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Vivir y hacer una obra en Cuba

Por: Sergio Pérez Hernández

Antón Arrufat: las consecuencias del oficio

(Segunda parte)

S: Tú has sido grande en la prosa y en el verso: novelista, ensayista, cuentista, poeta, dramaturgo. ¿Crees que la intención autoral exige la forma literaria? ¿Cómo se piensa eso: cómo se dispone el autor a escribir una obra de teatro, por ejemplo, o cómo sabe que lo que está sintiendo y pensando tendrá mejor forma de poema o de novela o de cuento?

Creo que es una manera de la nueva cultura del mundo esta mezcolanza de cosas y es que ella es como un gran campo de libertad. Antes uno se ponía a escribir una obra de una manera, pienso que ahora me dejo llevar por todo lo que va ocurriendo – dentro de mi cabeza, naturalmente- o todo lo que ha ocurrido y ha pasado entonces a mi cabeza, y voy escribiendo tal cual va saliendo todo. El otro día cuando vino el editor de mi libro de poemas, ese que se ganó el premio Nicolás Guillén, ¿no?, me dijo: hay algunos versos que sobran, yo le dije: ah, qué bien, qué bien, y siguió: además hay algunos versos que riman, ¿usted quiere mantener la rima dentro de un poema en que solo algunos versos aislados son los que riman dentro del poema?, le respondí: Sí, sí, yo mantengo la rima, lo he hecho siempre. Si el verso me viene rimado se queda así. Yo obedezco un poco a esos dioses oscuros que me indican: “déjalo rimado”. Entonces hay algunos poemas extensos de 3 o 4 páginas en los que de vez en cuando salta la rima. Digo esto porque debo advertirle al lector que no es un error mío, sino un error de mi cabeza. (Risas).

S: Yo creo que en esa libertad, digamos discursiva, en tu obra ya hubo un antecedente, el libro “De las pequeñas cosas”, ahí de alguna forma hay una mezcla entre el ensayo, la memoria, la crónica, la anécdota en forma de cuento narrado y todo ello lo hace un gran libro poseedor de esa libertad, más que discursiva, expresiva.

A: Sí, bueno, gracias porque tú pienses que es un gran libro, coincides con muchas personas. (Sonrisa pícara). De todos modos a mí es uno de los libros que más me gusta y que más le gusta a la gente, ¿sabes por qué lo sé?, porque de pronto yo voy caminando así perdidamente por la ciudad – cosa que hago mucho- y se me acerca alguien y me dice: óigame, estoy leyendo “las pequeñas cosas”, ¡cómo estoy gozando!, y se sigue luego alejando por la ciudad. Eso me parece algo verdaderamente extraordinario. Antes no se acostumbraba a hacer eso. Antes el lector no le decía al autor ni que había comprado el libro ni que lo había leído, pero ahora sí el lector se ha hecho más fresco y te aborda en la calle y te dice qué le ha gustado y qué no, entonces se crea y se tiene una conversación con el lector, porque él mismo la incita. Me refiero a esos lectores que no son autores, porque también uno como autor es al mismo tiempo lector y uno conserva cierta timidez de decirle a un amigo: eso que tú escribiste no me gusta nada, pero eso no lo hacen los lectores, ellos son más espontáneos.

S: Pienso que esa actitud ante el oficio, esa especie de sacerdocio, como dije al inicio, lo has hecho porque has sido un gran lector, un gran promotor literario y, en algún momento, Director de una de las revistas más imprescindibles para la literatura cubana y latinoamericana, la Revista Casa de las Américas. Yo quisiera saber si tú sientes que el Premio Nacional de Literatura, además de un reconocimiento a toda tu obra, en algún momento ha sido una especie de recompensa por esa actitud ante el oficio durante toda tu vida.

A: Fue lindo hacer ese discurso en La Cabaña donde conté muchas cosas, mucha gente no fue para no oírlo…, pero fue bonito hacer eso. Fue bonito subir al pódium, hablar por un micrófono…y eso me gustó. (Se sonríe con cierta teatralidad). Al otro día de la entrega del premio vi a una amiga mía. Yo iba bajando la calle San Lázaro y ella subía, y me dijo: eh, te dieron el Premio Nacional, yo le dije: , y entonces prosiguió rápida: ¿pero tú no le haces mucho caso a eso, no? No, no le hago mucho caso, y seguí caminando y ella siguió subiendo. Lo cierto es que tomarse muy en serio que se es Premio Nacional resulta paralizante para la obra de uno. Es paralizante porque uno piensa: ya alcancé un punto y… ¿ahora voy a escribir una obra que supere ese punto o no? Para un escritor como yo, en mi caso, un escritor lleno de defectos, no hay ningún punto al que llegar. Cada libro para mí es una aventura, una exploración. De manera que  yo no tengo ningún punto. Algunos me dicen: ¿sí?, ¿pero cómo es posible? Usted participa en los concursos de este país como lo hacen los jóvenes, y yo les digo: ah, bueno, esperen a que yo me muera, porque no hay otra manera. Para mí rivalizar con los jóvenes es una de las cosas más importantes de mi vida y me lo enseñó Virgilio Piñera, que los jóvenes con su sangre le hacen a uno una transfusión y entonces es como una especie de momia que se levanta (hace gestos dramatizando con los brazos hacia arriba) con la energía que le ha dado la sangre de los jóvenes y…mando a los concursos. Lo que pasa es que gano (ríe con perspicacia) y eso es algo que le molesta mucho a los jóvenes. (Risas).

S: Cuando converso contigo Antón Arrufat siento que estoy en una tipología de fiesta del lenguaje y de la sabiduría literaria. Yo me atrevería a definir que se está delante de una especie de escritor oral. Aunque esto se le diga pocas veces a las personas, tengo que agradecerte tu lucidez y tu sagacidad.

A: Gracias.

 Antón Arrufat nació en Santiago de Cuba en 1935. Su ingenio como escritor lo ha favorecido para que su palabra fluya en todos los géneros literarios: teatro, cuento, ensayo, poesía, novela, la crónica y el testimonio. Ha obtenido diferentes premios literarios en la Isla, es Miembro de la Academia Cubana de la Lengua y ha ofrecido conferencias en Cuba y en el extranjero. Además de los que mencionó fue amigo de Julio Cortázar, Pepe Rodríguez Feo, Jaime Sarusky, Abelardo Estorino y conoció a una generación de escritores imprescindibles dentro de la literatura nacional como Reinaldo Arenas. Su gran pasión es la literatura y todavía hoy respira desde su balcón en La Habana Vieja la historia literaria que pervive atrapada en los ambientes de esta ciudad que tanto ama.

 

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