
Por: Adianez Salles
Trump lo ha dicho y Google lo ha confirmado: El Golfo de México, uno de los cuerpos de agua más importantes en el mundo, no solo debido a su biodiversidad, sino también por su relevancia geopolítica, ahora se llama, entre paréntesis, Golfo de América.
“Vamos a cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América. Es un hermoso nombre y es apropiado», prometió Donald Trump durante su campaña electoral y ya se ha reflejado en documentos oficiales del país norteamericano, e incluso en Google Maps, lo cual ha despertado el interés mediático por esta área geográfica.
Un texto del diario The New York Times, titulado «¿Quién controla el Golfo de México?» dice que aún cuando el gobierno del magnate ha cambiado el nombre del golfo, la mayor parte del cuerpo de agua se encuentra fuera de las regiones marítimas controladas por Estados Unidos.
Según cálculos de Sovereign Limits, una base de datos de fronteras internacionales, la nació norteña reivindica el 46 por ciento del golfo, mientras que México reivindica el 49 por ciento.
El Golfo de México tiene una historia de casi 500 años. Testigo de grandes expediciones y disputas, este cuerpo de agua fue una de las principales puertas de entrada al continente americano durante la era de las exploraciones.
Hoy día, de acuerdo con National Geographic, el golfo sigue siendo una arteria vital para el comercio internacional, especialmente para las naciones que lo rodean. Sus puertos, como los de Houston y Veracruz, resultan esenciales para el intercambio de mercancías, y su proximidad a los grandes mercados de América del Norte hace que sea crucial para el transporte marítimo.
De acuerdo con TV Azteca, la división territorial del golfo, está compartida entre México, Estados Unidos y Cuba; y sus zonas de explotación y control, siempre varías según los acuerdos internacionales.
Lo cierto es que este cambio de nombre ha causado gran polémica, e incluso el gobierno mexicano pidió en una carta al director ejecutivo de Google, Sundar Pichai, que corrija el área erróneamente llamada ahora como pide Trump, quien de hecho, prohibió a la agencia Associated Press la entrada al Despacho Oval y al avión presidencial hasta que adopte en sus informaciones la denominación ordenada por él.
Revuelo mediático aparte, para México la cuestión va más allá. La mandataria del país, Claudia Sheinbaum dice que la disputa es con Google, y así lo explicó en una de sus habituales mañaneras.
Lo que realmente hay que preguntarse es ¿qué hay detrás de todo esto? ¿qué hacer ante una comunidad internacional sin reglas y un Trump impredecible? Todo es, en esencia, una vieja práctica colonialista, como consecuencia del imperialismo cultural que ha ejercido Estados Unidos desde hace décadas, a través del star system de Hollywood, de la televisión, de los medios y de las redes sociales, como muestra de su “poderío”. Un poderío cada vez más decadente ante la innegable multipolaridad del mundo.