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Por: Idalma Moreno Baños
Cuenta la leyenda que, a mediados del siglo XVII, fue enviado a La Habana las riquezas de la Catedral de Mérida para su protección, pero la persecución por parte de los piratas, impidieron que las mismas llegaran a su lugar de destino.
Otros narran que eran dos embarcaciones las que navegaban, y el oro que portaban era para comprar armamentos. Lo cierto es que una de ellas fue perseguida y saqueada por los piratas, mientras la otra logró escapar. El tesoro quedó enterrado en una zona segura de los recónditos parajes del extremo más occidental de la isla caribeña.
Pedro D’ Celis de la Masa, miembro de la Filial de la Unión de Historiadores de Cuba en el municipio pinareño de Sandino, comenta que quedan pocas personas vivas que sepan de esos sucesos, pero las leyendas se cuentan de boca en boca como tradición familiar.
Hay quienes afirman que en el segundo galeón navegaba un fraile, quien logró atravesar la región, y moribundo por el hambre y la sed, llegó a la iglesia del poblado de Guane, dónde contó lo sucedido con los piratas y el robo de las riquezas que transportaba dicha embarcación.
Agrega que los piratas llegaban por mar en busca de refugio y lugar seguro para esconder el botín como recompensa de los asaltos a galeones españoles cargados de tesoros. Los recónditos parajes del lugar eran el sitio perfecto.
Abel Sosa Prieto, conocedor de la zona, argumenta que los piratas se adentraban en tierra también en busca de agua y leña para cocinar en las embarcaciones. Sostiene que los lugareños afirman la existencia de tesoros en la Península de Guanahacabibes, porque esos piratas se vieron perseguidos por las autoridades españolas o por corsarios, que eran los piratas disfrazados en aquella época y ellos escondían el botín en las tantas cuevas de la región.
Después volvían a alta mar y muchos morían en combates o sus navíos eran hundidos por otra embarcación o tormentas. Por tal motivo, esos tesoros quedaron ahí, sin que nadie sepa el lugar exacto. Por eso se cuentan historias de los tesoros escondidos en la península y de que ciertas personas han encontrado algunos.
Varios lugareños sostienen que en alguna de las tantas cuevas existentes o en la zona de Cabo Corrientes, se haya escondido el tesoro de la Catedral de Mérida y que aún no ha sido encontrado.
Pedro D’ Celis afirma que la Iglesia Católica lo sitúa en un lugar improbable porque el terreno no permite esconder ese tesoro por su gran tamaño. También habla sobre el hallazgo de botijas enterradas en cuevas y de cómo en 1939 un hombre llegó a la casa de su madre con monedas en los bolsillos contando que había encontrado una botija en el Cabo. Pero no pudo volver al lugar, porque la muerte se lo impidió en un accidente del tránsito.
De la cueva de La Sorda se tienen muchas leyendas que acaparan el interés de quienes las escuchan.
Hace años, en los acantilados, encontraron un busto de mármol en buen estado y era el rostro de una mujer de origen inglés.
Entre los misterios y mitos que envuelven a esa región, surgen las historias, unas verdaderas, otras rodeadas de fantasía y misterios. Lo cierto es que se han encontrado tesoros, pero ninguno de la magnitud al de la Catedral de Mérida, el cual sigue siendo un misterio el sitio donde lo escondieron. Razón por lo cual se considera que es el tesoro más buscado del mundo y nunca encontrado.
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