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Díaz-Canel: no hay fuerza en este mundo que pueda separar a nuestros pueblos.

Si el imperio pretende denigrar al socialismo ahogando cualquier esfuerzo de desarrollo de Cuba, nuestra nación está demostrando justamente lo contrario

(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)

¡Viva Argentina! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva!”)

¡Viva Cuba! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva!”)

¡Viva Fidel! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)

¡Viva el Che! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)

Queridas amigas, queridos amigos;

Hermanos argentinos:

Ante todo quiero dar las gracias al pueblo argentino. Llevamos unas horas, que ya yo creo que suman un día de la visita, por primera vez, a esta hermosa y hermana tierra, y en los encuentros que hemos tenido con representantes del pueblo argentino: artistas, escritores, sociólogos, intelectuales, empresarios y con la gente en la calle, les puedo decir que hemos aprendido mucho y que hemos recibido mucho cariño.

Quisiéramos también agradecer al movimiento de solidaridad con Cuba en Argentina, a las autoridades de la Universidad de Buenos Aires y de la Facultad de Ciencias Exactas por la oportunidad de tener este encuentro en este acto emotivo y también combativo.

Quiero agradecer las palabras de Eugenia, desde la sensibilidad de una doctora formada en Cuba.

La entrega de Leonel con la música de su bandoneón. A Leonel lo conocí en casa de un amigo argentino que vive en Cuba hace muchos años. En el patio de esa casa, una noche, Leonel nos deleitó con canciones de él, con tango argentino, con canciones de Silvio y con canciones también de Fito. Y Leonel iba a hacer una gira por Cuba, iba de mochilero a recorrer el país, y fue tanta la humildad con que nos dijo que iba a caminar el país, que después nos dimos a la tarea todos los días de llamar a los compañeros del Partido en cada provincia por donde iba a pasar Leonel para que, también, como decimos los cubanos, “le tiraran un cabo” y lo ayudaran (Risas y aplausos).

Gracias a Hugo por sus palabras, representando a los trabajadores argentinos.

Gracias a Paula por la música de su guitarra y la canción. Paula estuvo hoy con nosotros en el encuentro con artistas, fue con su guitarra y no dio tiempo para que cantara, pero, bueno, ya cantó aquí.

Y gracias a todos ustedes.

Una de las impresiones más inmediatas que tenemos de este viaje, de este encuentro, es que coincidimos en muchas ideas que hay que defender y hay que defenderlas hasta las últimas consecuencias.

Quiero también expresar un sentimiento personal con lo que va pasando en este acto, con lo que va pasando en este encuentro: yo estoy convencido de que aquí están presentes Fidel y el Che (Aplausos).

Me emociona mucho estar por fin, por primera vez, en Argentina y con amigos y hermanos argentinos. Creo que los motivos ustedes los conocen tan bien como yo: para los cubanos esta es una nación a la que profesamos especial cariño, prácticamente, desde que nacemos. Quizás esa primera empatía viene de los sonidos del tango, que desde siempre ha tenido su espacio en casi todas las emisoras de Cuba.

Pero hay una razón más profunda: aquí nació el Che, que también fue declarado cubano por nacimiento, excepcionalidad que solo comparte en nuestra historia con el Generalísimo Máximo Gómez, extraordinario militar dominicano que llegó a ser General en Jefe de las tropas mambisas en nuestras guerras de independencia.

Adicionalmente, la ciudad donde nací, crecí y me formé como dirigente revolucionario es Santa Clara, que se ha proclamado con todo orgullo la Ciudad del Che, por cuanto allí se libró con éxito y bajo sus órdenes una de las batallas decisivas para el triunfo del 1ro. de enero de 1959. En esa ciudad, además, descansan sus inmortales restos.

A esa historia se han sumado después amigos y emociones ya inseparables de nuestros sentimientos, desde todos los compañeros que arrastró el Che consigo en la construcción de nuestros sueños de justicia social en los años fundacionales, pasando por el dolor compartido por los 30 000 desaparecidos en Argentina (Aplausos), las luchas de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo (Aplausos); la pasión por el fútbol, Maradona y su amistad personal con Fidel (Aplausos); lo mejor del cine latinoamericano y del rock argentino hasta llegar a Néstor y a Cristina (Aplausos), cuyo legado cristaliza ahora en el triunfo de Alberto, y mañana cuando el amanecer en Argentina sea más luminoso, sea más brillante en esperanza, Cuba estará con ustedes (Aplausos).

Como diría León Gieco: todo está guardado en la memoria, y la que compartimos es inmensa y llega hondo.

Otros motivos de emoción son un poco más privados y voy a contarlos hoy, públicamente, por primera vez.

En julio de 2006, recién llegado de su último viaje al exterior, precisamente a Argentina, para asistir a una Cumbre histórica de Mercosur, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, llamó a Holguín, donde entonces yo dirigía el Partido Comunista de Cuba, para decirme que después del acto del 26 de Julio, que sería en la vecina provincia de Granma, iría para nuestra provincia.

Todavía recuerdo el entusiasmo con que Fidel llegó. A menos de un mes de sus 80, no parecía agotado por el larguísimo vuelo ni por la intensidad de las emociones vividas aquí y luego en Bayamo, la capital de la provincia Granma.

En la reunión de Mercosur él había expuesto y propuesto compartir con los gobiernos del bloque las experiencias de Cuba en el Programa de Eficiencia Energética. Luego él y Chávez visitaron la casa museo del Che en Altagracia, donde le habían comentado a la prensa los sueños de integración que ambos compartían.

Por Internet se pueden encontrar algunos videos del multitudinario recibimiento que tuvieron nuestros líderes en aquella visita a la casa del Che, y el entusiasmo de los dos por dar, por compartir, por integrar recursos humanos y de todo tipo. Hablaron del proyecto conjunto para devolver la visión a millones de personas: la Misión Milagro, que tiempo después tendría sus propios misioneros, precisamente en Córdoba.

En la histórica universidad de esa provincia, cuya reforma impactó a toda la América, Fidel y Chávez pronunciaron discursos que todavía emocionan. Allí el Comandante en Jefe calificó como increíble que aún existieran 50 millones de analfabetos en el hemisferio y más de 200 millones de semianalfabetos o analfabetos funcionales y desde ahí promovió el programa de alfabetización “Yo sí puedo”, que ya había llegado a Bolivia con la colaboración de Cuba y Venezuela y que está presente hoy también en Argentina.

Después, ya en Holguín, me dijo con su energía y una pasión que jamás olvidaré: “El ALBA está aquí”. Se refería a una obra de generación que distribuía electricidad que inaugurábamos, pero también a los latinoamericanos que en aquel entonces estudiaban Medicina y otras carreras en la provincia: 1 000 de ellos bolivianos que residían en casas de familias holguineras, y miles de venezolanos que se formaban como trabajadores sociales, todos ellos participaron en aquel memorable acto.

Precisamente, en unos días estaremos celebrando en La Habana el aniversario 15 de aquellas ideas de Fidel y Chávez que cristalizaron en el ALBA-TCP, alianza solidaria de varios países, que dio inicio a uno de los periodos más promisorios y esperanzadores de la historia de Nuestra América. Tan promisorio y esperanzador, que los enemigos de la integración regional se han empeñado en quebrarla, atacando sin piedad y con los más bárbaros métodos a los gobiernos progresistas y a sus proyectos solidarios.

De Honduras a Paraguay, de Ecuador a Brasil, de Nicaragua a Bolivia, de Venezuela a Cuba, han puesto en práctica, hasta donde han podido, todas las modalidades de golpes posibles y han reactivado las peores experiencias de la OEA para ejecutarlos.

Es imposible obviar que fue precisamente en Córdoba, en 2006, en la Cumbre de los Pueblos, donde Hugo Chávez anunció que el petróleo venezolano tenía como prioridad a los países del bloque regional.

También allí advirtió sobre los riesgos de la hegemonía norteamericana que “debe terminarse porque amenaza al mundo”. Luego de que Fidel comentara: “Esta integración tiene enemigos de siglos y no son felices cuando escuchan noticias de esta reunión”. Los hechos posteriores están dándoles la razón a ambos líderes todos los días en Nuestra América.

Amigos y amigas:

He recordado con emoción las inolvidables jornadas de la visita de Fidel a Argentina en 2006, pero no puedo dejar de citar la que realizó tres años antes, en 2003, con igual propósito que nosotros hoy, el de participar en una histórica toma de posesión, en aquella ocasión, la de Néstor.

Aquella escalinata de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, desbordada de estudiantes, de profesores, de pueblo, de más de 50 000 personas atentas a un discurso de más de dos horas -no será así el mío (Risas)-, en una fría noche porteña, es parte de nuestra más entrañable percepción de qué significa ser y sentirse latinoamericano y de la emotiva conexión entre nuestros pueblos. Las palabras de Fidel aquella noche recibieron un eco extraordinario por su contenido de denuncia del modelo neoliberal que se impuso en la región con un elevado costo social, particularmente aquí, donde generó gran inestabilidad política por las penas y sufrimientos que provocó en el pueblo argentino. Algunos amigos que organizaron aquel encuentro están participando hoy aquí también.

Aquel era un contexto muy similar al que vivimos hoy. El pueblo argentino saludaba con alegría y esperanza la llegada de Néstor a la presidencia. El país estaba todavía enormemente endeudado y sumido en una profunda crisis, en tanto Cuba era amenazada por el gobierno belicista del entonces presidente George W. Bush, empeñado en atacar lo que definió como “oscuros rincones del mundo”, entre los cuales nos incluía, al mismo tiempo que arreciaba el bloqueo. Cambiemos los nombres y estamos viviendo iguales tiempos.

Sirva esta rememoración para reiterar aquí que ¡el pueblo cubano tampoco se dejará amedrentar esta vez por la actual administración estadounidense! (Aplausos).

El escenario también vuelve a ser de lucha por los derechos de los pueblos, por la unidad y la paz de nuestra región, contra las dictaduras neoliberales y sus instrumentos militares, policiales, judiciales y mediáticos, y por la preservación del planeta y sus recursos naturales cada vez más amenazados.

Las oligarquías neoliberales, apoyadas por el Gobierno de Estados Unidos, se aferran a no ceder en el control de todo aquello de lo que se apoderaron en los últimos años mediante métodos tramposos y perversos.

Apoyados en jueces corruptos y en el control monopólico de los medios de comunicación en la dinámica era de las redes sociales, impulsan y aplican modernas técnicas de manipulación y procesos judiciales políticamente motivados, casi siempre enfocados en perseguir, encarcelar y destruir la imagen de líderes políticos progresistas y sociales de la izquierda.

El episodio más reciente de estos enfrentamientos ha sido el golpe de Estado contra el presidente constitucional de Bolivia, Evo Morales Ayma, al cual le reiteramos desde aquí nuestra invariable solidaridad y apoyo, así como a su noble pueblo (Aplausos).

En Bolivia, como en otros países de América del Sur, la represión brutal y las graves violaciones de derechos humanos, con decenas de muertos, centenares de heridos y miles de detenidos en las protestas sociales frente al golpe, contra políticas y leyes neoliberales y la violencia social, se producen con la mirada cómplice de Estados Unidos, los gobiernos oligárquicos y de la desprestigiada OEA.

Ni un solo pronunciamiento hemos leído o escuchado de ninguno de ellos ante el quebrantamiento de la institucionalidad y las violaciones flagrantes y masivas de los derechos de miles de ciudadanos en protesta, la mayoría jóvenes hoy en América Latina.

Es una burla que nos intenten presentar las protestas como una amenaza al supuesto orden democrático.

Los latinoamericanos nos percatamos de que los políticos neoliberales y la política al uso son impotentes para resolver nuestros problemas y mejorar las vidas y Latinoamérica se cansó.

La rebaja de salarios, el debilitamiento de los derechos laborales, la privatización y cancelación de servicios públicos no están presentes en los discursos electorales. Se aplican después en una traición a los pueblos a los que les mienten. Y como dijo en su momento Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

El neoliberalismo impulsado por los Estados Unidos en América Latina hizo a los ciudadanos más desiguales, más pobres, menos protegidos y los llevó a desconfiar de los políticos.

En América Latina el neoliberalismo debilitó las prestaciones sociales al considerarlas “muy generosas” y redujo el acceso a la sanidad universal, educación y pensiones.

Es fácil comprender que ahora los pueblos de Nuestra América rechacen el impacto del neoliberalismo, que aumentó la desigualdad, la pobreza, los índices de violencia y la criminalidad. No es verdad que desestabilizan. Solo defienden sus derechos fundamentales.

Cuba llama a detener los ataques contra los jóvenes y estudiantes a los que matan, dejan ciegos, con discapacidades o gravemente heridos por decir sus verdades.

Cuba llama a todas las fuerzas políticas honestas del planeta a reclamar que cesen los ataques y la persecución judicial contra la vicepresidenta Cristina Fernández y el expresidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva (Aplausos).

Cuba alerta, a la vez, que la batalla contra el neoliberalismo y el imperialismo será más dura, en tanto lograron que proliferaran tratados de libre comercio leoninos con los cuales han tendido una trampa de sometimiento tan grave como aquella del Área de Libre Comercio de las Américas, que se derrotó aquí, en Argentina, en aquella inolvidable Cumbre de Mar del Plata de 2005, liderada por Néstor y por Chávez.

Queridos amigas y amigos:

Nuestra Cancillería ha emitido hace unos pocos días una fuerte Declaración de denuncia sobre la guerra sucia que el imperialismo y las oligarquías nacionales vienen haciendo contra los procesos progresistas de la región.

El documento contabiliza las acciones de desestabilización promovidas desde Washington, cuyos principales cabecillas -no es posible llamarles de otro modo- ya no usan eufemismos para tratarnos como su “patio trasero”, para desenterrar el hacha de la Doctrina Monroe y extender las peores prácticas del Macartismo, bajo fórmulas más sofisticadas como el llamado lawfare, que pretende sembrar la matriz mendaz de que los líderes de la izquierda son corruptos.

Cuando se han vivido en Nuestra América años, meses y días dolorosamente aleccionadores en cuanto a la llamada Guerra de IV Generación, el reciente enfrentamiento de Cristina a sus verdugos vuelve a probar lo que tantas veces dijo Fidel: “no hay arma más poderosa que la verdad”. Hasta los medios más hostiles han tenido que reconocer la evidente maniobra y la ilegalidad de los métodos usados en el intento de sacar a los candidatos del Frente de Todos del camino a la presidencia.

El triunfo electoral, en medio de esta feroz campaña, es la mejor expresión de las esperanzas que abre esta toma de posesión, a la que nos honra asistir para ser testigos de otro momento histórico en este admirado país, y para felicitar a sus protagonistas (Aplausos).

Felicidades Alberto y felicidades Cristina por el coraje y por la unidad que han mantenido frente a los intentos de sus adversarios políticos por quebrarlos. ¡Felicidades Argentina! (Aplausos.)

Como dice la canción: Quién dijo que todo está perdido, Cuba viene a ofrecerles su corazón (Aplausos y exclamaciones de: “¡Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te saluda!”).

Cuba ha venido a expresar su solidaridad con el nuevo Gobierno de la nación hermana y a compartir con todos ustedes, que han defendido y apoyado al pueblo cubano en las horas más aciagas, una valoración del momento que vivimos y el modo como lo enfrentamos.

Sé que todos siguen de cerca las noticias sobre nuestro país y no abusaré del tiempo que han robado a otras tareas para estar con nosotros.

Solo quiero confirmarles que, tal como hemos denunciado en las Naciones Unidas y en cuanto foro o plataforma hemos podido, el bloqueo a Cuba ha escalado criminalmente y no pasa una semana sin una nueva decisión de sanciones directas contra la economía y las finanzas cubanas, afectando incluso a terceros, como una práctica de real terrorismo económico.

Esa persecución se acompaña de amenazas y acusaciones tan falsas como ridículas, sea en los mensajes de voceros presidenciales, como del señor Pompeo y hasta el propio Presidente de los Estados Unidos.

En el colmo de la maldad y en el intento de cerrar a Cuba cualquier vía de acceso a recursos financieros han lanzado una cínica y criminal cruzada contra la cooperación médica internacional, acusando a nuestro país de supuesta esclavitud moderna y trata de personas, que laboran en nuestro sistema de salud con fines –dicen- de explotación o de alegada injerencia de ese personal en asuntos internos de los Estados con los que se mantiene esa colaboración. Esos, al mismo tiempo, intentan restablecer el llamado Programa de Parole para profesionales médicos cubanos, con el abierto objetivo de sabotear nuestros acuerdos bilaterales, privar de estos servicios a las naciones beneficiadas y despojarnos de recursos altamente calificados en un país bloqueado hace seis décadas.

Un nuevo fantasma recorre el mundo: ahora se acusa a Cuba y a Venezuela de promover la inestabilidad en la que el neoliberalismo y la propia práctica de un comercio desigual y nada solidario con la región ha sumido a varios países.

Como afirman los expertos, se está tratando de sembrar una matriz goebeliana, al peor estilo de los años del nazismo alemán, en el caso de Cuba para sostener la política genocida de bloqueo, condenada por la inmensa mayoría del planeta.

¿Qué hace Cuba frente a esta guerra ilegal, inmoral, que contraviene todos los acuerdos internacionales de la relación entre países soberanos?

Hemos decidido resistir y defendernos creando, con énfasis en la defensa y en la economía. Cuando afirmamos que Somos Cuba y Somos Continuidad, no estamos diciendo una consigna más, expresamos la voluntad de mantener las conquistas de la Revolución y la dignidad que nos legaron nuestros líderes (Aplausos), una voluntad compartida por la mayoría absoluta del pueblo cubano.

José Martí decía: “Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar (…) Hombres y pueblos van por este mundo hincando el dedo en la carne ajena a ver si es blanda o si resiste, y hay que poner la carne dura, de modo que eche afuera los dedos atrevidos”. Che Guevara alertó después que no se puede confiar en el imperialismo “pero ni tantito así”. Toda nuestra historia se ha construido sobre firmes pilares de resistencia contra afanes anexionistas y contra la intromisión imperial, no solo en nuestro propio destino, sino en los destinos de toda Nuestra América y de todos los pueblos que luchan por su soberanía.

Fidel, quien fue el mejor discípulo de Martí y un genial intérprete del ideal revolucionario latinoamericano y universal, desde Bolívar hasta nuestros días, nos educó en la solidaridad y el internacionalismo sin fronteras. En muchos sentidos nos enseñó a entender y practicar el principio martiano de que Patria es Humanidad, desde los confines de África hasta Nuestra América y el resto del mundo, incluyendo a lo más noble del pueblo norteamericano.

Para Cuba el reto es colosal. La hostilidad desproporcionada del actual Gobierno norteamericano quebranta el Derecho Internacional y las normas de navegación y comercio y nos ha obligado a encarar severas dificultades en el abastecimiento de combustible.

Se recrudece el bloqueo con la activación del Título III de la Ley Helms-Burton, mediante la cual el Gobierno norteamericano incurre en violaciones masivas de los derechos humanos de los cubanos, al tiempo que daña a empresas internacionales y de terceros países soberanos.

Sin embargo, esas amenazas ni nos detienen ni nos desvían de nuestro curso. Estamos preparados para encarar las consecuencias de una campaña electoral en ese país, que puede provocar que se acentúe el curso de confrontación con Cuba y con otros países hermanos.

Lo dijimos en la recién celebrada Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en Azerbaijan, donde se expresó una alarma generalizada por la crisis del multilateralismo que hoy pone en riesgo el sistema de las Naciones Unidas.

Es decir, no estamos solos en esta lucha contra las amenazas a la paz y a la estabilidad regional y planetaria. A nivel global se advierte una gran preocupación por los retrocesos en ámbitos importantes como la autodeterminación y la soberanía de las naciones, el medio ambiente y el enfrentamiento al cambio climático, los derechos humanos, la justicia social y la búsqueda de la equidad.

En la lista de los retrocesos también ponemos al sistema interamericano, que reactiva mecanismos de tan odiosa memoria como el Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR) que el propio imperio se encargó de hundir aquí, en las Malvinas, al apoyar a potencias extrarregionales (Aplausos), mientras se renueva la agresividad de la desprestigiada OEA y de su Secretario General, cada vez más utilizados como instrumentos de presión política de Estados Unidos contra Nuestra América.

Por eso, para nosotros, como para el resto de los gobiernos de izquierda y progresistas, sigue siendo una tarea de primer orden aquella que tantas veces nos repitió Fidel: sembrar ideas y valores, crear conciencia y movilización popular, unir fuerzas. Sobre todo, estar unidos; en toda nuestra diversidad, pero ¡unidos! (Aplausos).

No es casual que entre los objetivos de la embestida imperial y oligárquica estén la Celac, la Unasur, el Mercosur y el ALBA, y que una y otra vez insistan en que no pararán hasta derribar a Cuba, el ejemplo de Cuba, la osadía de Cuba.

Y es lícito preguntarse: ¿Por qué Cuba? La Revolución, desde su raíz, no ha sido más que la búsqueda permanente de los mejores modos de responder a las demandas y los anhelos de las mayorías. ¿No es democracia verdadera?

Fidel, Raúl y sus compañeros de la Generación del Centenario, que aún nos acompañan, nos enseñaron el valor de la responsabilidad que se adquiere frente al pueblo. Con ellos aprendimos no a decir cree, sino a decir lee; a transformar las viejas estructuras del abuso y la desigualdad que dejaron los desgobiernos de la seudorrepública en la que mandaban más los embajadores yanquis que los que ocupaban el Palacio Presidencial y a elevar al pueblo a la condición de protagonista de los cambios, desde la radical Reforma Agraria hasta el ejercicio del poder popular.

Sobre esa línea de principios trabajamos, con el oído pegado a la tierra, como dice nuestro General de Ejército Raúl Castro Ruz, quien, desde el Partido, conduce el proceso de tránsito generacional que en Cuba tiene por base el esfuerzo y los resultados de trabajo de cuadros y dirigentes formados en las provincias, los municipios y las organizaciones barriales.

En esa relación viva e intensa con el pueblo, con sus demandas y necesidades, se gobierna en Cuba. No somos la sociedad perfecta, porque somos, en primer lugar, una sociedad humana y nuestro archipiélago no está protegido por una urna de los efectos de un mundo globalizado donde predominan políticas absolutamente contrarias, pero sí intentamos apenas que nuestra sociedad sea lo más justa e igualitaria posible.

Podríamos marchar más deprisa y con mejores resultados si el imperio nos librara del cerco. Pero no vamos a renunciar a nuestros proyectos de justicia social por su criminal bloqueo y la aberrante persecución financiera que, prácticamente, no deja llegar un barril de petróleo a Cuba sin castigo para quienes se atreven a transportarlo.

Con Fidel aprendimos también a convertir los reveses en victoria y los obstáculos en desafíos.

Si el imperio pretende denigrar al socialismo ahogando cualquier esfuerzo de desarrollo de Cuba, nuestra nación está demostrando justamente lo contrario: gracias al socialismo, a la planificación socialista, al ideal socialista hemos levantado un país donde la suerte de todos importa a todos (Aplausos); una sociedad humana, educada, solidaria y justa en la medida en que puede serlo una nación del Tercer Mundo, de escasos recursos naturales y cercada por el más poderoso imperio de la historia.

¡Somos Cuba! ¡Somos continuidad! Somos el hueso atravesado en la garganta del imperio que intenta tragarnos hace casi un siglo y medio y no puede. Y otra vez, como antes, como siempre: ¡Venceremos! (Aplausos.)

Hermanas y hermanos:

Con mentiras tan infames y ridículas como las que hoy lanzan contra el nuevo Gobierno argentino, una vez cercaron a Cuba y durante años la separaron de sus hermanos de la región, entre ellos la Argentina. ¡De Argentina nada menos!, la hija de la Patria Grande a la que José Martí sirvió como cónsul y defendió en la Conferencia Monetaria de las Américas. ¡La Argentina entrañable en la que nació el Che Guevara! La misma Argentina que acogió a Fidel recién triunfada la Revolución y que tanta solidaridad nos ha dado a lo largo de sesenta años. La Argentina a cuyos hijos hemos podido acoger con amor en Cuba y con la cual hemos compartido esfuerzos y resultados enaltecedores como la alfabetización, la formación de médicos y otros profesionales, y la milagrosa Operación Milagro, que ha devuelto la visión a millones en Latinoamérica y el Caribe (Aplausos).

¡Que lo sepan los imperialistas y los oligarcas: no hay fuerza en este mundo que pueda separar a nuestros pueblos. No hay fuerza en este mundo que pueda separar a Cuba y a Argentina! (Exclamaciones y aplausos).

Ustedes encarnan el mejor espíritu de la Argentina profunda y verdadera. Ustedes confirman el triunfo de los movimientos populares y campesinos, sindicatos, fuerzas políticas, organizaciones estudiantiles y de mujeres, así como de grupos de intelectuales. Por eso han vivido con toda justicia una jornada de fiesta y compromiso.

Al llegar aquí hemos sentido hasta en el aire el espíritu de alegría por la esperanza rescatada otra vez del fondo del pozo neoliberal.

A nombre de Cuba les ratificamos también que seguiremos siendo firmes y leales revolucionarios, dignos de nuestros padres, y que no cederemos un milímetro en defensa de la independencia, la soberanía y la justicia social, ni renunciaremos a la solidaridad con los pueblos que luchan y resisten.

¡Luchemos unidos por un mundo mejor y que es posible, justo y necesario!

¡Hasta la victoria siempre!

(Ovación).

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