La Habana Vieja posee un tesoro inigualable, a veces no percibido por los que desandan de manera habitual sus estrechas calles coloniales: la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, antiguo templo religioso convertido hoy en un espacio de cultura y buen gusto en el corazón de la ciudad colonial.
La fachada se encuentra en la Calle Oficios donde se observan tres estatuas de piedra que repre¬sentan a la Inmaculada Concepción, San Francisco de Asís y Santo Do¬mingo de Guzmán.
El edificio está compuesto por tres amplias naves, que son sostenidas por doce columnas representando a los doce apóstoles, de la iglesia católica. Cuenta con una torre de 48 varas de altura, que en la época colonial fue la estructura más alta de la ciudad por varias centurias.
Su construcción se debe a la comunidad de frailes franciscanos que se asentó en la zona occidental de la bahía. La iglesia sirvió de cementerio a la mayor parte de la nobleza colonial de los siglos XVII y XVIII, entre los que se pueden contar obispos, condes, capitanes generales, e incluso la virreina del Perú, la marquesa de Monte Claro.
Los monjes franciscanos lo utilizaron como escuela de bachillerato por siglos, donde se impartían clases de Gramática, Filosofía, Teología y Matemática.
Al triunfar la Revolución en 1959, se le da la categoría de museo de Historia Colonial y se le incorporan muchos objetos históricos de carácter religioso a su colección.
Después de la declaración de la zona antigua de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad, se ubicó en la Basílica Menor del convento, luego de restauraciones, una sala de música sacra y de cámara, un lugar recomendado en esta ciudad maravilla para disfrutar del arte y la cultura, mezclado con la historia y la arquitectura colonial cubana./Fotos de la autora.