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Escritura y comunicación digital

Por: Sergio Pérez Hernández

Los medios digitales y las nuevas tecnologías están cambiando el mundo. Y la escritura y la comunicación no escapan a este cambio: para sobrevivir deben adaptarse a las nuevas condiciones que las tabletas, los ordenadores o computadoras, los teléfonos móviles o celulares, o incluso los altavoces y los micrófonos denominados inteligentes, les imponen. Esta necesidad de adaptación es lo que ha originado el nacimiento de la escritura y la comunicación digital.

La escritura hoy

Los teléfonos móviles y los ordenadores, además de otros dispositivos de consulta y navegación, nos han convertido a casi todos en comunicadores que lanzan y leen mensajes en el espacio público. En la mayoría de los escenarios en los que se habla o se escribe actualmente, el público es muy amplio, mucho más que en otros tiempos. Vivimos un momento en el que la exposición de las manifestaciones de las personas es muy superior a ninguna otra época y en el que, además, se han universalizado distintos medios de comunicación.

Se pueden delimitar dos ámbitos muy diferentes en la comunicación digital: por un lado, aquel en el que las personas se desenvuelven en un entorno más coloquial (la mayoría de las redes sociales, aplicaciones como WhatsApp o ciertos usos del correo electrónico) y, por otro, aquellos que se desarrollan en un entorno público digital relacionado con lo profesional, lo académico, el periodismo o el entretenimiento (blogs, medios de comunicación, canales de vídeo). Estos dos contextos también delimitan códigos de comportamiento —y, por tanto, de lenguaje— muchas veces diferentes, que, por las propias características del universo digital, pueden verse entremezclados. El ámbito profesional suele seguir reglas similares a las que se han venido utilizando en la escritura convencional, aunque presente características específicas. En el coloquial, en cambio, se producen más variantes, y el control y seguimiento de normas suele ser más laxo. Los cambios en la escritura, la lectura y la conversación se dan a una velocidad nunca antes vista.

Existen también posibilidades tecnológicas nuevas en las herramientas digitales que hacen surgir nuevos modos, palabras y formas de expresarse desconocidas hasta la actualidad. El cambio, que, a su vez, se viene dando por la introducción y el uso de las tecnologías relacionadas con la Red y las computadoras, se traduce también en nuevas metáforas y en la incorporación de términos al idioma. La icónica máquina de escribir, herramienta fundamental de la literatura, el periodismo e incluso las universidades y las oficinas del siglo XX, ha sido sustituida por nuevos aparatos cuya potencialidad se ha multiplicado de manera exponencial. La versatilidad y el desarrollo continuo de las capacidades de los dispositivos que utilizamos para escribir los han convertido en una especie de navaja suiza con la que podemos grabar vídeos y sonidos, editarlos, hacer o tomar fotografías, aplicar filtros para mejorar las imágenes o usar aplicaciones para componer carteles con fuentes tipográficas de fantasía. Al estar disponibles todas estas herramientas, hoy se utilizan con normalidad y así muchos mensajes están compuestos al menos de una imagen más un texto cuando no únicamente de un video. La utilización de emoticonos es solo la punta de un iceberg del crecimiento del lenguaje visual que acompaña a los textos. Hay redes sociales de éxito basadas incluso más en el intercambio y la producción de vídeos o imágenes que en la escritura, aunque esta sigue siendo importante en ellas. En Instagram podemos encontrar mensajes textuales a modo de postales, eso sí, con tipografías floridas que las convierten en obras de diseño. Se han retomado los caligramas que componen frases inspiradoras. Aunque no tengamos especiales habilidades para la caligrafía o el dibujo, los distintos programas nos ofrecen plantillas preconfiguradas para hacer composiciones con variados tipos de letras.

Una nueva forma de leer

Los soportes en los que se lee hoy también han cambiado la forma de llevar a cabo esta actividad. Para empezar, la experiencia se produce en pantallas que emiten luz, a diferencia del papel, que la refleja. El dispositivo en el que leemos necesita del sentido de la vista, pero, a diferencia de lo que sucede con el libro de papel o el periódico, pueden ser útiles el oído, el tacto e incluso la capacidad de orientación, ya que los dispositivos son sensibles al movimiento. El tacto va más allá de sus funciones de pasar una página, puesto que es con los dedos como deslizamos los textos e imágenes en pantalla y como abrimos una aplicación, pero también interviene el oído, que nos avisa de la llegada de un mensaje o nos confirma que acabamos de pulsar una tecla, por no hablar de los desarrollos actuales de voz por computadora. Por otra parte, el dispositivo lector suele estar conectado a la Red, con lo que se añaden capacidades de actualización de las que no disponían sus antecesores.

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