Por: Idalma Moreno Baños
Con las primeras lluvias de marzo inició la migración de los cangrejos rojos en cuatro lugares cárcicos de Cuba: en Matanzas, al sur de Santi Spíritus, en la Isla de la Juventud y en la Península de Guanahacabibes.
Anualmente, la migración de jecarcinus rurícola o cangrejos rojos, debe comenzar en los últimos días de febrero con las lluvias de algún frente frío, a principios de marzo, o coincidente con los primeros aguaceros que anuncian la primavera. Las mismas se convierten en el factor activador, al ser lo que inicia la migración. Por muy pocas que sean las precipitaciones, en breve, comienzan a salir los crustáceos del bosque.
En los últimos años se ha visto afectada esta migración por los efectos del cambio climático en el archipiélago cubano, que ha traído afectaciones o atraso con las lluvias. Estos periodos largos de sequía han retrasado las migraciones de los cangrejos rojos y se consideran eventos anómalos. Por tal motivo, cada año la cantidad que salen es inferior.
En la Ciénaga de Zapata miles de artrópodos de este tipo inician su marcha desde los montes hacia las aguas de la Bahía de Cochinos para desovar, aunque el sitio más activo está entre Playa Larga y Playa Girón, que abarca unos 30 kilómetros de costa.
Lo mismo ocurre en Guanahacabibes , al recorrer kilómetros hasta llegar al mar, así como en la Isla de la Juventud y el sur de Santi Spíritus.
En esta primera migración son hembras y machos juntos, y es de activación. Después se retiran al bosque, y en un segundo momento vuelven a salir; es cuando ocurre la cópula.
En la tercera migración generalmente son las hembras que salen del bosque cargadas de huevos y van al mar a desovar. Ahí se sacuden y los huevos caen en el agua. Muchos de ellos forman parte de la cadena alimenticia al ser devorados por los peces pequeños que se alimentan de larvas o de estos. Los demás logran la reproducción, lo que garantiza la existencia de la especie.
Foto: Archivo
En ese instinto por la reproducción, los cangrejos rojos enfrentan un peligro potencial, y es el cruce de las carreteras por donde transitan vehículos. En el intento, cada año cientos de ejemplares terminan aplastados bajo las ruedas de autos o camiones que circulan por esas zonas. Los vehículos también sufren las consecuencias cuando sus neumáticos son pinchados por los cangrejos al volcar sus afiladas tenazas hacia arriba, hincándolas en el caucho.
Si bien es bonito contemplar un colchón rojo y negro sobre el pavimento, también es triste ver la estela de muertos en el asfalto que dejan los vehículos con el desagradable olor que queda en el aire.
El jecarcinus rurícola, por su talla, es más pequeño que el cangrejo blanco, y no se debe comer. En investigaciones realizadas se determinó el alto nivel de tungsteno que posee.
El tungsteno es un metal pesado que puede provocar en el organismo humano determinado trastorno a largo plazo en hombres y mujeres, como a los riñones, a las embarazadas, entre otras afectaciones por el material tóxico pesado que tienen en su interior.
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Ellos no son cangrejos de hacer huecos muy profundos, sino de vivir en el carso desnudo o diente de perro. Más bien se introducen debajo de las rocas del carso en pequeños orificios a diferencia del cangrejo blanco.
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En las zonas donde existen cangrejos rojos, en la temporada de migración, los habitantes del lugar cierran puertas y ventanas para evitar que entren, porque pueden romper prendas de vestir, vasos y otros objetos, así como molestar dentro de la vivienda.
El poblado costero de La Bajada es uno donde cada año se aprecia la llegada de los cangrejos rojos en su recorrido desde el bosque hacia el mar.