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El bloqueo a Cuba o la política del empecinamiento

Por: César Gómez Chacón

Nuevamente, una vez más, desde hace más de treinta años, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba presenta al secretario general de la ONU su informe anual en el cual se expone de manera detallada el impacto negativo del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra la isla.

Como en las más de tres décadas anteriores, se trata de un documento amplio en el cual se detallan, acápite por acápite, tema por tema, las afectaciones sufridas por diversos sectores del país durante los últimos doce meses a partir de la presentación del informe anterior.

Objetivos claves de la economía cubana son anualmente impactados por esta acción de guerra impuesta por el imperio desde 1962, cuyas consecuencias afectan directamente al pueblo y a su bienestar, y entorpecen el desarrollo del país.

Para la elaboración de su informe, el MINREX cubano solicita a cada ministerio y organismo nacional sus datos exactos que son actualizados a lo largo del año que transcurre, y donde se describen ejemplos concretos de afectaciones a dichas instituciones y también a personas y familias concretas que han sufrido por la falta -por ejemplo- de un medicamento bloqueado que pudo salvar la vida de un niño con cáncer.

La persecución real a cualquier transacción comercial o financiera del archipiélago ocupa igualmente un lugar importante en el informe. La afectación en millones de dólares anuales como consecuencia de las medidas del bloqueo es contabilizada al dedillo por las autoridades de la isla y aparece en cada informe.

A su vez, la economía cubana ha sido severamente entorpecida por las sanciones impuestas por el gobierno estadounidense , recrudecidas como consecuencia de la inclusión del archipiélago en la lista de países que supuestamente apoyan el terrorismo, un «regalo» de última hora dejado por Donald Trump el 12 de enero de 2021, a pocas horas de abandonar la Casa Blanca, y que su sucesor Joe Biden no tuvo el coraje de enmendar.

No importa si cada año la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba por inmensa mayoría (187 votos a favor, 2 en contra y una abstención en 2023) la resolución «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba». La prepotencia imperial no hace caso alguno a este reclamo internacional ante lo que es calificado como el genocidio más prolongado de la historia.

De tal forma, la política del bloqueo comenzada por John F. Kennedy no solo se mantiene intacta hasta hoy, sino que ha sufrido tantos cambios y reforzamientos que ni siquiera ya está en manos de ningún presidente estadounidense la potestad de eliminarla sin la previa aprobación del Congreso.

Lo más interesante es que en los últimos meses ha crecido el reclamo de legisladores norteamericanos. Cuarenta y seis congresistas, muchos de ellos demócratas, le enviaron al presidente Biden una carta pidiéndole que se cumpliese la promesa hecha por altos funcionarios de su administración, entre ellos el secretario de Estado Anthony Blinken, de sacar a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo.

En junio de 2024, durante el 56 período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en una declaración conjunta, 123 países le exigieron otro tanto al gobierno yanqui, y el señor Biden se mostró más sordo que nunca.

Crecen igualmente las voces dentro de la sociedad estadounidense, incluidos los emigrados cubanos que apuestan por una relación normal con su país de origen.

En semanas recientes, el reconocido intelectual español Ignacio Ramonet envió una carta abierta al presidente Biden:

(…) Señor Presidente, semejante diseño agresivo, causante de tanto dolor y tanto calvario en la inocente población civil de Cuba, ha alcanzado este último decenio —como pudo constatarlo su propia esposa Jill Biden durante su recorrido por la isla en octubre de 2016— dimensiones de castigo inhumanas. El pueblo cubano carece de acceso a muchos bienes y recursos básicos: medicinas, alimentos, materiales de construcción, fertilizantes, energía, maquinaria industrial, piezas de recambio que no se pueden importar (…)

De nuevo, este y cualquier justo reclamo contra el bloqueo estadounidense a Cuba vuelven a ignorarse olímpicamente en la capital del imperio.

El poder real de quienes, tras «bambalinas», se benefician del negocio anticubano, sigue moviendo con éxito los hilos de la política en Washington. La fracasada política del empecinamiento.

 

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