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Un neo-padrino al asecho de La Habana

Por: César Gómez Chacón

Cuba no conoce el miedo; desprecia la mentira; escucha con respeto; cree en sus ideas; defiende inconmovible sus principios y no tiene nada que ocultar al mundo. (Fidel Castro Ruz, discurso de despedida al Papa Juan Pablo II, La Habana, 25 de enero de 1998)

Si uno se fija en detalle, resulta que, entre todas las medidas, órdenes ejecutivas o como se les llame, que el señor Donald John Trump firmó sin quitarse el frío tras la ceremonia de investidura como el 47 presidente de los Estados Unidos el pasado 20 de enero, hay una sola que afecta inmediatamente a un país en concreto: revocar la decisión de Joe Biden de retirar a Cuba de la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo”.

Entre la firma del “olvidadizo” Biden y el plumazo de Trump mediaron solo 6 días. Posiblemente, quienes debían borrar a la isla de la lista negra en sus computadoras, no habían tenido tiempo de hacerlo cuando llegó la contraorden. Si se hubiesen puesto de acuerdo el presidente demócrata y el republicano para fastidiar a Cuba (quizás se sepa algún día) no les hubiese quedado mejor.

Todas las animaladas dichas por Trump durante su show televisivo mundial y sus atropellados edictos imperiales tienen por ahora un efecto puramente mediático. Los impactos reales se verán (o no) en el corto, mediano y largo plazo, pero en lo que se refiere al archipiélago rebelde, el tiempo retrocedió casi una semana en un instante. Hay demasiada saña detrás.

La mafia norteamericana en Cuba: la verdad detrás del filme

No es secreto para nadie que la política de las sucesivas 13 administraciones de los Estados Unidos hacia Cuba, durante estos últimos 66 años, salvo honrosas excepciones, ha estado movida tras bambalinas o abiertamente por la mafia cubano-americana.

Sus antecesores, los capos italoamericanos, fueron quienes manejaron a su antojo, bajo el tapete, buena parte de la economía de la isla durante la primera mitad del siglo XX.

Por ahí anda aún sonriente, con un puro en la boca, el fantasma soez de Al Capone, aquel que durante la ley seca en los años 30 controlaba el negocio ilegal del alcohol desde un piso arrendado para él y su tropa de guardaespaldas en el Hotel Sevilla en La Habana.

El Padrino, esa película inmensa de Francis Ford Coppola que parece reciclarse cada vez más con los años, recuerda bien los avatares de la mafia del juego y del narcótico en Cuba, incluidas aquellas escenas de Michael Corleone en La Habana durante los últimos días de la tiranía de Fulgencio Batista.

¿Qué hacían en la capital de la isla a finales de los 50 los verdaderos capos italo-americanos como Meyer Lansky, Santo Trafficante Jr., Lucky Luciano, Vito Genovese y otros? Pues precisamente aprovechar el apoyo del dictador cubano para afianzar su imperio, su “época de oro” y repartirse el negocio del juego y los narcóticos a unas pocas millas de la Florida. Recuérdese la escena cuando todos pican el pastel con la isla de Cuba dibujada.

Por cierto, esa segunda parte de la saga, que rememoraba los hechos en La Habana, debió filmarla Coppola en República Dominicana, en 1974, porque el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos no autorizó al afamado director y a los productores a gastar su dinero en la “isla comunista”.

Un capo cubano en la Casa Blanca

Nunca debe olvidarse la historia para entender los entramados actuales del nuevo gobierno estadounidense respecto a la isla revolucionaria. La mafia cubano-americana, establecida y amantada en el sur de la Florida desde principios de los años 60, ha parido muy “ilustres” descendientes.

La garra peluda del señorito Marcos Rubio, hijo putativo de Trump, aún no sale a la luz luego de tomar posesión este 20 de enero como flamante Secretario de Estado. Ya lo veremos hacer su entrada triunfal a reclamar su parte del pastel, porque es él quien mueve desde hace algún tiempo los hilos más oscuros del nuevo emperador.

Destacado miembro del ala más conservadora del Partido Republicano, un halcón sediento de sangre e impulsor de las últimas guerras imperiales por todo el mundo, Marcos Antonio Rubio, descendiente de emigrantes cubanos que llegaron a los Estados Unidos en 1956, hizo una meteórica carrera política que lo llevó a convertirse en el 2010 en senador por el estado de la Florida. Ahora, a sus 53 años, acaba de asumir el puesto que le otorga un poder preponderante dentro del gabinete neoconservador de Trump. La paz mundial nunca estuvo antes frente a peligro semejante.

Conocido en muchos países latinoamericanos como “Narco Rubio”, lo cierto es que Marquito es producto en primer lugar del negocio anticubano de los mafiosos del sur de la Florida. Un poquito por aquí, unos miles por allá, un favorcito a pagar después…  Poco a poco el dinero sucio fue engordando los bolsillos y sembrando las influencias del delfín de la morralla batistiana y sus descendientes.

Su candidatura en el 2010 al Senado norteamericano, se vio envuelta en investigaciones por el uso fraudulento para fines personales de su tarjeta de crédito del partido republicano, y sin haber declarado estos gastos a Hacienda. Al Capone se retorció en la tumba cuando Rubio salió ileso.

Innecesarias las trampitas del muchacho, cuyo capital también crece anualmente gracias a los aportes millonarios y agradecidos, entre otros, de la Asociación Nacional del Rifle.

Entre los escándalos que rodean el actuar más reciente del neo-padrino está el caso de su cuñado Orlando Cicilia, quien pasó 12 años en una prisión de Florida por delitos relacionados con el contrabando y distribución de cocaína. Tras ser liberado, Rubio utilizó su posición política para intentar que se le concediera una licencia de bienes raíces, a quien es conocido como “lord de la cocaína”.

El apoyo militante a la guerra de exterminio de Israel contra el pueblo palestino también le dejó cuantiosas ganancias. El multimillonario proisraelí Sheldon Adelson y las industrias del petróleo y el gas, premiaron con inmensas sumas de dinero el “desinteresado” apoyo de Rubio contra el auge de la energía limpia y renovable, y su negación sistemáticamente sobre el cambio climático. Marco votó contra una legislación para proteger de los eventos meteorológicos severos a ciudades bajas como su Miami natal.

Es sabido que Miriam, la viuda Adelson, contribuyó con $100 millones de dólares a la reciente carrera presidencial de Trump.

Cuba en la mirilla más cerca que nunca

Si algo ha sido prioridad en la vida política del legislador norteamericano, no es el bienestar de sus electores, sino su entrega total a destruir a la Revolución cubana, sin importar a qué costo, ni cuáles serían las “víctimas colaterales”.

Es el señor Marco Rubio el principal promotor de cuanta idea, medida y justificación aparezca en el horizonte político del imperio para lograr sus objetivos. Es él quien promovió la iniciativa de situar a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo (como el ladrón que grita ladrón), y quien está detrás de la precipitada decisión de Trump de regresarla el mismo primer día en el poder.

Nada bueno esperamos los cubanos de sus próximas y seguras elucubraciones y acciones contra nuestra patria. Preparados siempre hemos estado para enfrentar los peores embates del norte revuelto y brutal. Solo un recordatorio a modo de adelantado epílogo:

En las mejores películas de mafiosos pocas veces escapa ileso el capo principal.

//nbb

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