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Piratería de Estado en el Caribe: la verdad detrás del asalto yanqui contra petrolero venezolano

Por: César Gómez Chacón.

Tanto va el cántaro a la fuente… El reciente abordaje tipo «Piratas del Caribe» del petrolero Skipper frente a las costas venezolanas, no es un hecho aislado ni un nuevo arrebato repentino de Donald Trump. Es la confirmación —una vez más— de la vieja práctica de Washington de usar el garrote cuando los pueblos no se arrodillan a sus pies.

Trump lo soltó como quien presume de una proeza: “Incautamos un petrolero grande, el más grande jamás incautado”. Y de paso dejó caer que el petróleo “probablemente se lo queden”. Así, dicho sin maquillaje ni rubor alguno, como si el Caribe fuera de verdad su patio trasero.

Pero detrás de la (otra nueva) fanfarronería del magnate de la Casa Blanca se esconde algo mucho más serio: un acto de piratería, violatorio del Derecho Internacional, de la soberanía venezolana y de las normas básicas que deberían regir entre los países.

Los dueños del planeta ni siquiera se molestaron en dar explicaciones convincentes. La fiscal Pam Bodi repitió la historia de siempre: que si “bandera fraudulenta”, que si “transporte de crudo sancionado”, que si “redes ilícitas”.

El mismo libreto gastado que usan cada vez que quieren justificar una agresión.

Mientras tanto, medios afines al poder en Washington —Bloomberg, entre ellos— intentan convertir el asalto en un hecho normal, casi rutinario, como quien informa del clima.

Un intento deliberado de despojo

El Gobierno venezolano no tardó en responder y llamó las cosas por su nombre: robo descarado, acto de piratería, agresión anunciada públicamente por el propio presidente estadounidense. Y no exagera. Trump ya había dicho en su campaña de 2024 que Estados Unidos debía “quedarse con el petróleo venezolano”. Lo dijo, quedó grabado y ahora, simplemente, actúa en consecuencia.

Esta operación encaja, punto por punto, en la estrategia de asfixia económica contra Venezuela y también, por carambola, contra Cuba.

Confiscar un petrolero de estas dimensiones no solo significa un golpe inmediato, sino también un mensaje para otras navieras: “si cargan petróleo venezolano, les puede pasar lo mismo”. Es un chantaje en toda regla, que busca paralizar las exportaciones del país y aumentar la presión interna.

Todo eso coincide —qué casualidad— con la ceremonia del Nobel de la Paz en Oslo, otorgado a la señora «opositora» que Washington utiliza, una y otra vez, como peón político para legitimar su ofensiva.

Mientras tanto, en ese mismo Caribe del siglo XXI fuerzas estadounidenses desplegadas en un alarde de poderío innecesario, destruyen embarcaciones y ejecutan a tripulantes civiles sin pedir siquiera identificación y con excusas poco creíbles. Trump incluso habló de “ataques dentro de territorio venezolano”. La amenaza es abierta. La intención, también. El peligro,crece por días.

Manipulación mediática: el otro frente de batalla

La Unión de Periodistas de Cuba lo ha denunciado recientemente con claridad. Hay una maquinaria entera —desde corporaciones mediáticas hasta plataformas como X, manejada por Elon Musk— trabajando para convertir a la víctima en agresor y al agresor en supuesto defensor de la democracia.

Se repiten los mismos titulares, los mismos guiones, las mismas matrices fabricadas para legitimar lo ilegítimo. Buscan convencer al mundo de que el despojo de los recursos venezolanos es una “medida necesaria”. Que la incautación de un petrolero es “rutina”. Que las sanciones son “por el bien del pueblo”. La misma receta usada en Irak, Libia y tantos otros escenarios donde lo que se buscaba no era libertad, sino petróleo.

La verdad siempre reflota: se trata de arrebatar por la fuerza los recursos energéticos de un país que no se somete. Intentan justificar el bloqueo, el robo de activos, el congelamiento de cuentas, la presión diplomática y ahora el asalto directo de un gran barco en alta mar.

La posición de Cuba: respetar el Derecho Internacional y la soberanía de los estados

Cuba ha reaccionado como siempre: con dignidad, con claridad y con solidaridad. El país caribeño condenó el asalto al Skipper y expresó su respaldo total al Gobierno venezolano. Su denuncia recalca el principio básico de que ningún país tiene derecho a imponer su voluntad por la fuerza.

El canciller Bruno Rodríguez Parrilla lo ha explicado una y otra vez: las acusaciones del llamado “Cartel de los Soles” son una invención del Gobierno estadounidense para justificar agresiones. Y el viceministro Carlos Fernández de Cossío lo advirtió con precisión: una agresión militar contra Caracas sería una violación gravísima que pondría en peligro la estabilidad de toda América Latina.

La unidad debe imponerse a la agresión

El mundo no puede mirar para otro lado. Si se permite que un país, solo porque es poderoso, decida asaltar barcos en el Caribe y “quedarse” con petróleo ajeno, mañana podrá hacerlo en cualquier parte. Si se normaliza el saqueo disfrazado de sanción, cualquiera puede ser la próxima víctima.

Cuba lo sabe, Venezuela lo sabe, y lo saben también los pueblos que han sufrido por años los ataques del imperialismo.

Por eso, hoy más que nunca, es necesaria la unidad internacional, latinoamericana y caribeña contra el nuevo acto de piratería yanqui.

Hay que denunciarlo alto y claro, con todas las letras: Estados Unidos no tiene derecho alguno a actuar como dueño del mundo, ni de los mares, ni de los recursos que pertenecen a otras naciones.

La historia enseña algo sencillo: los imperios siempre creen que pueden aplastar a los pueblos… Hasta que un día descubren que los pueblos se cansan y responden. Y el cántaro se hace añicos contra la fuente, en sus propias narices.

//kbm

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