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“Fedia” Castro

Por César Gómez Chacón

En el distrito Sokol de Moscú, desde noviembre de 2022, un Fidel Castro de bronce y más de tres metros de altura sobre sus botas de campaña, mira sereno hacia el horizonte.

Es el homenaje del pueblo y del gobierno ruso a una leyenda que por 57 años abrazó a la Unión Soviética primero y a la Federación Rusa más tarde. Una historia que dejó huellas profundas en la vida de millones de personas unidas por sentimientos de amor, amistad y agradecimientos mutuos.

El triunfo revolucionario de 1959 y el inicio de la hostilidad desde los Estados Unidos encuentran al archipiélago caribeño en busca de un camino propio e independiente del dominio de la potencia norteamericana, y es en ese rumbo cuando se producen los primeros encuentros con una Unión Soviética, necesitada de aliados allende los turbulentos mares de la guerra fría.

Los nuevos dirigentes cubanos encabezados por Fidel Castro hallaron en los líderes soviéticos comprensión, sabiduría y espacios de diálogo en momentos de gran tensión internacional. En la URSS, la revolución de los barbudos en la lejana nación caribeña era motivo de verdadera fascinación popular. El antimperialismo se convirtió en causa común que tendió los primeros y más sólidos puentes de amistad y solidaridad.

La Crisis de Octubre en 1962 por la presencia de los misiles soviéticos en la isla rebelde puso al mundo al borde de la guerra nuclear. Fidel no vaciló en apoyar a sus nuevos compañeros en los momentos más tensos. Cuba estuvo dispuesta a recibir el primer golpe atómico por parte del imperialismo. La solución encontrada a la crisis por los gobiernos de Estados Unidos y la URSS trajo momentos de grandes tensiones entre el Comandante en Jefe y el entonces líder comunista soviético, Nikita Jrushov.

Este último hizo todo lo posible por saldar rápido y de la mejor manera aquellos episodios. En lo adelante, la Unión Soviética dio muestras fehacientes de comprometerse hasta el fondo con la pequeña Cuba. Los acercamientos abarcaron todos los terrenos de la economía, la ciencia, la salud, la educación, el deporte… Y por supuesto la defensa.

La invitación personal de Jrushov a Fidel para que visitara la URSS en abril de 1963 fue mucho más que un gesto diplomático. La historia recogió las imágenes del multitudinario recibimiento por las principales avenidas de Moscú y del acto en una Plaza Roja abarrotada por el pueblo.

Durante 38 días el Primer Ministro cubano recorrió importantes y estratégicos sitios en diversas regiones del gigante euroasiático, se le mostraron lugares a los que nunca había accedido visitante extranjero alguno. Fidel vio lo que nadie había visto.

Públicamente, recorrió fábricas, universidades, granjas colectivas y ciudades emblemáticas como Moscú, Leningrado (hoy San Petersburgo), Kiev o Volgogrado. Allí saludó a obreros, conversó con estudiantes y recibió el cariño sincero de la gente, que lo veía como el joven líder rebelde que había plantado cara a Estados Unidos.

Durante el periplo Fidel se reunió varias veces con Jrushov y con los principales dirigentes de la URSS, a veces por separado y durante paseos privados lejos de la prensa. Recibió solemnemente la medalla de oro y la Orden Lenin que lo acreditaba como Héroe de la Unión Soviética. Por primera vez el más alto galardón se colocaba en el pecho de un líder extranjero.

Las fotografías y filmes de la época lo recuerdan en otros momentos alegre como un niño grande, cuando lanzaba bolas de nieve, acariciaba al osito siberiano Baikal, o visiblemente emocionado cuando se estrechaba en abrazos con aquellos hombres y mujeres del pueblo soviético, que humildemente lo agazajaban con el rito del pan y la sal.

La Unión Soviética había ganado el corazón de un amigo sincero. Y Fidel supo cultivar esa relación durante las tres décadas siguientes.

Convertidos en aliados, tanto en el terreno de la diplomacia como en el militar, ambos países colaboraron con total confianza en la arena internacional, en apoyo a las causas de los pueblos del tercer mundo, y a los movimientos de liberación nacional, a lo cual se sumaron las trincheras comunes en diversas misiones internacionalistas.

Fidel volvió a visitar la URSS en más de diez ocasiones. Fue siempre recibido con el mismo cariño, tanto por el pueblo, como por sus principales dirigentes. El fortalecimiento de los vínculos económicos, políticos y personales estuvieron cada vez en la mesa de trabajo y fuera de ella.

En 1972, invitado por el entonces Secretario General del Partido Comunista de la URSS, Leonid Brézhnev, el Comandante en Jefe realizó un recorrido por regiones menos conocidas para el público internacional, como Siberia y el Lejano Oriente. En cada encuentro, Fidel insistía en la importancia de la cooperación, la formación de cuadros cubanos en universidades soviéticas y el intercambio cultural.

Sus varios encuentros con Yuri Gagarin, especialmente invitado a La Habana a festejar el 26 de julio en el mismo 1961 de su vuelo al cosmos, marcó una especial relación de Fidel con los cosmonautas y con otros muchos otros representantes de la ciencia soviética. A ellos se sumaron deportistas, entrenadores, asesores militares.

Su última visita oficial a la Unión Soviética fue en 1986, para asistir al XXVII y último congreso del Partido Comunista de la URSS, en pleno proceso de la “Perestroika” de Mijail Gorbachov. Aunque el contexto era diferente, Fidel mantuvo su posición de respeto mutuo y defensa de la soberanía.

El 26 de julio de 1989 el líder de la Revolución cubana avisoró lo que sucedería dos años más tarde: la desintegración de la URSS, que constituyó un duro golpe para Cuba y su pueblo.

Bajo su dirección, la isla caribeña mantuvo las relaciones con los sucesivos dirigentes de la nueva Rusia. Desde Moscú llegaban uno tras otros los mensajes de solidaridad y los fieles amigos de siempre.

Poco a poco se renudaron las visitas oficiales, se suscribieron nuevos acuerdos económicos y se mantuvo el apoyo mutuo en foros internacionales. Los vínculos tenían como principal sostén aquella historia y cariño compartidos. Fidel siempre defendió que la amistad entre ambos pueblos debía estar por encima de coyunturas políticas, y ese espíritu siguió guiando el trato entre las dos naciones.

Personalmente, recibió a la mayoría de los líderes rusos de tendencias diversas que llegaban a La Habana, y sostuvo con ellos intercambios fructíferos y amistosos. Siempre agradeció el apoyo incondicional de la URSS a la Revolución Cubana. Por motivos de salud ya no volvió a visitar Moscú.

Putin: la afinidad compartida

Fidel Castro y Vladimir Putin pertenecieron a generaciones distintas y vivieron contextos políticos muy diferentes. No obstante, lograron construir una relación personal marcada por el respeto mutuo y la proximidad de ideas.

Putin visitó Cuba por primera vez como presidente de Rusia en diciembre de 2000. En La Habana, sostuvo un largo encuentro con Fidel, que combinó conversaciones oficiales con intercambios más personales sobre historia, política y la necesidad de un mundo multipolar. Fidel lo recibió con la hospitalidad que reservaba a los amigos cercanos de Cuba, y desde entonces se estableció una comunicación fluida entre ambos.

En 2014, ya retirado de la vida política activa, Fidel recibió a Putin en su casa. Conversaron una vez más sobre temas globales, ciencia, alimentación y la cooperación bilateral. Las imágenes mostraron un trato cálido y sincero: sonrisas, abrazos y gestos de camaradería. El Comandante, en más de una ocasión valoró públicamente la firmeza del presidente ruso en la defensa de la soberanía de la Federación y su papel en el equilibrio internacional.

Vladimir Putin, por su parte, ha aprovechado cada tribuna internacional para ponderar el papel histórico del máximo líder de la Revolución cubana.

Aquel 22 de noviembre de 2022, al dejar inaugurado el monumento a su amigo en Moscú, el presidente ruso lo calificó como “uno de los líderes más brillantes y carismáticos del turbulento y dramático siglo XX, una figura auténticamente legendaria”. Destacó que toda su vida estuvo dedicada a «la lucha abnegada por el triunfo de las ideas del bien, de la paz y de la justicia, por la libertad de los pueblos oprimidos, por la vida digna para la gente común y corriente y la igualdad social».

Epílogo

Una fría tarde del año 1980, en la ciudad ucraniana de Lvov, iban como siempre bulliciosos varios cadetes cubanos de uniforme. Se les acercó, sonrisa mediante, aquel buen hombre, un viejo obrero de la otrora URSS. Quería saber de dónde eran los alegres muchachos. “Cubanos”, respondieron al unísono los tres jóvenes. “¿Cubanos?, no puede ser, si allí todos son oscuritos, como Teófilo Stevenson y ese cosmonauta que acaba de volar con Romanenko. No me engañen, que el único que no es negro ni mulato en Cuba es nuestro “Fedia” (diminutivo de Fiodor) Castro, que les mandamos allí para hacer la Revolución y defender a nuestra querida isla de la liberdad”.

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