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Faro Roncali: el insomne vigía de piedra

Por: Idalma Moreno Baños.

La brisa de los siglos acaricia su majestuosa figura. Bajo el manto de estrellas, como llave al navegante perdido, envía su luz al mar donde gaviotas al vuelo enardecen la nostalgia. Cada muro viste su mutismo arcano y la impaciencia florece al fingirle sonrisas a la soledad.

Este antiguo monumento arquitectónico se haya en el extremo más occidental del archipiélago cubano.  Rodeado por un esplendoroso paisaje, desde su altura se puede contemplar las bellezas naturales, donde las jutías, las cotorras y el venado son sus amigos. A sus pies, las playas y arrecifes coralinos cautivan a los visitantes cual paraíso silvestre.

El insomne vigía de piedra intenta revivir las horas de los días. De historias y leyendas sobre suntuosos tesoros, corsarios y piratas se hartan las polillas de los años.  Los cuerpos inexistentes de los esclavos que lo construyeron, revitalizan las riquezas del fondo marino.

Fotos: cortesía de la autora

Memoria colonial en la cúspide del silencio. Piel de roca donde el sudor del tiempo bañó las páginas desnudas del ayer. El regio guardián de los mares fue mudo testigo de la muerte de personas por falta de asistencia médica, a la espera de una goleta que nunca llegó. En el cercano cementerio se encuentran sus huellas carcomidas por el tiempo, como tristes testigos.

Es y será fiel amigo de los navegantes en las noches apacibles o de tormentas y símbolo de la historia de un país que ha convertido la inhóspita y agreste península, en el balcón de Guanahacabibes.

Vigilante aún, con sus 175 años y para orgullo de los cubanos, seguirá majestuoso el Faro Roncali.

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