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Fidel: legado vivo de la Revolución cubana

Hoy, Cuba pausa su ritmo habitual y late con fuerza para recordar con amor a quien encarnó su dignidad más profunda: Fidel Castro,  un líder que fue, ante todo, el alma de un pueblo decidido a conquistar su libertad.

A 99 años de su nacimiento, Fidel trasciende la categoría de figura histórica para convertirse en un símbolo vivo de resistencia, dignidad y compromiso con los pueblos oprimidos.

Este 13 de agosto, Cuba y el mundo reavivan su memoria no como un eco del pasado, sino como una presencia constante en las calles, escuelas, hospitales, hogares y en cada decisión soberana que defiende la independencia nacional.

Nacido en Birán en 1926, Fidel Castro se alzó como una fuerza transformadora en la historia de América Latina. Como líder de la Revolución cubana en 1959, encabezó un proceso que no solo derrocó una dictadura, sino que sentó las bases de un proyecto de justicia social; y en medio del bloqueo económico más prolongado de la historia moderna, bajo la mira constante del imperio, convirtió a Cuba en un faro de educación, salud y cultura accesibles para todos.

Su defensa inquebrantable de la soberanía marcó un antes y un después en la geopolítica latinoamericana al convertirse en voz firme contra el colonialismo, el neocolonialismo y la intervención extranjera; desde la solidaridad con África hasta su apoyo incondicional a los movimientos de liberación, Fidel demostró que otro mundo es posible y que Cuba –pese a su tamaño– puede ser gigante en principios.

A casi ocho años de su partida física, el pensamiento de Fidel Castro sigue más vigente que nunca. En cada niño que estudia en una escuela rural, en cada médico que parte hacia una misión internacional, en cada joven que defiende la Revolución, late el espíritu del Comandante.

En el actual contexto global —con guerras, desigualdades crecientes, crisis climática y avances del fascismo— se hace más urgente que nunca el legado fidelista: la necesidad de justicia social, la importancia de la unidad latinoamericana y la defensa intransigente de los derechos humanos como base de toda política.

Cuba, bajo el liderazgo del Partido Comunista y su pueblo organizado, sigue avanzando con sus principios como brújula. Las reformas económicas, la actualización del modelo socialista, la defensa de la identidad nacional y el impulso a la ciencia y la tecnología, todo ello se enraíza en la visión estratégica que él supo trazar.

Fidel no solo construyó un país distinto, sino que sembró ideas que germinan en nuevas generaciones. Jóvenes cubanos, formados en valores de solidaridad y compromiso, asumen hoy los retos del futuro con la convicción y confianza en las ideas del el Comandante.

En América Latina, donde gobiernos progresistas resurgen como respuesta a la crisis del neoliberalismo, se escucha su voz en cada discurso que aboga por la integración regional, la soberanía alimentaria y energética, y la justicia climática. Su ejemplo sigue inspirando a quienes luchan por una patria sin tutelas.

Y en el Sur Global, donde los pueblos claman por un orden internacional más equitativo, Fidel sigue siendo referente. Su defensa de la diversidad cultural, su rechazo a la hegemonía unipolar y su llamado a la paz son banderas que ondean en cada foro, cada protesta, cada sueño de emancipación.

Este 13 de agosto no es solo una conmemoración: es un acto de fe en el futuro. Fidel no pertenece al pasado; vive en cada escuela que abre sus puertas al saber, en cada hospital que salva vidas sin distinciones, en cada cubano que defiende con orgullo su Revolución.

Como él mismo dijo: «Los pueblos no olvidan. Y los pueblos saben agradecer». Hoy, Cuba y los pueblos amigos agradecen con hechos, con resistencia, con esperanza.

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