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La pandemia reta al capitalismo: vidas vs dinero

Como consecuencia del “quédate en casa” en los países capitalistas los consumidores de la clase media y alta dejaron de comprar los productos último modelo, que abarrotaban hasta el absurdo los mercados y los múltiples espacios y soportes de la publicidad.

 

Por: César Gómez Chacón

Allá a principios de los noventa, durante un encuentro de solidaridad con Cuba en Alemania, pidió la palabra una joven miembro de alguna organización de la izquierda europea. Vestía como la típica hippie, o como una campesina a la moda del siglo XVI. Su tesis la esbozó con gran vehemencia: “Si queremos acabar con el capitalismo, pues lo que tenemos que hacer es no comprar ni consumir más sus productos”. Se hizo silencio en la sala, luego un murmullo que pasó a ovación, era el aplauso a la ingenuidad, el premio a una bella locura. Al salir del lugar, después de una agotadora jornada de debates, varios miembros de la delegación cubana necesitaban comer rápido y barato. Antes de entrar a la McDonald’smás cercana, alguien sugirió: “caballero, fíjense que no venga la muchacha detrás”.

Tantos años después, y en medio de la pandemia por la COVID-19, parece que la bella hippie no era tan ingenua. Tal vez llevaba un poco de razón.

Como consecuencia del “quédate en casa” en los países capitalistas más y menos desarrollados los consumidores de la clase media y alta dejaron de comprar los productos último modelo, que abarrotaban hasta el absurdo los mercados y los múltiples espacios y soportes de la publicidad. Los grandes dineros para todo eso, salvo algunas excepciones, comenzaron a detener su flujo vital. Las compras de pánico y de necesidades urgentes tergiversaron hasta hoy el mercado.

Las compañías aéreas, las del turismo, las de muchos sectores claves de la economía mundial simplemente se paralizaron, una buena cantidad fueron e irán aún a la quiebra. Las bolsas financieras hicieron agua. Los empresarios de las pymes y del pequeño comercio informal debieron cerrar sus puertas a la callepor falta de clientes. El capitalismo comenzó a tambalearse. La crisis que ya venía anunciándose hace varios años, parecía adelantarse en tiempo y espacio.

Hoy, unos pocos meses después, y sin que el mundo encuentre ni la cura ni la forma de evitar la expansión y el azote del virus, que va y viene en forma de oleadas, el miedo al contagio y a la muerte comienza a dar paso a un miedo aún mayor: al descalabro de la economía mundial.

Es así como los gobiernos, comenzando por los países más ricos, ya no pueden mantener por más tiempo sus negocios cerrados. La presión a la caldera viene de las personas cansadas de las largas semanas en cuarentena, pero mucho más de los dueños de grandes, medianos y pequeños negocios en peligro de extinción. “Se acaba el dinero, se acaba la vida”, es el SOS más alto y claro.

No hay otra explicación a los repentinos y cada vez mayores “regresos a la normalidad”, intentos por ir dando el chance, primero a caminar por los parques, a coger aire fresco, a “desestresarse”… nada mejor que irse de compras… Bares, restaurantes y hasta hoteles ofrecen alternativas “antivirus”, las compañías aéreas ya venden boletos a destinos con fronteras aún cerradas…

Aparecen al unísono, como plaga maldita en las redes sociales y por todos lados, actores disfrazados de médicos, psicólogos de pacotilla, falsos sabios, fakenewseros de última generación… cada cual con su mentira bien pagada, que si debemos resignarnos a vivir con el nuevo coronavirus, que si no hacen tanta falta ya las medidas de aislamiento y distanciamiento físico, que si en el ambiente y hasta en nuestras mascotas hay muchos más virus, y la vida no se detuvo antes por eso… La locura a raudales. Y la COVID-19 afilándose de nuevo los dientes.

Y hablando de locura, un caso interesantísimo son los Estados Unidos. El señor empresario de la Casa Blanca nunca se dejó vencer ni convencer: primero el dinero, money is money, y también los ricos como prioridad, y después, si queda algo… los pobres, y más allá los inmigrantes, las minorías étnicas… Trump nunca puso sus barbas en remojo y hoy el imperio del Norte ostenta otro palmarés mal ganado: es el primer país del mundo en registrar un aumento de más de 2.000 muertes por coronavirus en un solo día, y ya superó el medio millón de casos, según los últimos datos de la Universidad de Johns Hopkins…

Estados Unidos se mantiene como foco de la pandemia y lidera el número de contagios en el mundo por delante de España, Italia y Francia.

En América Latina… En Brasil, Jair Bolsonaro, el clon más aventajado de Super Donald, le sigue de cerca sus pasos fascistas. El gigante suramericano acumula cifras records de muertos y contagiados por la enfermedad, y ya hoy exhibe su medalla como el tercer país en el mundo con más casos de COVID-19.

Salvemos el capitalismo. El dinero primero, repiten con énfasis los defensores del sistema, mientras se agarran de la baranda trasera del Titanic. No importan los llamados del Director General de la OMS en la muy actual Cumbre Mundial de la Salud: “Si no controlamos la pandemia, la economía jamás se recuperará”. Mucho menos parecerían importar las recientes reflexiones del Papa Francisco, quien una y otra vez advierte que “la batalla contra la pandemia es tiempo para eliminar las desigualdades y el virus del egoísmo”.

Según reportó esta semana la agencia Reuter, durante la reciente misa en la Iglesia del Espíritu Santo en Sassia, a las puertas del Vaticano, el Sumo Pontífice advirtió: “Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente… Ese “virus” –dijo- se difunde en la sociedad “al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí… No es ideología, es cristianismo”, afirmó Francisco.

Poco queda por decirse. La COVID-19 va más rápido que cualquier otro proceso social o político actual.

China afirma tener bajo control la epidemia, VietNam le cuenta los días, y la pequeña y bloqueada Cuba diariamente revierte a positivo las cifras de enfermos y fallecidos, y llegará su victoria más temprano que tarde.

El archipiélago caribeño brinda al mundo, y los Estados Unidos no quieren saberlo, medicamentos de primer orden para combatir la COVID-19, mientras reparte su experiencia y solidaridad por el planeta. Más de 2300 colaboradores, organizados en 26 brigadas médicas del contingente Henry Reeve, contribuyen hoy a la lucha contra la pandemia en 24 países del mundo, los que se suman a los más de 28 mil profesionales de la medicina que ya se encontraban en 59 naciones, según acaba de informar en la 73ª Asamblea Mundial de la Salud el ministro cubano del ramo.

A juzgar por estos datos, parece que el socialismo y la Revolución cubana  no están tan muertos como algunos afirmaban.

El capitalismo, por el contrario, debe seguir vendiendo McDonald’s a toda costa. Y… ¿Qué tal si no se las compramos?

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