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Luisa Campuzano: Las muchas identidades que uno puede tener (Primera Parte)

Por: Sergio Pérez Hernández
Hace unos meses recordé, en medio de una explicación en clase, el título de uno de los mejores libros de ensayo publicado en Cuba en la primera década del siglo XXI “Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios”. Lo hacía porque pensaba en su autora que, atrevidísima en su escritura, con un excelente discurso y siempre minucioso estudio de la literatura cubana, tampoco parece temerle o intimidarle en nada el gran omnipotente. Por ser tan inteligente, por ser una mujer tan estudiosa, es que se le asigna un protagonismo en la cultura cubana.

Doctora en Ciencias Filológicas, Profesora Titular de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, Directora de la revista “Revolución y Cultura”, Miembro de la Academia Cubana de la Lengua, desde los tiempos de la Loynaz, Premio Nacional de Investigación Cultural, entre otros muchos lauros que satisfacen su vida intelectual como ensayista y profesora, Luisa Campuzano posee un conocimiento cultural (literario, lingüístico, histórico) impresionante. Se está frente a ella como delante de una Minerva cubana, sin dejar de ser guerrera.

S: Luisa, pienso en aquel trabajo que publicaste en la revista Temas, por allá por el año 96, “Ser cubanas y no morir en el intento. Estrategias para sortear la crisis”, en el cual me detengo y especulo sobre la mujer, la madre, la profesora, la escritora que es Luisa Campuzano. Dime, ¿qué y cuánto ha significado para ti hacer una vida intelectual en Cuba?

L: Dados mis intereses, no podría hacerlo en otro lugar. Eso no quiere decir que no disfrute de otros lugares, que no entienda, no comprenda y no me interese muchísimo el hecho de que otras bibliotecas tienen muchísimos trabajos sobre Cuba, tienen libros extraordinarios. Y he tenido la posibilidad de disfrutar de becas, de estancias, dar clases en otras universidades y he podido leer mucho; pero sin estar en Cuba, sin vivir en Cuba, sin seguir toda la trayectoria del día a día cubano, es imposible trabajar la cultura cubana o es imposible trabajarla con la profundidad con que uno aspira hacerla, con todos los sentidos, no solamente con la razón; porque ser cubano no es un problema racional, ser cubano no es un problema literario, ser cubano es una de las muchas identidades que uno puede tener, una de ellas es una identidad nacional (que también está en proceso de negociación, porque no es lo mismo ser cubano ahora que haber sido cubano hace 50 o 70 años).

Yo soy una cubana que nació en los 40, soy una cubana que cuando triunfó la Revolución tenía 15 años, soy una cubana que ha vivido distintas etapas y en distintos lugares, y que ha descubierto, entre otras cosas, por haber trabajado en la Biblioteca Nacional con un genio como Juan Pérez de La Riva, cuando era muy jovencita, que ser cubana es uno de los grandes compromisos y uno de los grandes problemas que uno tiene que afrontar, porque -como decía Darcy Ribeiro- los cubanos somos un pueblo nuevo, todos hemos descendido de los barcos: unos descendimos de los barcos de los inmigrantes, de los conquistadores, y otros hemos descendido de los barcos de los negreros.

Aquí hay que, con esa mezcla tan complicada de explotador y explotado, crear un pueblo, crear una nación. Solo cuando uno entiende que es eso: descendiente de un esclavista o alguien que se benefició de la trata, o descendiente de los que fueron traídos en barcos como si fueran animales, cuando uno se da cuenta- y que con esos elementos, con esas formas de pensar, de sentir, de saber, de recordar y de olvidar (porque el olvido es una forma muy importante también de lograr tener otra memoria)-, solo así, cuando uno logra todo eso, puede sentirse plenamente cubano, puede asumir una nación compleja y sentirse dentro de ella, y descubrir dentro de ella las cosas que tiene que hacer.

S: Sé que diriges el Programa de Estudios de la Mujer en “Casa de las Américas”, ¿qué importancia tiene este programa socialmente? ¿Se va más allá de la literatura?

L: Se va más allá de la literatura, por supuesto, y tiene una gran importancia. Las mujeres somos la mitad y, a veces, un poquito más de la población humana; una mitad que ha estado siempre supeditada dentro de la cultura patriarcal en la que hemos vivido y seguimos viviendo, y que, de pronto, en el siglo XX empieza a asumir toda una serie de roles.

Hay mujeres excepcionales que, con anterioridad, en el siglo XIX, (y antes, como el caso de Sor Juana Inés de la Cruz) tuvieron un papel, un reconocimiento, el cual fue constreñido por una serie de ataduras, nuestra Gertrudis Gómez de Avellaneda, por ejemplo, y otras autoras también.

Pero el XX es el siglo en que las mujeres, después de todas las catástrofes, de la Primera Guerra Mundial, después de toda una serie de descubrimientos, de la aparición de diferentes modos de comunicarse, de socializar, la mujer empieza a aparecer, a hacerse visible. Y este es un proceso con el cual hay que contar y al cual hay que contribuir. Y el Programa de Estudios de la Mujer pretende eso en la Casa de las Américas: contribuir a una visibilización cada vez mayor de las mujeres; a que tengan un protagonismo y a que se descubra su protagonismo, pero, además, que tengan un protagonismo en ese propio descubrimiento; y a unir criterios, información, formas de abordar diferentes temas, por parte de mujeres de todos los lugares.

Nosotros hemos recibido, de todos los continentes, visitantes en los coloquios que organizamos hace más de 20 años, porque no hay nada mejor que conocer para reconocerse, si uno no conoce lo que sucede por otras partes, si uno quiere centrarse solamente en sí mismo, en sus problemáticas, es imposible conocer. O sea, el reconocimiento se basa en conocer. Y esa interacción nos ha servido de mucho en Casa de las Américas.

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