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Pablo de la Torriente Brau, la huella imborrable de un revolucionario cubano

En la historia de las luchas por la liberación de Cuba y contra el fascismo internacional, el nombre de Pablo de la Torriente Brau inmediatamente salta luz. Periodista, revolucionario y mártir con una corta pero intensa vida dejó una huella imborrable en el compromiso con la justicia social y la defensa de la soberanía nacional.

Nacido en San Juan, Puerto Rico, en 1901, y criado en Cuba desde su infancia, De la Torriente Brau se forjó en el fervor patriótico de principios del siglo XX. Su quehacer en la lucha por la independencia de Cuba se enmarcó en la oposición frontal a la dictadura de Gerardo Machado.

Participó en la tángana estudiantil del 30 de septiembre de 1930; fue miembro del Directorio Estudiantil Universitario; y, en 1931, fundo el Ala Izquierda Estudiantil. Con su fuerte activismo político se convirtió en un líder estudiantil destacado, lo que lo llevó a sufrir prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, experiencia que narró con vigor literario y que consolidó su conciencia revolucionaria. Tras la caída de Machado, continuó su lucha contra los gobiernos entreguistas.

Su vínculo con el Realengo 18 es testimonio de su compromiso con los más humildes. En 1934, viajó a esa zona de rebeldía campesina en las montañas de Oriente, donde unos 2000 campesinos, liderados por Lino de las Mercedes Álvarez, se resistían con armas el desalojo de sus tierras. Allí, Pablo no solo fue un periodista que documentó la épica resistencia para el mundo, sino que se convirtió en un propagandista y defensor activo de su causa, al denunciar la represión y ayudar en la articulación de la solidaridad del resto del país la solidaridad con los agramontinos.

El periodismo fue su arma principal de combate. Con una pluma ágil, crítica y profundamente humana, colaboró en publicaciones como La Palabra, El Mundo y fundó la revista Resumen. Sus crónicas y reportajes, muchos recogidos posteriormente en libros como Presidio Modelo y Realengo 18, son piezas magistrales del periodismo de denuncia y compromiso, caracterizado por un estilo directo y una posición política nítida al servicio de los oprimidos.

El epicentro final de su lucha lo encontró en España. Al estallar la Guerra Civil en 1936, Pablo de la Torriente Brau partió hacia el frente para combatir contra el franquismo. Como corresponsal de guerra y comisario político del Primer Batallón Móvil de Choque, en las brigadas internacionales, encarnó el principio de la solidaridad internacionalista. Creía firmemente que la batalla contra el fascismo en España era la misma que se libraba en todo el mundo.

Precisamente, luchando por estas ideas fue cuando su vida trágicamente terminó, el 19 de diciembre de 1936, en la batalla de Majadahonda (Madrid), donde cayó en combate.

Pablo de la Torriente Brau no fue solo un hombre de su tiempo; es un símbolo perdurable. Representa la unión indisoluble entre el pensamiento antiimperialista cubano, la lucha por la justicia en el campo y la ciudad, y el deber de solidaridad con los pueblos del mundo. Su legado periodístico y revolucionario continúa siendo fuente de inspiración, al demostrar que las ideas por las que luchó y murió –la independencia, la soberanía y la dignidad humana– son eternamente vigentes y necesarias en estos tiempos.

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