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Nadie detenía los discursos de Fidel Castro Ruz

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La expectación era extraordinaria. Iba a hablar ante el plenario y el silencio se apoderó de la sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, había un «problema»: un cronómetro, en cuenta regresiva, marcaba cinco minutos, el tiempo asignado a cada orador.

Muchos se preguntaban, ante el probable aprieto, qué haría él, quien tenía el récord del discurso más largo en la ONU (de 269 minutos), pronunciado el 26 de septiembre de 1960.

La sorpresa de todos fue mayúscula ese 6 de septiembre de 2000 durante la Cumbre del Milenio. Tomó un pañuelo y tapó el reloj, lo que provocó una risa generalizada. Hasta sus enemigos más enconados sonrieron. Esos 300 segundos le bastaron para estremecer al auditorio.

«Cualquiera comprende que el objetivo fundamental de las Naciones Unidas, en el siglo apremiante que comienza, es el de salvar al mundo no solo de la guerra, sino también del subdesarrollo, el hambre, las enfermedades, la pobreza y la destrucción de los medios naturales indispensables para la existencia humana», expresó, entre otras verdades.

Así era Fidel Castro Ruz. Imprevisible, profundo, atrayente, con gran sentido del humor y un carisma pocas veces visto. Por supuesto que tenía sombras y cometió errores. Pero, al margen de ideologías, de detractores y adversarios, fue, como dijera Gabriel García Márquez, un «ser humano insólito».

Tomado de Cubaminrex.

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