
Por César Gómez Chacón.
Fotos: Cubadebate y Reno Massola.
Este Primero de Mayo no es solo una marcha más. Es un latido común, un eco de millones de pasos que resuenan nuevamente en la Plaza de la Revolución. En todas las plazas de los revolucionarios.
Son las banderas que no se rinden, las de la patria cubana, las del movimiento obrero, las del socialismo que defendemos a cualquier precio. Es el sol naciendo sobre los rostros curtidos por el trabajo y la esperanza. Es el pueblo cubano, entero, a lo largo y ancho de todo el país, que no camina por costumbre. Camina porque cree.
Hace exactamente 25 años, en este mismo día, Fidel alzó su voz y nos dejó un legado en palabras: «Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado…»
Y así, ese concepto se volvió brújula, se volvió escudo, se volvió promesa en boca del obrero, del joven, del campesino, del maestro, del médico y el militar, de la mujer cubana que cada día hace el milagro de la vida y de la resistencia.
Hoy, el concepto Revolución cumple un cuarto de siglo, y sigue vivo en la contienda patria, en la memoria, en el paso firme del que madruga para marchar, no por imposición, sino por convicción.
Porque no hay salario que pague la dignidad. Porque no hay bloqueo que bloquee la fe. Porque no hay adversidad que quiebre la raíz de una nación que sabe quién es.
Este Primero de Mayo, Cuba no desfila por rutina, desfila por lealtad. Desfila por sus mártires, por sus sueños, por los que están y los que vendrán. Por su historia única, esa que nació con el grito al machete, se hizo inmensa en las contiendas propias y las ayudas internacionalistas. Esa que tiene nombres propios como Yara, Baraguá, Moncada, Granma, Girón, Cuito Cuanavale.
Desfilamos definitivamente por la Revolución que late con ansias de combate y resiliencia. Por Céspedes, Martí, por Maceo, Gómez, Mella… por el Che, Almeida, por Celia, Vilma, Melba y Haydee. Desfilamos por el gigante, por ese invicto comandante, que nos enseñó a andar erguidos, a pensar con cabeza propia y corazón de pueblo. Por Raúl y los hombres y mujeres de la continuidad.
Y en la Plaza, resuenan las consignas del convencimiento. Más que pancartas, se levantan convicciones. Más que una multitud, es un mar de pueblo. Un pueblo que no se cansa de decir: ¡Presente! ¡Venceremos!
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