
Por: César Gómez Chacón.
El 13 de marzo de 1957 quedó en la memoria de los cubanos como una mezcla de sorpresa, heroísmo y arrojo sin par. Por pocos minutos los jóvenes del Directorio Revolucionario no lograron ajusticiar al tirano Batista en su propia madriguera. De haberlo conseguido, la historia de la Revolución cubana habría sido otra. Vale la pena recordar aquellos hechos, sus antecedentes y su trascendencia.
La Carta de México
El 29 de agosto de 1956 Fidel Castro Ruz, líder del Movimiento 26 de Julio y José Antonio Echeverría, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y máximo dirigente del Directorio Revolucionario rubricaron en la capital mexicana un documento histórico.
La Carta de México señalaba en su primer punto: “Que ambas organizaciones han decidido unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana.”
El comandante Faure Chomón, uno de los fundadores con Echeverría del Directorio Revolucionario, asaltante del Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, destacado jefe y combatiente contra la dictadura en las montañas del Escambray, y quien durante largos años –hasta su muerte en diciembre del 2019- asumiría importantes cargos y disímiles misiones gubernamentales, explicó durante una entrevista:
«Nosotros teníamos una concepción de la vía armada, la lucha de calle, que no era la que iba a desarrollar Fidel, la guerra de guerrillas.”
Un dato curioso: ese 29 de agosto de 1956, cuando firman la Carta, Fidel Castro y sus compañeros aún no han adquirido el yate Granma, y el Directorio Revolucionario de Echeverría no contaba con armamento suficiente para ejecutar acciones en las ciudades cubanas.
El plan, sus objetivos y los cómo
El ataque por sorpresa del Palacio Presidencial tenía como objetivo fundamental ajusticiar al tirano Fulgencio Batista. Descabezado el régimen, y en medio del desconcierto de otros jefes de la dictadura, se entregarían las armas de la guarnición al pueblo, que debía haber sido previamente informado y convocado por José Antonio Echeverría, a través de la emisora Radio Reloj.
Seguidamente, se tomarían puntos claves de capital, como el Cuartel Maestre de la Policía y otros con sus respectivos arsenales hasta dominar la ciudad. El plan preveía también la toma de la Universidad de La Habana, y desde allí dirigir la insurrección.
Desde el punto de vista militar, un comando de 50 hombres, bajo la jefatura de Carlos Gutiérrez, asaltaría el Palacio; otro grupo de más de cien hombres serviría de apoyo, tomaría los edificios que rodeaban la sede gubernamental, y dispararía sobre la azotea de esta con ametralladoras calibre 30.
El asalto y la traición
Dos automóviles y una furgoneta de la empresa Fast Delivery, donde va el grueso de los 50 combatientes, llegan a toda velocidad hasta la misma entrada del Palacio. A tiro limpio los jóvenes se desplazan rápidamente hacia su interior. Un grupo sube hasta el segundo piso en busca de la oficina del dictador, pero Batista, al oír los primeros disparos, ha escapado a los pisos superiores por una escalera interna que pocos conocían.
El combate se torna en extremo violento. La guarnición, recobrada de la sorpresa, reorganiza la resistencia desde los pisos superiores. Son abatidos muchos de los asaltantes, otros, sin experiencia militar, disparan sus armas hasta quedarse sin municiones. Es cuando deciden retroceder y acudir al apoyo de los refuerzos. Pero estos no están en sus puestos. Presas del miedo, los dirigentes del importante grupo han traicionado el plan.
Los asaltantes quedan se baten solos frente a las balas de los militares. Logran salir casi milagrosamente del recinto. A la carrera atraviesan parques, calles y se ocultan como pueden en varios lugares de la ciudad.
En las próximas semanas La Habana será una cacería. El punto culminante lo vivirán los muchachos ocultos en un apartamento del edificio de Humboldt 7. La masacre contra ellos será recordada años más tardes por la película “Clandestinos”.
“¡Pueblo de Cuba!”…
Son las 3:21 de esa misma tarde cuando Echeverría y su comando de unos pocos combatientes llegan en tres autos al edificio de la CMQ, la red cubana de radio y televisión. Suben hasta Radio Reloj y rompen la habitual monotonía en la cabina de transmisión. “Lee esto” dice José Antonio a uno de los sorprendidos locutores. Se escuchan tras el conocido toc toc tras las primeras y apresuradas noticas sobre el asalto a Palacio. De pronto se alza la voz emocionada del líder estudiantil:
“¡Pueblo de Cuba! En estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle cuentas, y somos nosotros, el Directorio Revolucionario, los que en nombre de la Revolución cubana hemos dado el tiro de gracia a este régimen de oprobio. Cubanos que me escuchan, acaba de ser eliminado” (…)
Un empleado encargado de las transmisiones, desde otro lugar, logra sacar del aire la emisora. Enterado, José Antonio emprende la retirada pero antes realiza unos disparos sobre el máster de la CMQ. Momentos después vuelve a escucharse solo el toc toc, toc toc…
Los tres autos del grupo salen embalados desde el edificio de la calle 23 en el Vedado. Se dirigen hacia la Universidad, el sitio previsto para reorganizarse y continuar hacia el Palacio. Muchas calles han sido cerradas, la máquina del líder estudiantil se separa de los otros dos carros y entra por una vía en sentido contrario al tráfico. Nunca debió suceder.
Ya está a la vista la colina universitaria, cuando una patrulla se cruza en el camino. Sin pensarlo dos veces, José Antonio abre la puerta delantera del lado derecho donde viaja y comienza a disparar contra los guardias, tantos eran sus deseos de combatir ese día… Segundos después una ráfaga de ametralladora lo hace caer. Muere desangrado junto a la acera, el revólver aún humeante a su lado.
La trascendencia y el homenaje constante de Fidel
Ese mismo 13 de marzo, en la loma de Caracas, en la falda de la Sierra Maestra, se encontraban Fidel Castro y sus compañeros del naciente ejército Rebelde.
En el acto por los 40 años del 13 de marzo, el Comandante en jefe de la Revolución cubana recordaba que entre las tres y treinta y cuatro de la tarde de ese día escucharon solo el toc toc de la señal de Radio Reloj y presintieron que algo extraordinario había ocurrido en La Habana. Posteriormente, comenzarían a llegar las noticias del asalto.
El 1ro de enero de 1959, con la huida del tirano, el Ejército Rebelde, tras dos años de combates en la Sierra Maestra, alcanzaría finalmente el triunfo revolucionario. Ese mismo 8 de enero, antes de entrar a la capital, Fidel desvió la Caravana de la Libertad para entrar al pueblo de Cárdenas y rendir tributo ante la tumba de José Antonio Echeverría.
En acto conmemorativo el 13 de marzo de 1962 el Comandante en Jefe ponderaría “su heroísmo”, “su grandeza”, “su gloria, porque fue expresión del sentimiento rebelde de la juventud universitaria del sentimiento generoso de aquella juventud”.
En 1997, el líder de la Revolución cubana calificaría los sucesos del 13 de marzo como “un acto de extraordinaria audacia y valentía, puesto que la capital de la república estaba llena de perseguidoras, de unidades militares, de carros blindados, de tanques, de aviación; las reacciones del enemigo eran impredecibles (…) Fue un ataque bien organizado…”
El 13 de marzo del 2002 Fidel expresó: “Ellos nos legaron el ejemplo con el que nuestro pueblo, día a día, pieza a pieza e idea tras idea, ha convertido a Cuba de colonia española primero y humillante dominio imperialista después, en la nación más independiente y libre de la Tierra.”
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