Fotos: Cortesía del CIGB
Por: María Fernanda Terry Pérez
La niña que soñaba con estar en los laboratorios haciendo ciencia es hoy una de las figuras claves del grupo de Autoinmunidad e Inflamación, de la Dirección de Investigaciones Biomédicas, del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.
Anabel Serrano Díaz, junto a unos pocos investigadores, forma parte del grupo de investigación básica de Jusvinza, un fármaco diseñado y desarrollado en el CIGB para tratar las enfermedades autoinmunes e hiperinflamatorias.
“Yo empecé en mayo de 2020. En ese momento Juzvinza era un candidato terapéutico con evidencias de regular la respuesta inmune y ya estaba en fase 2 de Ensayo Clínico de Artritis Reumatoide. También estábamos en medio de la pandemia de la COVID-19, y justamente por las evidencias que ya se tenían, el CECMED había autorizado su uso en pacientes en estado grave y crítico de la enfermedad. Por eso, al inicio mi trabajo se centró en la evaluación a nivel molecular y celular en este contexto, en estrecho vínculo con los doctores de los hospitales, siguiendo la evolución clínica de los pacientes aparejada con lo que veíamos molecularmente en el laboratorio”.
El trabajo de Anabel está lleno de desafíos. Su mayor reto como científica ha sido el límite que le ha impuesto el bloqueo económico tanto para investigar como para conseguir los reactivos necesarios que se utilizarán en los experimentos, por lo que ha tenido que reinventarse para no parar las investigaciones. Sin embargo, no se arrepiente ni se detiene en lo que hace, pues ha podido observar que su aporte mejora la vida de muchas personas.
“He tenido la oportunidad de ver a pacientes ya recuperados que tuvieron COVID-19 o que tienen Artritis Reumatoide y que fueron tratados con Jusvinza. Hemos ido a hablar con ellos y nos han contado sus experiencias antes y después de recibir el tratamiento. Eso para mí tiene mucha importancia. Ver o escuchar cuan afectados estaban y luego la mejoría en ellos es lo que más me motiva, lo que más me gratifica”.
La joven de 28 años siente orgullo por su profesión, por cada hora que pasa en los laboratorios estudiando, por el esfuerzo que conlleva su carrera, por lo que ha podido y podrá lograr. Anabel Serrano demuestra con su labor que el futuro de la ciencia en Cuba está en manos de quienes, al igual que ella, trabajan incansablemente por el bienestar común de la humanidad.