Por: Leydis Luisa Mitjans
Miguel Viciedo Valdés, vicepresidente de la Asociación Cubana de Bibliotecarios y especialista principal de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena —perteneciente a la Oficina del Historiador de La Habana (OHCH)—, mira al futuro de las bibliotecas con optimismo.
«Es —recuerda— una opinión muy personal, pero no tengo dudas. Para mí, las bibliotecas no van a desaparecer». No lo hicieron con la imprenta, afirma, ni con el desarrollo científico-técnico posterior… y el tiempo le ha dado la razón. «Condenadas» ante cada «invento», han logrado sobrevivir como espacios a los que la voluntad política y cultural (en todo el mundo) no está dispuesta a renunciar.
Sin embargo, en el caso de Cuba, los retos no son menores: «Hoy tratamos con un público diverso, que tiene acceso a mucha información por sus propios medios. Por eso, las bibliotecas sin tecnología actualizada enfrentan un desafío. Requieren, además, de bibliotecarios capaces de ofrecer alternativas en un universo de posibilidades que trasciende el espacio físico»*.
En el país, la formación de bibliotecarios se estructura en tres niveles. Enseñanza técnica (accesible con 9no o 12mo grado). Licenciatura en Ciencias de la Información, impartida en la Facultad de Comunicación de La Habana y en otros centros de educación superior de la nación y con estudios de posgrado, que agregan una mayor especialización.
Tras completar estos niveles —y con la experiencia cotidiana entre libros, revistas e historias—, los bibliotecarios cubanos desempeñan funciones esenciales: gestión de colecciones, servicio al usuario, promoción de la lectura y actividades culturales, entre otras.
Precisamente la renovación de las bibliotecas, destaca Viciedo, surge del trabajo colectivo y las alianzas con otros espacios. «La Villena tiene convenios con escuelas de la Habana Vieja, con el Palacio de Pioneros y con el proyecto Aulas-Museos de la OHCH. Esto nos ha permitido acercarnos a las infancias y enriquecer su formación».
Inaugurada el 24 de febrero de 1960, «la Villena»—como se le conoce popularmente— es quizá una de las bibliotecas más bellas de Cuba. Su edificio, con una vista espectacular de la Plaza de Armas y sus alrededores, cuenta con amplias salas de lectura distribuidas en cuatro plantas, donde el silencio y la tranquilidad se funden con el paisaje y hacen del centro un espacio singular.
Este 7 de junio Cuba celebra el Día del Bibliotecario en homenaje al natalicio de Antonio Bachiller y Morales, primer bibliógrafo cubano. Con más de 380 bibliotecas en el país (24 en La Habana), la fecha reafirma la necesidad de preservar lugares donde el desarrollo del pensamiento crítico sea premisa fundamental.
«¿Qué tenemos sin bibliotecas? No tenemos pasado ni futuro», decía el escritor Ray Bradbury. Miguel Viciedo lo corrobora, pero al escucharlo es posible subir otro escalón: «¿Qué son las bibliotecas sin bibliotecarios? Un mar que nos desborda».
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