
Todos los cubanos tenemos un sentimiento bien guardado acerca de Raúl Castro, ese hombre inmenso que, junto a Fidel y toda una generación de jóvenes cubanos, no dejaron morir los sueños del Apóstol en el año del centenario de su natalicio y reiniciaron la lucha por la definitiva independencia de Cuba.
Este 3 de junio, abraza con firmeza, una amplia sonrisa y el corazón engrandeciendo su 94 cumpleaños, que aún le parecen pocos cuando subraya: “Creo fervientemente en la fuerza y el valor del ejemplo y la comprensión de mis compatriotas, y mientras viva estaré listo con el pie en el estribo para defender a la Patria, la Revolución y el socialismo». Y así lo ha hecho. ¡No se ha bajado del estribo!
En muchos sitios y publicaciones podemos encontrar la grandeza de su vida. Birán lo vio nacer, como el benjamín de Lina y Ramón. El amor a sus padres, la preocupación por su familia, hacen de él un hombre de sensibilidades y de amigos eternos. Un hombre que combate, exige y cumple promesas.
Fidel y Raúl: hermanos de sangre e ideas
“Raúl es mi hermano doblemente: hermano en toda esa lucha y hermano en las ideas. Pero Raúl no ocupa un cargo en esta Revolución porque sea mi hermano de sangre, sino porque es mi hermano de ideas y se ha ganado ese lugar con su sacrificio, con su valentía, con su capacidad”, así afirmó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el año 1977.
Dicen que en una ocasión Fidel se emocionó tanto hablando de Raúl que no pudo más que pararse en la sala mientras su hermano le decía: “Comandante en Jefe, ordene”. Aquel día terminaron en un abrazo con los ojos cerrados, en lo que pudo parecer un año. Pero antes, mucho antes de ser los líderes históricos de nuestra nación, como dos hermanos cualesquiera, también se tiraron almohadas jugando en su cuarto.
Pocas veces se separaron. La admiración, el respecto, el cariño y la lucha no los dejaron. Raúl, desde el inicio, compartió el criterio sustentado por Fidel de que la lucha armada era la única salida a la situación creada por el golpe militar del 10 de marzo de 1952, y se integró a las actividades de preparación del movimiento que este había fundado, sin dejar de actuar en otras direcciones.
Participaron juntos en el asalto al Cuartel Moncada. Luego, en las sesiones del juicio, el joven Raúl asumió una posición, expuso su punto de vista político, coincidente con los postulados de Fidel en su alegato “La historia me absolverá”, que pronunciara días después. Mucha lucha los uniría después: Isla de Pinos, México, el Granma.
El 18 de diciembre de 1956 marcó –quizás- uno de sus reencuentros más memorables en Cinco Palmas. Después de un fuerte abrazo y días separados luego del desembarco del yate Granma, tuvo el memorable intercambio de frases:
¿Cuántos fusiles traes? – preguntó Fidel.
“Cinco” – respondió Raúl.
“¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!”- sentenció Fidel.
Raúl es Raúl….
Ese hombre grande, fiel, impetuoso y líder, por mencionar algunas de sus glorias, guarda en sí las más nobles y hermosas cualidades que se hayan conocido: su sentimiento humano, el amor a la familia, a los niños y a la dignidad del hombre, porque Raúl es un extraordinario ser humano, es Raúl.
Aunque arropa muchos atributos que también poseen muchas personas, él tiene las suyas propias en una conjugación exacta de grandeza y sobriedad, fuerza y razón, sencillez y nobleza, amor y devoción, sensibilidad y ternura, que lo hicieron crecer en las contiendas.
Con paciencia e inteligencia logró liberar de las garras imperiales a nuestros Cinco Héroes, cumpliendo la promesa de Fidel de que volverían. Es el que ha signado con su estilo una amplia y dinámica actividad en las relaciones exteriores cubanas, dirigió personalmente el proceso de conversaciones y negociaciones que tuvieron como fin el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.
El Presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez expresó “fue el que condujo al país en medio de grandes desafíos y agresiones mientras enfrentaba la enfermedad y la muerte de su amada compañera de vida y de luchas, nuestra extraordinaria Vilma, con quien compartió la pasión por la Revolución y fundó una hermosa familia. En ese mismo periodo sufrió la enfermedad y el fallecimiento de su principal referente en la vida revolucionaria, además de su jefe y hermano, el compañero Fidel, a quien ha sido leal hasta las últimas consecuencias”.
Precisamente, durante la presentación del Informe Central en el VIII Congreso y al concluir sus funciones como Primer Secretario del PCC, dijo: «Nada me obliga a esta decisión, pero creo fervientemente en la fuerza y el valor del ejemplo y en la comprensión de mis compatriotas y que nadie lo dude, que mientras viva estaré listo, con el pie en el estribo, para defender a la Patria, la Revolución y el Socialismo».
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