Nicolás II, y había llegado a La Habana en manos de un joyero turco que lo adquirió en París.
A pesar de estar protegido por un sólido cristal tallado y considerado irrompible, el diamante fue robado en 25 de marzo de 1946 y recuperado el 2 de junio del año siguiente. Nunca se supo quien lo robó aunque la rumorología popular atribuyó el hecho a un teniente de la policía especial del Ministerio de Educación llamado Abelardo Fernández González.
En 1973 se sustituyó el diamante por una réplica por cuestiones de seguridad y se guardó en la caja de seguridad del Banco Central de Cuba