Tras seis décadas cambia el reparto y se mantiene el guion. Una estrategia política de tan larga data requiere de operarios que renueven la táctica en el terreno. El propósito sigue siendo el mismo: emplear maniobras de asfixia hasta que la presa pierda toda posibilidad de sobrevivencia. Las 243 medidas de la administración estadounidense para cortar la más mínima maniobra del Gobierno cubano en medio de los efectos de la pandemia, apostaron por acercar el final.
Ante ese escenario, Biden continuó los pasos de sus antecesores. Ahora en un contexto que ha motivado hasta las reflexiones y el rechazo del Papa, el Presidente debe encontrar pretextos que justifiquen su política hacia el archipiélago. De ahí que el más activo funcionario de su Gobierno en el tema Cuba amenazara a la nación independiente y soberana del Caribe. A un medio internacional, el director principal de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental, Juan González, declaró que Washington responderá con sanciones si se procesan a los promotores de la provocadora marcha anunciada para el 15 de noviembre en varias ciudades del país.
En los últimos meses, a través de las redes sociales, plataformas por las que el Gobierno de EE. UU. pretende construir una realidad paralela para Cuba y gestionar su estrategia intervencionista, el empleado federal intercambió incluso con influencers cubanos para exponer la visión de su administración hacia la Isla.
Promover el «libre flujo de información», apoyar a operadores políticos asociados a la cultura y al periodismo «independiente», así como borrar la legitimidad de la Revolución Cubana en el escenario internacional, han sido las matrices presentadas a la opinión pública por el también asesor del presidente Biden. Pero esas ideas necesitan de su correlato en la praxis para cumplir el objetivo.
Semanas atrás, en medio de la VI Cumbre de la Celac, mientras varios mandatarios apostaban por la cooperación para enfrentar el escenario actual, un presidente eligió la «complacencia» con el dictado de Washington hacia Cuba, y desentonó con un discurso sepia sobre democracia y derechos humanos.
Para dar sustento a esos argumentos en el ámbito internacional, la Casa Blanca apoya a operadores en territorio cubano. Y ahora, nuevamente tras el discurso «pacífico», se pretende escenificar un hecho que articule y adelante la agenda de EE. UU. y, además, la justifique ante la opinión pública. Logrado o no el propósito, ya los estrategas se aseguraron la contrarrespuesta: una justificación para sostener el bloqueo y señalar una vez más al Gobierno de la Isla por declarar inconstitucional tal expresión «cívica».
El principal promotor de la «marcha pacífica» ha negado cualquier vínculo con organizaciones que responden al Gobierno de Estados Unidos; sin embargo, él mismo reveló que la manifestación estaría a cargo de varios ciudadanos y agrupaciones de la sociedad civil de las que existen evidencias sobre su dependencia financiera y operatoria de Washington. Entre ellos, integrantes del autodenominado Movimiento 27N y del Consejo para la Transición Democrática. Al mismo tiempo, toda la prensa financiada a través de proyectos de la ned, la usaid y otras organizaciones de fines similares, mantiene en sus titulares cualquier contenido relacionado con la marcha o sus organizadores.
La fecha elegida para la representación no podía ser otra. Aprovechan el mes y el día de la apertura al turismo internacional, del regreso a las escuelas, del reinicio de la vida cultural. Ahora mismo es la información que los algoritmos en los grandes servidores de las redes sociales, todas gestionadas por corporaciones estadounidenses, jerarquizan en relación con Cuba.
A poco de las elecciones de medio término que renovarán el Congreso y un tercio del Senado en EE. UU., el Partido Demócrata corre el riesgo de perder el control del Congreso. A los republicanos les bastaría agenciarse cinco escaños más en la Cámara de Representantes y uno en el Senado para recuperar la mayoría. En esa disputa, pese a incumplir las promesas de la campaña, Biden reafirma sus votos con los más recalcitrantes y poderosos representantes de la comunidad cubana en el país del norte.
Una marcha o cualquier otra representación, a tono con la industria de la contrarrevolución, seguirá siendo contenido posteable en los perfiles de los funcionarios y dependencias del Gobierno de Estados Unidos. Mientras, Cuba sigue su propia agenda. Más de 7 000 000 de personas han recibido el esquema completo de vacunación contra la COVID-19. En la Florida y Washington lo saben.