
Por: Nathalie Llopis y Alessandro Almedia (estudiantes de Periodismo)
Los bosques tropicales, ubicados entre los Trópicos de Cáncer y Capricornio, son ecosistemas milagrosos donde temperaturas cálidas (20-25°C), lluvias generosas y sol constante crean la mayor explosión de vida terrestre. Aunque cubren solo el 6% de la superficie del planeta, albergan más del 80% de las especies documentadas.
En un solo kilómetro cuadrado pueden coexistir más de 100 especies de árboles, junto a una asombrosa diversidad de fauna. Son farmacias naturales, bancos genéticos vitales y reguladores clave del clima global.
Cuba sí posee valiosos bosques tropicales, principalmente en sus sistemas montañosos: la Sierra Maestra, el Escambray, la Cordillera de Guaniguanico (Sierra del Rosario, Sierra de los Órganos) y la región de Nipe-Sagua-Baracoa. Estos bosques, muchos húmedos o nublados, destacan por su alto endemismo debido al aislamiento insular.
Albergan especies únicas como la palma real, la caoba, el pino cubano, la ceiba, el diminuto zunzuncito (ave más pequeña del mundo), las coloridas polimitas (caracoles) y el raro almiquí. Son esenciales para la captación de agua, la protección de suelos y la conservación de la biodiversidad única del archipiélago caribeño.
Sin embargo, estos paraísos enfrentan una amenaza global devastadora. Más del 10% de los bosques tropicales primarios (vírgenes) se perdieron entre 2002 y 2022. Cada minuto desaparecen áreas inmensas, principalmente por la conversión a agricultura y ganadería (soja, palma aceitera, pastos), la tala ilegal, la expansión de infraestructuras y los incendios.
Las consecuencias son catastróficas: extinción masiva de especies, aceleración del cambio climático (al liberar el carbono almacenado), alteración de los ciclos del agua y erosión de suelos, además del desplazamiento de pueblos indígenas. Cuba no escapó a esta crisis: antes de 1959, su cobertura boscosa se redujo a un crítico 14% debido a la industria azucarera, ganadería y tala indiscriminada.
Frente a esta urgencia, se actúa. A nivel global, se crean áreas protegidas, se impulsa la explotación sostenible certificada y se implementan acuerdos internacionales (Convenio de Diversidad Biológica, REDD+ para financiar conservación). Cuba es un ejemplo de recuperación: mediante un plan forestal nacional sostenido, ha logrado superar el 30% de cobertura boscosa, fortaleció su Sistema de Áreas Protegidas (SNAP) y promueve la agroforestería y la restauración ecológica.
Proteger los bosques tropicales no es opcional, es una necesidad vital. Nuestra existencia depende de ellos: regulan el clima, purifican el aire y el agua, son fuente de medicinas y alimentos, y albergan una biodiversidad irremplazable que enriquece el planeta.
Su futuro es nuestro futuro. Apoyar la conservación, consumir responsablemente y valorar estos tesoros verdes – como los de Cuba – es un imperativo ético para salvaguardar el latido mismo de la vida en la Tierra.
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