Por: Alicia Cascaret
“Narcoterrorismo es una denominación que lleva en sí el peligro por la existencia de ciertos intereses hegemónicos, encabezados fundamentalmente por Estados Unidos, que han tratado de hacer una mezcla de dos conceptos que llevan en sí un análisis independiente. Por una parte, estamos hablando de narcotráfico y por la otra de terrorismo que son dos actividades completamente independientes y hay ciertos y determinados intereses que han logrado entrecruzar, mezclar estos dos conceptos”.
Así se refirió el invitado de esta semana en Mundo 20/20, el profesor Santiago Espinosa, del Centro de Investigaciones de Política Internacional, a lo que se le ha dado en llamar Narcoterrorismo.
Julio César Mejías, presentador habitual del programa, en su introducción apuntó: Durante los últimos años hemos escuchado cada vez con mayor frecuencia los términos NARCOTERRORISMO o simplemente TERRORISMO, incluso más recientemente, NARCOPARAMILITARISMO.
Todas las acciones ejecutadas por quienes son identificados como narcoterroristas están orientadas a lograr que la población en general entre en pánico y de paso poner en jaque a los Gobiernos para lograr sus objetivos, sea por motivaciones separatistas, étnicas, político-ideológicas y económicas. Incluso algunos analistas incluyen motivos religiosos, aunque esto último es rechazado por líderes de las diversas religiones y más bien los definen como extremistas.
Mejías citó al profesor Javier Oliva Posada, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, especialista en temas de defensa y seguridad nacional, quien considera que las etiquetas NARCOTERRORISMO O TERRORISMO no son un mero asunto de terminología. “En muchos casos, más que el interés por combatir la creciente criminalidad en diversos puntos del planeta, se califica como acciones de narcoterrorismo a sucesos que no involucran realmente a narcotraficantes o paramilitares. O viceversa, acciones a toda luz terroristas, se hacen ver como simples balaceras, quema de vehículos u otros delitos. Las consecuencias de estas ambivalentes narrativas pueden ser diversas y graves. Incluye entre ellas crear la imagen de fracaso y la carencia de gobernabilidad en unos casos para intentar o promover intervenciones desde el exterior en determinados países, o en otros casos justificar la presencia de bases militares como es el caso de Estados Unidos en varias naciones latinoamericanas para supuestamente contribuir a hacer frente a la violencia desatada por el crimen organizado y los grupos calificados por ellos como terroristas”.
Al ahondar en el concepto o el término de narcoterrorismo Espinoza se refirió a lo que algunos autores plantean como su primera aparición cuando el presidente de Perú Fernando Belaunde Terry, en los años del 80 al 83, luego del ataque a una estación de policía por Sendero Luminoso. Otros hacen alusión al embajador norteamericano en Colombia, en el año 1985, durante la presidencia de Belisario Betancur y el asalto al Palacio de Justicia por el Movimiento M19. Y con posterioridad, el presidente George Bush, en 2001, cuando los atentados a las Torres Gemelas.
El especialista del CIPI señaló al narcotráfico como fenómeno posterior a la caída del Muro de Berlín y como a partir de ahí comenzó a ser una amenaza a nivel global. Y agregó que se logró unir ambas concepciones luego del atentado terrorista del año 2001, el 9/11, el atentado a las Torres Gemelas, durante la administración de George Bush.
El especialista aclaró que los conflictos territoriales existen en todas partes del mundo y puso ejemplos de países interesados en desvincularse o separarse de determinada nación, como el caso de Escocia y, en particular Yugoslavia con los bombardeos masivos durante la administración de Bill Clinton, donde está probado que los servicios de inteligencia estadounidenses, británicos y alemanes utilizando el dinero proveniente del comercio de la droga, pudieron armar y organizar lo que se conoció como el ejército de liberación de Kosovo. Y la DEA ha determinado que el 80% de la heroína que entra a Europa lo hace a través del corredor de Kosovo.
En diversas ocasiones, grandes potencias como Estados Unidos y sus aliados de la OTAN definen como narcoterroristas o terroristas a grupos criminales, o más grave aún, a movimientos insurgentes cuyas acciones afectan sus intereses. ¿Qué consecuencias puede traer ello en el combate contra el terrorismo? ¿Con frecuencia diversas naciones y gobiernos rechazan ese doble rasero?
En ese sentido el estudioso del tema manifestó cómo los grandes centros de poder, la industria armamentista y los consorcios de armamentos obtienen grandes ganancias al dictaminar o señalar que un país o movimiento es terrorista, cruzada que se inició a partir del 2001.
“Una lucha desenfrenada contra el terrorismo que se inició a partir de una idea de Estados Unidos conformada y organizada por los tanques pensantes, eso complica más la solución de los conflictos, porque no se le da una solución política, sino que se criminaliza el conflicto”, enfatizó Espinoza.
Mejías acotó que movimientos sociales o movimientos revolucionarios en determinados países no necesariamente han estado vinculados a grupos criminales, sin embargo, las grandes potencias los han tratado de identificar con ellos.
En otro momento del programa Mejías dijo que, a finales de agosto y principios de septiembre del pasado año, el gobernador del estado de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva en la que se clasifica a los cárteles mexicanos como «organizaciones terroristas».
Además, envió una carta al presidente, Joe Biden, y a la vicepresidenta, Kamala Harris, en la que solicitó que los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, así como cualquier otro grupo dedicado a la producción de fentanilo, sean catalogados como «terroristas federales».
Sin embargo, tanto dentro como fuera de México no son pocos quienes piensan que se trata de una «demostración de fuerza», un mensaje que busca sembrar miedo, y que lejos de contribuir al combate al narcotráfico, encierra intereses no siempre beneficiosos para la nación mexicana.
“En los círculos académicos a eso se le ha dado en llamar la filosofía del miedo, a la hora de certificar a estos grupos como terroristas, ya estamos hablando de otra cosa”, expresó el analista del CIPI y recordó que país mayor consumidor de drogas en el mundo es Estados Unidos.
Al abordar la imagen que Estados Unidos quiere proyectar hacia el exterior sobre México los dialogantes refirieron que cada vez que México es testigo de una ola de violencia provocada por grupos de la delincuencia y el crimen organizado, desde Estados Unidos se genera la imagen de pérdida de rumbo o control por parte del gobierno. ¿Es real esta percepción o existe un doble rasero
En contraste Estados Unidos no hace alusión al envío de armas. “Entre 2020 y 2021 entraron más de 50 mil armas a México y el presidente López Obrador se opone a todos eso. Él está llevando una política dirigida al combate transparente contra las bandas criminales. Es más fácil criminalizar una nación. Hay una marcada intención de desacreditar al actual presidente”, reflexionó el invitado de Mundo 20/20.
Remarcaron que, en gobiernos mejicanos anteriores, aun cuando existían los carteles no se hacía tanto hincapié en el asunto.
A finales de 2021, el exparamilitar colombiano Daniel Rendón Herrera, conocido bajo el alias ‘Don Mario’, se declaró culpable de colaborar con una organización terrorista, al comparecer a una audiencia celebrada en la Corte Federal de Brooklyn, en Nueva York.
Espinosa dijo que Don Mario es solamente un peón en todo este juego. “Eso queda demostrado por investigaciones de académicos de diferentes latitudes que el narcotráfico genera mucho dinero, e incluso está demostrado que detrás del trasiego de armas, el narcotráfico genera ganancias millonarias; si tenemos en cuenta además que con el narcotráfico vienen aparejado también lo que se le conoce como delitos conexos: trata de blancas, lavado de dinero, secuestros… evidentemente las fuerzas paramilitares colombianas son un elemento esencial para que todas estas cosas se mantengan”.