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El vuelo de Gagarin a Cuba

Por: César Gómez Chacón

Cerca de las seis de la mañana del 12 de abril de 1961, la nave espacial Vostok 1 despegó desde el Cosmódromo de Baikonur (Kazajstán) con un hombre a bordo. El primer piloto cosmonauta del mundo, el soviético Yuri Gagarin, dejó grabada para la historia aquella frase de despedida, pronunciada a través de la radio de la nave: ¡Nos fuimos!.

En su vuelo, Gagarin fue el primer ser humano en experimentar el estado de ingravidez y ver (durante 108 minutos) el planeta Tierra desde el espacio exterior. Hoy se sabe que aquella tecnología, pionera de la exploración cósmica, tuvo fallos inesperados y lógicos, que pusieron seriamente en riesgo varias veces la vida del piloto. Su heroicidad y su sonrisa únicas le ganaron para siempre la admiración de toda la humanidad.

Lluvia de amor en La Habana

Tres meses y unos días después de su hazaña, el 24 de julio de 1961, Yuri Gagarin aterrizaba en el aeropuerto internacional José Martí de la capital cubana bajo un torrencial aguacero.

A pesar del temporal, las autoridades cubanas no se movieron de sus sitios. En la escalerilla del avión, sin paraguas, lo recibía y estrechaba en un abrazo el líder de la Revolución, el entonces primer ministro y Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Se cuenta que a Gagarin le ofrecieron enseguida un impermeable para que no se mojara, pero al ver a aquellos barbudos, que dos años antes habían hecho a sangre y fuego su Revolución, esperándolo al descubierto, el cosmonauta no quiso ponérselo.

A lo largo del recorrido desde la terminal aérea, con el agua a veces a la altura de las rodillas, una muchedumbre interminable saludaba el paso de aquellos autos cargados de héroes, que por momentos parecían lanchas sobre un río de lluvia y pueblo.

Honores y un vaticinio

Cuarenta y ocho horas después, el 26 de julio de 1961, más de 600 mil personas se reunieron en la Plaza de la Revolución para celebrar el Día de la Rebeldía Nacional y homenajear al héroe de la Unión Soviética.

El entonces presidente Osvaldo Dorticós, entregaba la Orden Playa Girón a Yuri Gagarin, quien se convertía así en el primer condecorado con tan alto reconocimiento.

Muchas anécdotas se conservan de aquellos días, algunas ya convertidas en leyenda. Se dice que antes de empezar el acto Fidel le preguntó al cosmonauta cuánto tiempo le había tomado dar la vuelta a la Tierra. “Una hora y media”, le respondió Gagarin. Y Fidel, con aquella sonrisa de conspirador, le dijo: “Entonces, empieza a contar”. Su discurso de ese día duró exactamente una hora y media.

“…la Unión Soviética –decía el Comandante al pueblo- se cubría de gloria y de prestigio lanzando el primer hombre al espacio, cuando el gobierno de Estados Unidos lanzaba contra nuestro pueblo su criminal invasión. Tuvimos oportunidad de contrastar aquellos dos hechos: el hecho en favor de la ciencia, en favor del progreso de la humanidad y de la paz; y el hecho cobarde e inescrupuloso de la invasión mercenaria.”

“…vaya siempre unido el recuerdo de esos dos hechos, que ocurrieron casi simultáneamente (…) vaya siempre unido el recuerdo de esos dos actos heroicos (…) el recuerdo de esas dos grandes victorias por la paz mundial”.

En su alocución ante la muchedumbre que no dejaba de vitorearlo, Gagarin agradecía con emoción el recibimiento de los cubanos y adelantaba para la historia: “Llegará la hora en que este pueblo mandará al espacio su propio cosmonauta”.

Tertulias y anécdotas entre amigos

Uno tras otros se sucedieron durante aquellos días los encuentros del cosmonauta con sus anfitriones cubanos. Eran tertulias entre jóvenes amigos. Gagarin tenía 27 años, Fidel 34 y el Che Guevara, quien estuvo presente casi todo el tiempo, recién había cumplido los 33.

El Che no paraba de preguntar al cosmonauta sobre lo que sintió durante su aventura espacial. En una de aquellas conversaciones Gagarin le preguntó al Che por qué usaba constantemente un inhalador. El argentino le respondió que tenía asma desde pequeño, y enseguida apuntó que estaría dispuesto a ir al cosmos si aquello le serviría para curarse.

Al héroe le regalaron días de descanso en Varadero. Se cuenta que en el Hotel Internacional comenzó a tirarse desde el trampolín más alto de la piscina. Nadie había reconocido a aquel que parecía un campeón olímpico. Su primer saltó fue recibido con una ovación, pero ya a la tercera vez alguien empezó a gritar: “¡Gagarin!, ¡Gagarin!”. La gente corrió hasta la alberca, y le pedían autógrafos. El cosmonauta los firmó todos con aquella sonrisa que lo había lanzado al estrellato.

Se dice que Fidel ideó una última “conspiración” para hacer más placenteras las horas finales de Gagarin en Cuba. Por la radio se anunció su partida a Moscú, y el Comandante lo invitó entonces a un paseo de incógnito por la capital. Lo vistieron igual que sus acompañantes y Fidel le cedió su boina guerrillera.

Hicieron un primer alto junto a la escalinata de la Universidad. Todo el mundo se acercó al líder cubano, pero nadie reparó en el héroe soviético. Después salieron hacia La Habana Vieja. Al principio sucedió lo mismo, nadie se fijó en el cosmonauta hasta que unos minutos después alguien del pueblo gritó: “¡Pero si este es Gagarin!”. Fidel y Yuri disfrutaron muchísimo aquel singular momento.

Epílogo

El 18 de septiembre de 1980, diecinueve años después de los vuelos de Yuri Gagarin al cosmos y a La Habana, el cubano Arnaldo Tamayo Méndez llegaba al espacio exterior en la nave soviética Soyus 38, junto al piloto cosmonauta Yuri Romanenko. Se cumplía así la profecía expresada aquel 26 de julio de 1961 por el hombre que conmocionó al mundo desde la inmensidad, y conquistó de cerca el corazón de los cubanos.

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