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Fusterlandia: lo real maravilloso y viceversa

Por: César Gómez Chacón

Elefantes rosados encima de los edificios, sirenas que se bañan en las piscinas, paradas de ómnibus que parecen regalo de carnavales, paredes, casas, esquinas y todo un poblado-universo que ha sido formado o transformado con pedazos de azulejos de colores diversos,  todo eso es “Fusterlandia”, un museo al aire libre, único en el mundo.

A unos pocos kilómetros al noroeste de La Habana, allí donde termina la bella Quinta Avenida, el visitante llega al barrio de Jaimanitas. De pronto, el mundo parece volverse irreal.

José Antonio Rodríguez Fúster, el artista plástico cubano, de procedencia campesina, quien se define como “guajiro de costa”, dice que hace más de 30 años se echó a la mar y llegó nadando a Jaimanitas desde su natal Caibarién, poblado de pescadores situado a cientos de kilómetros al este de la capital cubana.

Pintor, escultor, ceramista, poeta y eterno enamorado, Fúster decidió un día diseñar los exteriores de su casa, una humilde vivienda de madera, enclavada en aquel poblado donde casi nada sucedía. Fue su forma de expresar el arte que llevaba dentro, y un intento por trascender en la vida.

De él y de su singular proyecto comunitario escribió el famoso fotógrafo cubano y su amigo personal, Roberto Chile:

“Quien asome la mirada a los alrededores de la calle 226 de Jaimanitas, será testigo del universo de color y fantasía que Fúster ha instalado allí, “con la pequeña ayuda de sus amigos” y la imprescindible colaboración de su hijo Alex y de sus vecinos más cercanos, pero sobre todo, de una tropa de constructores experimentados, que junto a él, levantan –losa a losa– sus más aventurados sueños”.

Con un esfuerzo y dedicación de hormiga por más de tres décadas, el afanado escultor logró, casi literalmente, convertir en milagro el barro.

Fusterlandia y su autor están inspirados sin dudas por la obra del gran arquitecto español Antoni Gaudí, pero fue también el escultor rumano Constantín Brancusi, “quien más despertó mi atención”, afirmó alguna vez a la prensa este singular artista cubano.

De hecho, tres importantes obras de Brancusi reciben el homenaje en Jaimanitas: “La puerta del beso”, “La columna del infinito” y “La mesa del silencio”.

Con un estilo muy propio, que se mueve entre lo naif y el kitsh, Fúster conformó una obra descomunal, donde pinturas, frases y hasta icónicos personajes de la historia y la vida política cubanas, son parte del entorno mágico de “Fusterlandia”.

Lo que comezó siendo un museo familiar es hoy un proyecto social, que cubrió con rara belleza las viviendas y calles de la comunidad y tranformó el espíritu mismo de la gente de Jaimanitas.

Muchos de quienes antes eran sencillos obreros y pescadores, hoy son fieles colaboradores de Fúster y han cambiado para bien la forma de ganarse el sustento con la venta de sus obras de arte y múltiples ofertas gastronómicas para los cientos de visitantes de Cuba y del mundo, que cada día llegan al lugar.

Aquí se reúnen con asiduidad familias y amigos para festejar cumpleaños, aniversarios patrios y fiestas religiosas.

Artistas como Katty Perry, Bon Jovi y Madonna han visitado este emblemático lugar, que trasciende el tiempo y el espacio.

Fusterlandia es un pequeño paraíso terrenal donde los mosaicos rotos de colores exóticos parecen hablar con luz propia, rendidos ante los rayos del sol, mientras reflejan para siempre en la memoria los secretos de este sitio maravilla.

Y Fúster está muchas veces allí, sonrisa y un café a mano, para recibir a sus huéspedes con la misma humildad que hace a este guajiro de costa una especie de genio, que ni él mismo reconoce.

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