Estás aquí
Inicio » Destacadas

Barbados y el corazón herido de Cuba

Por: César Gómez Chacón.

Seawell… CU-455 -CU-455… Seawell. ¡Tenemos una explosión y estamos descendiendo inmediatamente, tenemos fuego a bordo!

Durante 49 años el pueblo de Cuba ha escuchado esta grabación como un puñal clavado en el pecho. Fue registrada por las cajas negras del avión DC-8 de Cubana de Aviación, derribado en pleno vuelo junto a las costas de Barbados, el 6 de octubre de 1976.

Es un testimonio desgarrador que estremece una y otra vez, pero que apenas describe la tragedia vivida por las 73 personas que iban a bordo del vuelo 455 (leer cuatro cincuenta y cinco) de la aerolínea civil cubana.

Cuatro minutos y 55 segundos fue exactamente el tiempo que medió entre la primera explosión bajo un asiento en la cabina de pasajeros, hasta que el avión, tras una segunda explosión, se desintegró sobre el mar.

Tras el primer estruendo inesperado, fluyeron en aquella trampa metálica la sangre y el dolor de los heridos, el fuego, las quemaduras, el humo, la asfixia, los gritos de pánico y la total desesperación… Fue un desenlace demasiado largo y pavoroso para aquellas 73 almas que viajaban en el vuelo 455 de Cubana.

De nada valió el esfuerzo descomunal de la avezada y valiente tripulación, ni el apoyo de los controladores aéreos de Seawell por hacer aterrizar aquella nave mortalmente herida. No se produjo el milagro, unas 8 millas y solo 3 minutos de vuelo faltaron para lograrlo. A la vista de bañistas y pescadores en las costas de Barbados fue consumado el mayor acto de terrorismo ocurrido hasta hoy en las azules aguas del Caribe.

Dos bombas arrancaron la vida a 73 personas, cuya edad promedio apenas rebasaba los 30 años, entre ellas 24 adolescentes y una niña de 9 años. Perecieron también todos los integrantes del equipo juvenil cubano de esgrima, que acababa de ganar todas las medallas de oro en el campeonato panamericano. Cincuenta y siete familias cubanas, 11 guyanesas y 5 coreanas nunca más volvieron a ser las mismas.

Solo los restos mortales de 8 cubanos pudieron ser recuperados del mar y enterrados en tierra patria.

 

Fue fácil dar enseguida con la identidad de los 4 principales encartados en los hechos. Fueron arrestados y enjuiciados en Venezuela Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano, ambos venezolanos y autores directos de la colocación de las bombas. Y Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles, autores intelectuales y organizadores del atentado, ambos de origen cubano, que desde mucho antes figuraban como terroristas en los expedientes de la CIA y el FBI.

Documentos desclasificados casi 30 años después confirman que la Agencia, el FBI y hasta el secretario de estado Henry Kissinger sabían con antelación de los planes de Posada Carriles y Orlando Bosch para derribar aviones de la nación caribeña.

El 9 de julio de 1976 (3 meses antes que el crimen de Barbados) una bomba explotó en una valija en el aeropuerto de Kingston, Jamaica. Dicha valija debió estallar a bordo de otro avión de Cubana, que por fortuna demoró 40 minutos en salir.

La CIA y el FBI tenían información pública y secreta más que suficiente para detener a tiempo a estos y a muchos otros terroristas de origen cubano que, en nombre de lucha contra el comunismo, actuaban impunemente, incluso, contra dichas agencias y contra la tranquilidad ciudadana en el propio territorio de los Estados Unidos y allende sus mares.

Fredy Lugo y Ricardo fueron sentenciados a 20 años de prisión. Pero Bosch Ávila fue finalmente absuelto debido a “defectos técnicos” por parte de la fiscalía. Posada Carriles guardó cómoda prisión durante ocho años mientras aguardaba una sentencia definitiva que nunca llegó. En extrañas circunstancias logró escapar de la cárcel y aparecer luego, como un vampiro a la luz del día, en territorio norteamericano.

Desde aquel fatídico 6 de octubre de 1976, Bosch y Posada Carriles burlaron, uno tras otro, año tras año, los tímidos intentos de la justicia. En su lugar, engrosaron con creces los expedientes de las agencias de aplicación de la ley de los Estados Unidos, y los órganos de seguridad de Cuba, Venezuela y muchos otros países.

Más y más bombas de su autoría explotaron contra objetivos civiles en diversas ciudades de América y Europa. Cientos de muertos, heridos y mutilados engrosaron la lista interminable de víctimas del terrorismo contra Cuba.

Posada y Bosh fueron constantemente homenajeados como héroes y se jactaron de sus “hazañas” ante los medios de prensa del sur de la Florida. Murieron ya ancianos en el nido de ratas de Miami, desde donde aún se fraguan diariamente planes terroristas contra Cuba.

Una frase quedó sembrada para siempre en el corazón herido de Cuba. Fue expresada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz el 15 de octubre de 1976 en la Plaza de la Revolución de La Habana, durante las honras fúnebres de despedida a las víctimas del crimen:

¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!

Deja una respuesta