
Por: Leydis Luisa Mitjans
«La maternidad será deseada, o no será». Lo repetimos. Todos los días y en todas las tribunas. Lo repetimos para defenderlo, porque en tiempos de polarización y de barbarie el «espacio cuerpo» está en amenaza constante. Sin embargo, se nos olvida que la maternidad deseada puede no ser, que el camino hacia ella a veces es largo, doloroso, agotador, y que en no pocas ocasiones nos coloca frente a los límites del deseo.
El 4 de junio se reconoce como Día Mundial de la Fertilidad. La fecha tiene el objetivo de educar y hacer frente a los tabúes y prejuicios relacionados con la infertilidad, definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “una enfermedad del aparato reproductor (masculino o femenino) caracterizada por la imposibilidad de lograr un embarazo clínico después de por lo menos 12 meses de relaciones sexuales frecuentes (mínimo 3 veces por semana) sin protección con métodos anticonceptivos”.
Intentos, pruebas, tratamientos, esperas. Ilusiones y fracasos. Intentos, pruebas, tratamientos, esperas. Ilusiones y fracasos. El “milagro” o la resignación. Desistir o volverlo a intentar. En medio, la gente que pregunta, la gente que juzga, la gente que culpa.
Falta de ovulación, calidad de los óvulos, endometriosis, fibromas uterinos o las trompas de Falopio bloqueadas son algunas de las causas más frecuentes de problemas de fertilidad en las mujeres. En los hombres, bajo recuento de espermatozoides, ausencia de ellos, baja movilidad o que estos no se han formado de manera adecuada, problemas hormonales o de eyaculación, entre otros.
Para las mujeres el embarazo sigue siendo un mandato. La naturaleza nos “prepara”, la sociedad nos exige y el mercado laboral se diseña para que no estemos en el grupo de los “imprescindibles”. Los hombres terminan de “pulir” su masculinidad, una vez logren fecundar el óvulo (lo que pase después, ya no es su “culpa”) … Así funciona —a grandes rasgos– el esquema de lo hegemónico: heteronormativo, blanco, patriarcal. Un esquema que, lógicamente, no concibe otro plan posible.
Y en parte, también por eso muchas veces a las consultas de fertilidad se llega con miedo, con un castillo a punto de desmoronarse sobre los hombros.
“A pesar de la magnitud de este problema, las soluciones disponibles para prevenirlo, diagnosticarlo y tratarlo (como las técnicas de reproducción asistida, entre ellas la fecundación in vitro) continúan sin recibir suficiente financiación y resultan poco accesibles para muchas personas debido a su elevado costo, el estigma social y su escasa disponibilidad. En la mayoría de los países, son los propios afectados quienes, en gran medida, pagan estos tratamientos, que suelen ser muy costosos”, refiere la OMS.
Cuba: El reverso de la moneda
En entrevista ofrecida en el año 2021 al diario Granma, el doctor Roberto Álvarez Fumero, entonces a cargo del Programa de Atención a la Pareja Infértil del (Ministerio de Salud Pública (Minsap) destacó que desde la creación del Programa, en 2016, existen en el país cuatro centros territoriales de reproducción asistida de alta tecnología: uno en Holguín, otro en Cienfuegos, otro en el Hospital Ramón González Coro de La Habana y el cuarto está en el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras, también de la capital, a donde acuden parejas de todo el país, por las técnicas específicas que solo se ofrecen allí.
Para el Programa 2020 resultó un año significativo, con 7 027 embarazos, la mayor cifra alcanzada a partir de su creación. Mientras que en 2022, con la aprobación del Código de las Familias, complementado con el Reglamento para la reproducción asistida, se abrieron otras posibilidades y se reconocieron los derechos de un grupo de personas, excluidas antes de la entrada en vigor de la nueva normativa.
«Hemos recibido quejas e insatisfacciones de personas que nos piden dar prioridad al Programa de Reproducción Asistida (PRA). Es bueno significar que el Programa Materno Infantil en nuestro país es priorizado, no solo por la necesidad de aumentar la natalidad, sino también por el bienestar de las familias cubanas y por tanto el PRA es también de especial atención para el Minsap», explicó a Bohemia la doctora Dayana Couto Núñez, especialista de Segundo Grado en Ginecología y Obstetricia y funcionaria del Departamento Materno Infantil del Minsap.
Prioridad que resalta en un contexto de limitaciones de Cuba en acceso a divisas, a tecnología de punta o a los medicamentos necesarios para estos y otros tratamientos. En tanto, existen otros desafíos, asociados a los tratos que ofrecen algunos de los profesionales vinculados en estos procesos, que van desde la atención primaria de salud, hasta la terciaria.
¿”Quién te mandó a esperar”? “Abortan y luego quieren parir”. “Eso es lo que trae juntarse con un/a viejo/a”. “Cambia que eso no sirve”… Estas son algunas de las expresiones —con suerte, no tan comunes— que han escuchado quienes han vivido estos procesos, en una tremenda demostración de falta de ética, pero, sobre todo, de de empatía en un sector que también puede ser violento y al que también hay que educar.
La infertilidad —como experiencia íntima, pública y política— exige avances médicos, transformaciones estructurales y cambios de narrativas, porque las historias de vidas no caben en estadística de “éxito” o de “fracaso” hay historias que merecen ser escuchadas sin juicios. Porque cuando hablamos de fertilidad, hablamos también de libertades, de derechos, de renuncias.