
Por: César Gómez Chacón.
La historia vuelve a repetirse. Esta vez como tragedia. El reciente ataque de Estados Unidos contra instalaciones nucleares en Irán, ejecutado unilateralmente, sin declaración de guerra y sin autorización del Congreso, ha generado no solo una inmensa condena mundial, sino también un coro de voces serias que al interior de la potencia agresora preguntan ¿cuántas veces más?
El senador Bernie Sanders tan pronto conoció la noticia subrayó que se trataba de un acto inconstitucional, que viola el derecho internacional y reaviva un patrón histórico de intervenciones unilaterales por parte de los mandatarios estadounidenses. “Un presidente no puede arrastrar al país —y al mundo— a una guerra sin el consentimiento del Congreso”, subrayó el ex candidato presidencial.
Saga de agresiones de espaldas al control legislativo
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, numerosos inquilinos de la Casa Blanca han recurrido a acciones armadas unilaterales sin consultar al Congreso, que –según la Constitución– es quien tiene el poder de decidir si Estados Unidos se involucra o no en una contienda bélica.
En 1950 el presidente Harry Truman envió tropas a la península coreana. Lo hizo formalmente bajo la bandera de Naciones Unidas, pero sin la declaración de guerra por parte del Congreso. Este precedente inauguró la práctica del llamado “compromiso militar limitado” sin la debida autorización legislativa.
Durante la agresión a Vietnam y la cruenta guerra que se extendió entre 1964 y 1973, el presidente Lyndon B. Johnson y su sucesor en el cargo, Richard Nixon, escalaron la intervención en el país del sudeste asiático sin una declaración de guerra formal. La agresión incluyó bombardeos secretos en Camboya y Laos.
En 1983 Ronald Reagan ordenó la invasión a Granada con más de 8,000 efectivos yanquis, la justificó como una acción para proteger a ciudadanos estadounidenses en la isla caribeña. El Congreso se enteró por la prensa.
En 1989 George H. W. Bush lanzó la operación “Causa Justa” para derrocar al general Manuel Noriega, un egresado de la Escuela de las Américas. Panamá fue agredida por sorpresa, otra vez sin consulta previa al Congreso.
En 1999 el presidente Bill Clinton, amparándose en resoluciones de la OTAN, ordenó bombardeos de sus pilotos del bloque militar sobre Serbia y Kosovo. Yugoslavia fue atacada sin autorización expresa del Congreso.
En el 2003 George W. Bush con el pretexto de que Irak poseía armas de destrucción masiva, consiguió una resolución de autorización para el uso de la fuerza contra Irak, pero actuó sin una declaración de guerra formal, y posteriormente extendió las operaciones militares en otros países de la región. Las armas nunca aparecieron.
En el 2011, Barack Obama, invocando oscuras razones humanitarias, ordenó bombardeos aéreos contra Libia bajo la sombrilla de la OTAN, sin debate ni autorización formal del Congreso.
Entre el 2017 y el 2018 Donald Trump bombardeó Siria tras un supuesto ataque químico, que nadie pudo probar. Lo hizo sin aprobación legislativa previa.
Ahora el patán Trump ataca Irán con acusaciones infundadas de que el país persa produciría armas nucleares. Nuevamente se revive el patrón del unilateralismo y se dispara directamente a la nuca del Congreso norteamericano. El “control democrático” fue arrastrado como un trapo por el suelo del tristemente ultrajado Capitolio en Washington DC.
Cuba alza su voz de condena
A pocos minutos del ataque contra las instalaciones nucleares iraníes, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez denunció en sus redes sociales: “Condenamos enérgicamente los bombardeos de EE.UU. (…) que constituyen una peligrosa escalada del conflicto en Oriente Medio. La agresión viola gravemente la Carta de la ONU y el derecho Internacional y arrastra a la humanidad a una crisis de irreversibles consecuencias.”
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, en su urgente declaración de condena, denunció además que al bombardear instalaciones nucleares bajo supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Washington viola el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), lo que podría tener consecuencias desastrosas para la estabilidad regional y global.
Mientras tanto… Los legisladores en Washington buscan —y no logran— ponerse de acuerdo si castigan, también por esta nimiedad, al actual “Dios” del país y del universo. Demócratas y Republicanos hacen hoy, hasta tanto se demuestre lo contrario, el triste papel de los tres monitos sabios: “No ver, no oír, no decir…”
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