A 63 años del triunfo de Enero todavía resuenan las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro cuando dijo ante la multitud, en Santiago de Cuba: “Esta sí es la Revolución de verdad”, una condición de vida afianzada en lo adelante, bajo la certera dirección del líder y el concurso de un pueblo valiente y unido raigalmente a la causa de la justicia y la libertad, forjada por sus mayores.
¿Es este el secreto de su permanencia? Es hermoso creerlo así, aunque la ciencia refuta las verdades absolutas y ante las evidencias hay que tener en cuenta factores principales y un mar de secundarios.
Pero lo cierto es que hoy aquella Revolución iniciada en La Demajagua, en 1868, y eslabonada definitoriamente en la Sierra Maestra, con centro en la Comandancia de La Plata, sigue en marcha combatiente con la misma capacidad transformadora, regeneradora y sanadora del comienzo, sin traicionarse a sí misma, frente a agresiones y bloqueos. Sin detenerse jamás.
Ya el 1 de mayo del crucial año de 1961 Fidel Castro reiteró al pueblo que la Revolución era un cambio profundo, que no engañaría a tontos o inocentes, un concepto que desarrolló y nos devolvió de manera más acabada, también en otro Primero de Mayo, en el año 2000, en su magistral definición de las esencias del socialismo cubano.
Cierto es que son otros y diferentes los tiempos. Sin embargo, es igual una Cuba también en Revolución indetenible la que en estos días vive aliviada, celebra y al mismo tiempo alista la guardia, ante los resultados favorables del enfrentamiento a la pandemia de Covid-19, con las garantías del desarrollo con esfuerzo propio y abnegado de tres vacunas (Soberana 02, Abdala y Soberana Plus) y trabaja en otros candidatos y medicamentos de punta.
Solo un país con una Revolución verdadera –a despecho de sus alucinados detractores- puede a estas alturas tener vacunada con el esquema completo al 85 por ciento de su población.
Y algo loable define a la estrategia sanitaria cubana, la cual desde el comienzo incluyó la protección al sector pediátrico amplio, de dos a 18 años. Además de la inmunización de niñas y niños, recibieron dosis los más vulnerables.
Hoy el país acelera la administración de una dosis de refuerzo, de cara al avance de la impredecible todavía, en ciertos aspectos, variante Ómicrom, recientemente aparecida.
A consecuencia del esfuerzo en el enfrentamiento de la pandemia Cuba socialista exhibe uno de los índices de letalidad más bajos del mundo, aunque en este año que finaliza su pueblo lamentó en el alma la pérdida de más de ocho mil cubanos, a cuenta del terrible mal que azota al mundo. A pesar de tanto esfuerzo y dedicación de un ejemplar y solidario personal médico, altamente calificado.
Es verdad triste que el pueblo cubano recientemente ha sufrido dolor, además de carencias acentuadas por el inhumano bloqueo. Es verdad también que al mismo tiempo ha protagonizado páginas heroicas y se ha crecido y multiplicado en comunidades y barriadas en defensa de la vida, gracias a la voluntad política del gobierno revolucionario de la continuidad que dirige el destino del país.
Así, en medio de preocupaciones, ocupaciones y un laboreo que no para han mejorado las condiciones de existencia en decenas de barriadas vulnerables, a pesar de la limitación de los recursos de la construcción y otros imperantes en el país. La solidaridad, la sensibilidad y la justicia social siguen de la mano de la Revolución a pesar de vientos huracanados y de agresiones.
Y es una línea de trabajo que se ensanchará en la medida que avance la recuperación económica. Por ello, hoy reina la esperanza, cimentada por un clima de esfuerzo, creatividad y trabajo ingente, proyectado en hacer avanzar la piedra angular de la economía, aherrojada por mecanismos más violentos del bloqueo. Los cubanos entienden que solo por sí mismos podrán avanzar y enfrentarse a todos los obstáculos.
Es comprensible entonces que a 63 años del triunfo de la Revolución, sesionara una Asamblea Nacional del Poder Popular que, construida sobre principios de la equidad y la dialéctica socialista, proyecte seguir en marcha por la recuperación económica, y alcanzar un 2022 con un crecimiento de alrededor de un cuatro por ciento del PIB.
El análisis y la aprobación de nuevas leyes, emanadas de la Constitución aprobada en 2019 es otro proceso enriquecedor que matiza para bien el avance cultural, educacional y social en estos días intensos y estremecedores que viven los isleños.
Los connacionales saben que los objetivos más amplios solo podrán cumplirse manteniendo bajo control la evolución de la pandemia y laborando en el sostenimiento e incremento de las potencialidades de la economía, ya sea en el seguimiento del primordial rubro del turismo, el impulso a la eficiencia de la empresa estatal socialista, así como los nuevos modelos de producción de pequeña y mediana envergadura aprobados.
A 63 años de la alborada de enero, lejos de toparnos –con todo respeto hablando- a una viejecilla con bastón, los enemigos que lo han hecho todo para conseguir el fin de la Revolución han visto que incluso en la durísima brega del 2021, el pueblo cubano unido a sus dirigentes ha desbaratado varias de sus últimas conjuras, encaminadas a la hacer realidad la ilusión de enterrar al renovador proceso cubano.
La última derrota más sonada fue con el vodevil del N-15, o como le llamen. Y se les propinará cuantas quieran, a tono con su insana y ridícula insistencia.
Esto ocurre y ocurrirá siempre porque la Revolución Cubana nació de raíces muy profundas y ha pasado más de 60 años con la guía de un dirigente político extraordinario, Fidel Castro.
Los barbudos que a partir de enero de 1959 siguieron la ruta del legendario Comandante invicto, combatieron con él primero desde el corazón de la Sierra Maestra, la cadena montañosa más enhiesta del país, en el Oriente de la Isla.
Tres batallas fueron decisivas para aquel triunfo que marcó un antes y un después en la vida nacional. La batalla de Guisa, dirigida por el mismo Fidel al frente de la Columna no. Uno José Martí y las batallas de Santa Clara y de Yaguajay, encabezadas por Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, respectivamente.
Todas formaron parte de la decisiva ofensiva final iniciada a mediados de 1958, que extendió la guerra emancipadora desde las serranías orientales a los llanos de toda Cuba.
Antes hubo una expedición amorosa y audaz de compatriotas venidos de México y el desembarco del yate Granma, cuyos expedicionarios sobrevivientes se internaron en la Maestra desde el dos de diciembre de 1953.
Transcurrió también una lucha heroica en campaña rural y clandestina en ciudades como Santiago de Cuba, La Habana y Manzanillo, que fueron pilares para el apoyo de la guerra en las montañas. Finalmente toda Cuba respondió al llamado de la Patria.
Todo había renacido otra vez desde los afanes de la llamada Generación del Centenario que el 26 de Julio de 1953 acudió a revindicar la memoria del Maestro y por la justicia, protagonizando los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Con tales antecedentes no hay otra opción posible para los principios revolucionarios que la de persistir y sobrevivir, combatiendo siempre y manteniendo viva la Revolución.