
Texto y fotos: Vilma V. Hernández Vázquez
La Sinfonietta Duchesne Cuzán realizó un concierto en la Basílica de San Francisco de Asís, bajo la dirección del maestro y músico Igor E. Corcuera Cáceres. La afamada agrupación interpretó temas basados en un programa que incluyó obras del pentagrama de grandes hombres del género clásico, como Green Brook Suite, de Gustav Holst, Serenata para Cuerdas de Edward Elgar, Concierto para Oboe y Cuerdas de Ralph Vaughan Williams, y Sinfonía Simple de Benjamin Britten.
Fue un concierto ameno, con la maestría de Corcuera, quien comentó a esta reportera que dirigir y tocar en varias agrupaciones es un trabajo agotador, pero lo hace con entusiasmo porque ama la música. A pesar del desgaste, se siente satisfecho al ver al público disfrutar de los conciertos y busca transmitir buena energía y amor por lo que hace.
Este concierto de enero, denominado «Enero Inglés», tuvo como artista invitada a la oboísta Analiett Presno, quien debutó junto a la orquesta con sus mejores interpretaciones.
Explicó a esta periodista:
«Vengo tocando ya hace un buen tiempo con el maestro Igor Corcuera. Esta es mi primera vez con la Sinfonietta Duchesne Cuzán, haciendo un concierto bien difícil para el instrumento, que lleva una técnica y además del instrumento que pide rigor, pide bastante rigor, bastante dedicación, mucha concentración en escena y mucho acople con la orquesta, y ellos han sido fabulosos conmigo en esta ocasión, un acompañamiento extraordinario».
Además, comentó que:
«Con el maestro tuve el honor de estrenar un concierto en Cuba de un compositor español llamado Ferrer Ferrán, con la Banda Nacional de Conciertos, pues también pertenezco a la banda. El maestro Igor Corcuera me acompaña en distintas agrupaciones; para mí es todo un privilegio que siempre me piense, pues realmente el oboe en nuestro país está un poco más en el anonimato, así como solista y es un peso poderlo sacar para que las nuevas generaciones lo puedan ver, que vale la pena».
«Es un instrumento precioso, muy difícil en cualquier momento porque son muchas cosas: la caña, el instrumento, las zapatillas y la humedad de estos días pasados. El frío ha sido complicado y me puse un poco nerviosa de cómo va a ser el clima para la interpretación, pero realmente es un instrumento extraordinario con una sonoridad muy mágica y esta obra tenía mucho de eso, de poder dar ese halo de magia, de ir caminando hacia la música y que te hiciera remontar, eso es gratificante».
Había una niña en el concierto que vio parte del ensayo y me decía: «A mí me suena a algo campestre». Es que el concierto es campestre, sí, son los campos a lo que hace referencia la obra, y yo decía: «Qué bueno, porque es una niña que no es músico y si le da esa sensación es que lo estamos logrando».
-¿Cuáles serían tus metas futuras, tus retos como artista con un instrumento tan poco conocido?
Seguir haciendo mucho. He tenido la oportunidad de desdoblarme con varios tipos de formatos: en quintetos, en tríos de cañas, con la banda, con orquesta, con orquesta de cámara, seguir creciendo y seguir montando el repertorio para que los demás lo conozcan y conozcan la belleza del instrumento, que a pesar de que es muy sacrificado, es hermoso.
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