El principal valor del filme de Oliver Assayas es que, fiel a la verdad histórica, resulta explícito en cuanto al derecho que asiste a los cubanos de infiltrarse en organizaciones contrarrevolucionarias del exilio de Miami y velar así por la seguridad de su país, acción vital para detener la ola de atentados terroristas de los años 90 del pasado siglo, bajo la complacencia del Gobierno estadounidense.
El filme está lejos de ser un manifiesto en favor «de la causa cubana», como alegan los recalcitrantes que nunca faltan, y desde el punto de vista artístico tiene aciertos y deficiencias (ya señalados en estas mismas páginas, en ocasión de su estreno durante el último Festival del Nuevo Cine de La Habana).
Pero la contrarrevolución vociferante no perdona, y así como llenó de diatribas el filme, y lo boicoteó en Miami sin verlo –solo conociendo que había sido presentada en el Festival de Venecia (2019) una historia sobre los Cinco Héroes–, ahora vuelve a rabiar con la exhibición, recién comenzada por Netflix, y reúne firmas entre la claque ardiente para clamar por su desaparición del escenario que propicia la máxima plataforma global de streaming.
«Queremos que Netflix elimine de su cartelera la película La red Avispa por daños y perjuicios», se exige de manera ridícula en un documento en el que también se expresa que la película «defiende a los espías castristas asesinos, sentenciados en Estados Unidos».
Viejos esquemas, reiteradas mentiras, patéticas posturas, no frente a una película vasta, polémica, reveladora, imperfecta, sino contra la verdad como una casa que de ella se desprende, y que los firmantes de la misiva –sin argumentos sólidos para discutir– pretenden borrar del mapa por todos los medios.