Por: César Gómez Chacón
Cumbre del G-77 y China en La Habana
Como un rayo de esperanza que apunta al presente y al futuro de los llamados países del Sur, y en pos de la supervivencia de la humanidad misma, la Cumbre del Grupo de los 77 y China, que se celebrará en La Habana los próximos 15 y 16 de septiembre, es mucho más que una cita para sonrisas y estrechones de mano.
El presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha afirmado: “Cada minuto cuenta en la búsqueda de soluciones a los acuciantes problemas de los pueblos”.
Por su parte, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien confirmó su presencia en la cumbre, señaló que “será de vital importancia para devolver a su camino los Objetivos de Desarrollo Sostenible (…) A menos que actuemos ahora, los (ODS) podrían convertirse en un epitafio de un mundo que podría haber sido.”
Reconocido en su momento en las Naciones Unidas como “la aplanadora”, porque cuando actúan unidos no hay fuerza que se les imponga, el Grupo de los 77 nació en 1964 en el seno del Movimiento de los Países No Alineados. Primero lo conformaron 77 países en desarrollo y con el tiempo se fueron sumando otros hasta llegar a la actual cifra de 134 naciones de América Latina, África, y el sur de Asia.
En 1992 al G-77 se sumó China, país que participa y colabora activamente de manera “externa” para que las naciones del Sur puedan articular y promover sus intereses económicos colectivos y mejorar su capacidad de negociación conjunta sobre los principales temas económicos internacionales.
Hoy el G-77 y China representan en su conjunto el 80 por ciento de la población mundial y más de dos terceras partes de la membresía de las Naciones Unidas.
Con el reto enorme que significa aunar la voz de naciones tan numerosas como diversas, el Grupo ha transitado por períodos cuando ha debido cambiar tácticas y estrategias para sobrevivir a los intentos de los países del Norte, encabezados por los Estados Unidos, para quebrar su unidad y sus justos reclamos.
Nadie mejor para explicarlo que el experimentado diplomático cubano Abelardo Moreno Fernández, actual asesor del ministro de Relaciones Exteriores del archipiélago, quien en una reciente entrevista publicada por el sitio Web Cubadebate, expresó:
“Los miembros del Grupo empezaron cada vez a tener mayor conciencia de que las instituciones del sistema económico que imperaba en ese entonces, habían sido creadas por los países capitalistas desarrollados para satisfacer sus propios intereses, y por ello las necesidades, las condiciones especiales de los países subdesarrollados se habían ignorado olímpicamente, y estos permanecían en una situación de pobreza y dependencia.”
El diplomático cubano afirma que los anhelos del G-77 por establecer un nuevo orden económico mundial, y desarrollar un diálogo Norte-Sur fuerte, que resolviera problemas concretos, se estrellaron una y otra vez frente al principal valladar: las presiones y ardides estadounidenses.
Otras trabas, donde se mezclan lo objetivo y lo subjetivo, como la falta de infraestructura de comunicación y financiamiento para promover la cooperación Sur-Sur, y la creación de subdivisiones internas que terminaron por atomizar al Grupo, han dado lugar a que en las últimas décadas al G-77 le resulte difícil llegar a acuerdos sobre los problemas más acuciantes, y sus decisiones mínimas no alcanzan para dar solución a las dificultades centrales y raigales que afectan a sus integrantes.
La propuesta cubana
Cuba, a partir de su incorporación en 1971 al Grupo de los 77, ha desempeñado un papel activo dentro de sus filas. Desde el 12 de enero de 2023, ha asumido de manera ejemplar su labor como Presidente Pro Tempore de la organización.
Con una diplomacia reconocida mundialmente, alabada por amigos y temida por enemigos, y en medio de conocidas dificultades, la pequeña nación caribeña aceptó el reto de celebrar la próxima Cumbre del Grupo.
Vencedora con fuerzas propias de la pandemia de la COVID-19, el archipiélago tiene mucho que aportar a sus iguales del Sur y de todo el mundo. Con su probada conducta negociadora, con el más amplio respeto al consenso, de manera inteligente y flexible, pero con firmeza en los principios, la nación caribeña sigue insistiendo en el fomento de la solidaridad y la cooperación internacional para apoyar y salvar el futuro de las naciones en desarrollo. Ese es el espíritu de la Cumbre.
En un mundo que intenta moverse con fuertes vientos en contra: crisis sistémica, pandemias, guerras, conflictos internacionales de todo tipo, hambre, pobreza extrema, cambios climáticos que amenazan la supervivencia de las especies y del planeta, donde impera la desidia internacional, y se renuevan formas de dominación y hegemonía… Cualquier esfuerzo es importante.
De ahí que la propuesta cubana a la magna cita lleva por tema los “Retos actuales del desarrollo: Papel de la ciencia, la tecnología y la innovación”, como aporte consustancial y enfrentamiento posible e imprescindible a los peligros actuales, y como pauta para la renovación del diálogo Norte-Sur, tabla de salvación para alcanzar el llamado de la ONU al “desarrollo sostenible”, que es hoy una triste quimera para la gran mayoría de la humanidad.
“Resulta paradójico que la ciencia, la tecnología y la innovación estuvieran en la primera línea de respuesta a la pandemia de la Covid-19, mientras que sus beneficios resultaban inalcanzables para los más necesitados”, expresó recientemente el presidente Díaz-Canel.
Ya antes, como si fuera para hoy, lo había advertido el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz:
“El Grupo de los 77 –afirmó el líder histórico de la Revolución cubana- necesita de una reflexión colectiva sobre cómo enfrentar las nuevas realidades mundiales para tener acceso al desarrollo, erradicar la pobreza, defender las culturas y ocupar el lugar que le corresponde en la toma de decisiones globales que a todos afectan”.
A las puertas de la Cumbre del G-77+China en La Habana, podemos afirmar (y parafrasear) con énfasis: El Sur… ¡También insiste!