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El capitán que burló la muerte

La mística conexión entre el historiador Larry Morales Rodríguez y el protagonista de esta historia surgió desde el interior de una barbería del municipio avileño de Morón, cuando Larry tenía apenas 19 años. Sin esperarlo, su encuentro con la foto del guerrillero de pequeña estatura situada en el fondo del local sería el primer paso que despertaría su curiosidad, llevándolo a escribir el libro “El Vaquerito (jefe del Pelotón Suicida del Che)”.

“De este mártir se cuentan disímiles anécdotas en todos los rincones de nuestra Isla. El pueblo admira sus hazañas y su arrojo de valentía ante el peligro. Esos conceptos que lo envuelven son reales, pero, aun así, no dejan de ser ideas vagas y dispersas las que se tienen sobre él”.

Sus compañeros lo bautizaron como el “Vaquerito”, sobrenombre que lo identificó definitivamente en su llegada a la Sierra Maestra, cuando la heroína, Celia Sánchez Manduley le obsequió unas boticas mexicanas grabadas en blanco que contrastaban con su sombrero y sus pantalones corte tubo.

Quien más nos habló de este travieso personaje fue el Che Guevara. Caracterizándolo de una forma compleja y poética: “Demostraba que la realidad y la fantasía para él no tenían fronteras determinadas y los mismos hechos que su mente ágil inventaba, los realizaba en el campo de combate”.

Roberto Pedro Rodríguez Fernández “El Vaquerito”, nació en Los Hondones, Sancti Spíritus, el 7 de junio de 1935. Fue golpeado desde pequeño por la más extrema pobreza, por lo que tuvo que abandonar los estudios en el tercer grado para ayudar a sus padres. Esa misma miseria obligó a la familia a trasladarse a Morón, ciudad a donde llegó a los 11 años. “Casi no tuvo niñez, tenía que trabajar. Con solo nueve años fue ayudante de una vaquería en la finca Pozo Azul, en Venegas”.

Sentía gran afinidad por la Historia, no como ciencia, sino por la aventura que encontraba en ella. “Su abuelo, por parte de la madre, fue mensajero durante la guerra de 1895, le hacía muchos cuentos de los mambises. Toda aquella inclinación y simpatía que sintió desde niño por los patriotas, repercutieron después en su madurez”.

Con apenas 22 años de edad y condicionado por las constantes presiones de las fuerzas represivas del Gobierno de Fulgencio Batista, dirigió su andar junto a su compañero Rolando Fundora, en búsqueda de la guerrilla establecida en la Sierra Maestra. Su travesía se tornó una odisea de contratiempos, fueron más de 30 días sufriendo los embates del hambre y el cansancio.

“El jueves 25 de abril de 1957 se presentaron ante el mismísimo comandante en jefe del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro Ruz, para formar parte del Ejército Rebelde. Al principio no los querían aceptar dentro del movimiento por estar desarmados. No obstante, Roberto convenció al comandante y logró formar parte de las filas gracias a una larga y simpática arenga.”

Las capacidades tácticas y militares demostradas por el Vaquerito durante su participación en la lucha armada fueron extraordinarias. Así, alegre por naturaleza, combinaba esa cualidad con una firmeza de carácter a toda prueba, valor y tenacidad sin límites, que le captaron el respeto de los que le conocieron:

“Su servicio en la guerrilla estuvo marcado por su temeridad. En sus inicios se destacó como mensajero. Participó en varios combates, tanto en la Sierra como en el llano, donde destacan los del Uvero, Jigüe, Santo Domingo, Casa de Piedra y en el de la Providencia”.

Como parte de la Columna Invasora Número 8, Ciro Redondo, bajo las órdenes del Che Guevara, integró la invasión de Oriente a Occidente que extendería la guerra desde la Sierra Maestra a todo el país, en el verano de 1958, ofensiva final del Ejército Rebelde contra la tiranía de Batista:

“En dicha invasión, precisamente en la Sierra del Escambray, se consolidaron los lazos entre el Directorio Revolucionario 13 de marzo y el Movimiento 26 de Julio. Además, quedó constituido el Pelotón Suicida, teniendo al Vaquerito como su Capitán y jefe, acompañado de tres tenientes (Leonardo Tamayo Núñez, Hugo del Río Guerra, Emérido Meriño Peña) y más de 40 soldados bajo su mando”.

¿Qué era el Pelotón Suicida?

Un pelotón de hombres capacitados para realizar acciones de comando de forma rápida y eficaz cuándo fuese necesario, lo cual implicaba un alto nivel de peligrosidad para todos sus integrantes.

“La organización de dicho pelotón tuvo durante su corta, pero intensa existencia, su participación en la toma de los poblados de Fomento, Cabaiguán, Placetas, Remedios, Caibarién y la ciudad de Santa Clara, a la postre última gran batalla entre las fuerzas de Batista y los Rebeldes, donde la muerte lo encontraría”.

Cayó en combate el 30 de diciembre de 1958, mientras intentaba tomar la estación de Policía en la ciudad de Santa Clara. La causa de la misma, no sería otra que el mejor ejemplo de su carácter y forma de actuar: luchando en la primera línea de batalla. Ante la pérdida, del más valeroso de los capitanes, el Che, pronunciaría su icónica frase: “Me han matado cien hombres”.

“Estas palabras representan el concepto que tenía el Che Guevara del Vaquerito, al cual consideraba un hombre extremadamente valeroso en el combate, quien no respetaba las balas enemigas, siempre temerario, al extremo de jugar con la muerte”.

¿Cómo trasciende el Vaquerito a la actualidad?

Su figura trasciende a la actualidad por su poder de transmitir valores e irradiar valentía. Aun después de morir, cuando se estudia su figura, nos transmite ese sentimiento de luchar por lo que se cree. “El Vaquerito está cumpliendo hoy un rol importantísimo”.

¿Por qué?

Porque fue una persona muy práctica, de más acción que teoría, con los pies bien puestos sobre la tierra. Era un joven más propenso a la aventura que a la reflexión. En la actualidad es un paradigma para las futuras generaciones, quienes se sienten identificados por su figura a la hora de enfrentar los problemas.

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