
Por: César Gómez Chacón.
Cada vez que se intenta comentar sobre las relaciones del gobierno revolucionario cubano con las sucesivas 13 administraciones estadounidenses, desde 1959 a la fecha, resaltan enseguida las palabras del Che Guevara cuando afirmó: “al imperialismo ni tantico así. ¡Nada!”
No obstante, a lo largo de todos estos años y a pesar de la guerra a todos los niveles del gran vecino del norte contra Cuba, las autoridades del archipiélago caribeño han manifestado una y otra vez su disposición al diálogo respetuoso y en igualdad de condiciones.
Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos atraviesan hoy uno de sus capítulos más tensos en décadas. Bajo el segundo mandato de Donald Trump, Washington ha reinstaurado la política de “máxima presión” sobre La Habana, con un refuerzo del bloqueo económico, comercial y financiero y el aumento hasta lo absurdo de nuevos paquetes de sanciones de todo tipo. A ello se suma la inclusión de la isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo y una escalada de medidas que afectan directamente a la vida diaria de los cubanos.
En medio de este escenario, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla concedió recientemente en Nueva York varias entrevistas a medios internacionales como CNN y The Associated Press, en las que expuso con claridad la posición de La Habana frente a la hostilidad de Washington y reiteró la disposición de Cuba al diálogo “serio y sin precondiciones”.
Una política exterior de línea dura
Rodríguez subrayó que el endurecimiento actual de las relaciones bilaterales responde a una agenda personal del secretario de Estado, Marco Rubio, a quien acusó de imponer una visión extremista contra Cuba y América Latina. “Es un enfoque muy personal y corrupto que sacrifica incluso los intereses nacionales de Estados Unidos”, señaló el jefe de la diplomacia cubana, quien recordó que Rubio, de origen cubanoamericano, ha hecho de la confrontación con La Habana una bandera política desde sus tiempos de senador.
El canciller consideró que la actual concentración militar estadounidense en aguas cercanas a Venezuela revive “la política de cañoneras” y pretende reinstaurar la Doctrina Monroe en pleno siglo XXI. “Se trata de una amenaza directa a la paz, la estabilidad y la seguridad regionales”, advirtió.
Solidaridad con Venezuela
El ministro reiteró el respaldo “total y completo” de Cuba al gobierno bolivariano, frente a lo que calificó como un intento de desestabilizar a la región mediante la presión militar. Para Rodríguez, se trata de un pretexto que busca doblegar a Caracas y, de paso, presionar a Cuba para que retire su apoyo al gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros.
El costo humano del bloqueo
Más allá de las amenazas militares y los intentos desestabilizadores, el bloqueo sigue siendo el eje central del conflicto entre Cuba y Estados Unidos. Rodríguez denunció que las restricciones han alcanzado niveles sin precedentes, afectando incluso la compra de medicamentos básicos como el Tylenol. “Es un reconocimiento importante que el propio presidente de Estados Unidos admita que Cuba carece de recursos financieros incluso para importar este fármaco”, apuntó casi de forma irónica.
El canciller subrayó que la isla ha logrado suplir parte de esas carencias gracias a su industria biomédica nacional, pero recordó que el bloqueo, vigente desde hace más de seis décadas, tiene un efecto devastador sobre la vida cotidiana de los cubanos, limitando el acceso a insumos médicos, alimentos y combustibles que mueven la economía y garantizan mejores condiciones de vida de las familias cubanas.
Migración como arma política
Otro punto abordado durante ambos encuentros con la prensa estadounidense fue el de la migración. Rodríguez acusó a Washington de utilizarla como herramienta de presión política. Se fomentan las salidas masivas y luego se abandonan a los migrantes de la isla en situaciones de vulnerabilidad. “Sorprende que cubanos que vinieron a Estados Unidos con parole estén siendo perseguidos y expulsados sin que los políticos cubanoamericanos levanten un dedo para protegerlos”, denunció.
El jefe de la diplomacia de La Habana sostuvo que el gobierno de Trump manipula el tema migratorio para desacreditar a Cuba y crear inestabilidad, al tiempo que recorta programas humanitarios y endurece las deportaciones.
La puerta entreabierta
Pese a este panorama de confrontación, Rodríguez reiteró que Cuba mantiene la disposición de entablar conversaciones con Estados Unidos, incluso bajo la administración de Trump, pero sin precondiciones. “Nuestra voluntad de mantener una relación civilizada, basada en el derecho internacional, la independencia, la soberanía y el respeto mutuo, es total y vigente”, afirmó.
De hecho, señaló que, aun en medio de la crisis, La Habana y Washington continúan cooperando en áreas como la lucha contra el terrorismo y la migración, lo cual demuestra que existen espacios de entendimiento posibles si prevalece la voluntad política.
El camino por delante
A pesar de las difíciles condiciones de la vida diaria en medio de continuos apagones, escasez de alimentos, medicinas, problemas con el abastecimiento de agua, combustibles para cocer los alimentos y dificultades para el saneamiento y la higiene en las ciudades, por citar solo algunas de las dificultades más cotidianas, la estrategia de confrontación aplicada desde Washington no ha logrado sus objetivos históricos: ni ha derrocado al gobierno cubano ni ha quebrado la resistencia de su pueblo.
Mientras, los dirigentes y la diplomacia cubana insisten en que no buscan alterar el sistema político de Estados Unidos y esperan el mismo respeto hacia el modelo socialista mayoritariamente escogido por su pueblo. En palabras de Rodríguez, los orígenes de la confrontación entre ambas naciones hay que buscarla en un pequeño grupo de políticos norteamericanos empeñados en usar a Cuba como pieza electoral, y un país que reclama su derecho a existir soberanamente.
El futuro inmediato de las relaciones dependerá de si se impone la actual política de choque o se abre paso a la posibilidad de un diálogo real. En esa disyuntiva, Cuba ha dejado claro que seguirá defendiendo sus principios, pero sin cerrar la puerta a la convivencia respetuosa con su vecino del norte.
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