Foto: Jorge García / Pexels
Por: Yuniel Millán Acosta
La planificación de una ciudad, como el trazado de un mapa hacia lo desconocido, es un acto de reflexión: ¿a dónde aspiramos llegar con cada calle y edificio que añadimos? A mi parecer, la pregunta no es solo hacia dónde vamos, sino cómo nuestros espacios están construyendo quiénes somos y cómo vivimos.
El entorno citadino es algo más que estructuras de concreto y acero; es un lugar donde convivimos y prosperamos, o al menos donde anhelamos hacerlo. A medida que las urbes se expanden, la mente colectiva se enfrenta a una inquietud urgente: ¿pueden estos sitios convertirse en refugios inclusivos, seguros y sostenibles para todos?
Pensar en un desarrollo urbano que promueva la calidad de vida y proteja el entorno es un acto de imaginación consciente. Sin embargo, ¿es posible que todas las personas tengan acceso a una ciudad que respalde su bienestar y les ofrezca seguridad, sin importar su situación económica?
Este compromiso, no obstante, es más que una aspiración ética; es una necesidad que se prueba una y otra vez ante los desastres naturales que golpean las estructuras con creciente intensidad. Huracanes, terremotos, incendios y lluvias desbordantes nos confrontan con la realidad de la organización que hemos asumido.
Cada espacio resiliente es una manifestación de la voluntad del ser humano de proteger vidas y mantener las comunidades intactas, pero también la responsabilidad de una relación armoniosa con el entorno.
¿Hemos comenzado realmente a prepararnos para este reto a largo plazo?
En ciertos rincones del mundo, como Cuba, los desafíos de una planificación coherente sobre diseño de espacios son incluso más complejos, pues están enraizados en limitaciones materiales que ponen a prueba la inventiva y el ingenio local, o por decisiones no tan acertadas que van en contra de toda lógica.
Asimismo, el diseño urbano revela una historia de adaptación y creatividad, donde cada cambio expresa la fuerza y la resistencia de su gente. Pero, ¿hasta qué punto puede prosperar una zona habitable, sostenible y resiliente bajo condiciones tan exigentes? ¿Cómo hacer avanzar el urbanismo en un contexto de dificultades constantes?
Ante el complejo mapa que se dibuja para el futuro, la cuestión que subyace es la misma: ¿estamos preparados para construir, o crear, ciudades sostenibles que realmente acojan a todos?
En el marco del Día Mundial de las Ciudades, celebrado cada 31 de octubre, si bien no todas las preguntas tienen respuestas inmediatas, al menos este día nos invita a hacerlas.
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