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“Fue un gran orgullo ser el chofer de Fidel en Las Villas”

Por: Mariley García Quintana. 

Para Saturnino Martín González volver a sentarse al timón del jeep verde olivo fue recordar las décadas y los kilómetros recorridos por la entonces provincia de Las Villas, junto al Comandante en Jefe Fidel Castro, una misión que llegó a sus manos por una de esas “casualidades del destino” y que le deparó la mayor satisfacción de su vida profesional.

Como parte del lanzamiento del programa de actividades que se desarrollará en Villa Clara por el centenario de Fidel, el octogenario combatiente del Ministerio del Interior llegó a la Cabaña de Trabajo del Líder Histórico de la Revolución Cubana, allí donde lo acompañó tantas veces, y donde se conserva en perfecto estado aquel jeep militar veterano de mil batallas.

“En 1966 yo era un joven soldado, en otras funciones de trabajo, el Comandante venía por esos días a chequear la construcción de obras importantes de aquellos primeros años de Revolución, y el chofer que tenía asignado tuvo problemas familiares muy complejos, entonces me asignaron a mí esa responsabilidad porque yo me conocía muy bien las carreteras de la provincia”, cuenta Saturnino, de pie junto a su jeep.

Así, el joven oficial y ahora también chofer, tuvo su primer encuentro con Fidel en un recorrido para supervisar el proceso de la naciente industrialización en Cienfuegos, un momento que califica de “impresionante”, por lo que representaba estar cerca del hombre, del líder, del símbolo.

“Aunque luego de ese inicio fueron muchísimas las horas al timón con él al lado, para mí siempre fue muy muy impactante, nunca perdí ese nervio, esa tensión que traía consigo la altísima responsabilidad de tenerlo cerca”, comenta Martín González.

Saturnino estuvo en el equipo de trabajo que acompaño y cuidó a Fidel hasta su última visita a Santa Clara, y de esos años sería imposible contar tantos momentos inigualables: las inundaciones en Jibacoa en 1996, los ciclones, la inauguración de obras, fábricas, hospitales, escuelas, pero sobre todo, el intercambio con el pueblo que salía feliz a saludarlo a cada carretera por la que pasaban.

“Por eso al Comandante le gustaban tanto los jeeps, normalmente nos movíamos en caravana de tres vehículos, porque en los otros carros la visibilidad era menos, y él disfrutaba ir observando los caminos, los pueblos, y de pronto pedía bajarse en cualquier lugar que veía en pleno recorrido”, explica el combatiente.

Así era él, una persona tan cercana y tan amable, a pesar de sus tantísimos compromisos, lo mismo paraba para conversar con un médico que con un campesino que con una anciana ama de casa, por eso la gente no lo olvida y yo eso lo vi y lo viví”, confiesa Saturnino.

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