Desde Beijing, la doctora Debbie López Sánchez, jefa de la misión médica cubana en China, desgrana una historia de más de dos décadas nacida por iniciativa de Fidel Castro. Humanismo, disciplina, sacrificio y afectos sostienen una cooperación sanitaria que trasciende contratos y tecnologías para instalarse en la vida cotidiana de las comunidades chinas.
Por: Valia Marquínez Sam
Beijing amanece con un aire invernal que no logra enfriar la conversación. La doctora Debbie López Sánchez habla pausado, con la seguridad de quien sabe que custodia una herencia mayor. “La cooperación médica cubana en China comenzó en el año 2004 con la propuesta del programa oftalmológico por iniciativa del líder histórico de nuestra Revolución cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro”
“La idea original de Fidel”
Para la jefa de misión, asumir esa responsabilidad no es un cargo administrativo. “Por tanto, siento una gran responsabilidad y un compromiso con mantener el legado recibido”, afirma, subrayando que los verdaderos protagonistas son “nuestros médicos que se encuentran en las regiones de China donde hoy prestan su servicio”.
La doctora recuerda que aquella idea inicial no llegó sola. “En paralelo, se desarrolló un programa de formación en Cuba de jóvenes chinos en las especialidades de medicina, de enfermería y de lengua española”. Fidel pensó la cooperación como un camino de ida y vuelta, y esa concepción sigue viva en cada hospital donde hoy labora un cubano.

“Humanismo como carta de presentación”
Los años trajeron cambios. “En el 2011 pasa a la modalidad de servicios médicos en el exterior… manteniendo la presencia de especialistas cubanos por la oportunidad que esto representa para ambos países”. Pero, aclara López Sánchez, la esencia no se negoció. “Es reconocida por el elemento fundamental que distingue a la medicina cubana, que es el humanismo de los profesionales”.
Ese humanismo se traduce, explica, en gestos cotidianos. “Un trato afable, el amor y el cariño con que atienden a sus pacientes”. En un sistema hospitalario marcado por la alta tecnología, esa forma de ejercer la medicina resulta, muchas veces, la primera diferencia que perciben las comunidades chinas.

“Curar en frío extremo y lenguas ajenas”
El desafío no ha sido menor. “La mayoría de nuestros especialistas han estado laborando en la región del noreste de China, donde confluyen diferentes etnias, diferentes idiomas, religiones, donde hay un clima frío, gran altitud”. A eso se suma “la barrera del idioma, que es fundamental para la comunicación con los pacientes”
Fidel enseñó a no temer a los retos, y esa enseñanza atraviesa el testimonio. “Desde el punto de vista profesional, también se enfrentan a altas tecnologías instaladas en los hospitales… que los obliga a estudiar y a prepararse cada día más”. No hay comodidad posible cuando se representa a una medicina nacida para servir.
Más allá de la consulta y el quirófano, hay historias poco visibles. López Sánchez cuenta que los médicos “se integran a la realización de pesquisas con sus homólogos nacionales para llegar a las zonas más intrincadas, más alejadas”. Allí, dice, “identificar a los pacientes, poner tratamiento, diagnosticarlos” se convierte en un acto de cercanía humana y política.
Es en esos caminos secundarios donde la cooperación cobra rostro. “Esas personas reconocen el profesionalismo de nuestros médicos”, afirma. No habla de estadísticas, sino de miradas agradecidas en aldeas remotas, de la confianza que se construye cuando un extranjero cura sin preguntar nada a cambio.

“Una familia cubana en China”
Mantener el ánimo a miles de kilómetros de casa es otro desafío. “Para nosotros es tan importante el cumplimiento de la disciplina, de la ética, del trabajo, como el descanso que merecen nuestros médicos”. Fidel insistía en el cuidado del hombre; la misión lo aplica.

“La patria también viaja por una pantalla”
La doctora revela una intimidad organizativa poco conocida: “Tenemos un grupo creado en una red social china donde sin falta nos damos los buenos días, cada problema laboral o personal lo discutimos con ellos”. La misión funciona como una familia extendida, cohesionada incluso por husos horarios distintos.
Las condiciones de vida no se dejan al azar. “Velamos porque se garanticen las buenas condiciones de vida y de trabajo… viven en lugares confortables, con todos los enseres necesarios”. Y añade un detalle revelador: “cuentan en cada vivienda con el internet para la comunicación con sus familiares”.
En ese entramado humano, surgen historias que confirman la profundidad del intercambio. El oftalmólogo Juan Carlos, presentado por la televiso CGTN en Español lo resume con sencillez: “He aprendido que la medicina se practica con las manos, sino también con el corazón”. Su historia de vida en Anhui, incluso de amor, es parte de esa siembra silenciosa.
En el año del 65 aniversario de relaciones diplomáticas, López Sánchez sitúa la misión en clave estratégica. “Se mantiene vigente la voluntad común de avanzar en el fortalecimiento y ampliación de estas relaciones en el sector sanitario”. Pero insiste en que lo decisivo no son los documentos, sino la práctica diaria.
Habla de futuro con los pies en el presente. “Identificándose múltiples potencialidades como en la medicina natural y tradicional, como la geriatría, la rehabilitación, la cirugía de mínimo acceso”.
“La sola presencia de nuestros médicos cubanos acá… y sentirse aceptados con cariño y respeto por los pacientes chinos contribuyen a dar un sentido real y humano a las relaciones entre ambos países”. Es, en esencia, la política de Fidel puesta en una bata blanca.
Desde Beijing, queda claro que esta misión no se mide solo en años ni en contratos. Se mide en coherencia. Y en la certeza, repetida sin consignas, de que aquella idea nacida en 2004 sigue latiendo en cada consulta donde un médico cubano, fiel a su escuela, cura con ciencia y con corazón.
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