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El fugaz vuelo de Valentina Lisitsa

Texto y fotos: César Gómez Chacón.

¿Cómo dicen que es gallega?/ Pues dicen mal: es divina. José Martí

Cuando hace una semana Valentina Lisitsa hacía su concierto con obras de Chopin en el Oratorio San Felipe Neri, en La Habana, muy reconocidos artistas de la pianística y de la cultura del archipiélago, como Frank Fernández y Silvio Rodríguez, la aplaudieron de pie durante varios minutos. Fue entonces cuando el gran etnólogo e intelectual cubano, Miguel Barnet, la asoció a los versos de Martí sobre la bailarina española.

Un día después, cuando ella interpretó el final de la Séptima Sonata “Stalingrado” de Prokofiev, en la gala de premiación del Cubadisco 2025, el mismísimo Barnet, sentado tras bambalinas, y en medio del éxtasis exclamó: “¿Pero de qué está hecha esta mujer?”

En un viaje totalmente inesperado, tras aceptar sin pensarlo dos veces la invitación de los organizadores del Festival del disco cubano, y de sus amigos del Ballet Nacional de Cuba, Valentina Lisitsa hizo un recorrido de casi diez horas, que la llevó por vía aérea desde su lugar de residencia en los Estados Unidos hasta La Habana. Pasadas las tres de la tarde aterrizó sonriente y con un minúsculo maletín de mano en la terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí.

Solo tuvo tiempo de pasar a cambiarse unos minutos en su hotel Iberostar Selection (la Torre K), un patrocinio de la célebre cadena hotelera asentada en la isla. Poco antes de las cinco de la tarde, la Lisitsa ya  estaba engalanada y sentada a pocos metros de la princesa de Mónaco en el Teatro Nacional, para disfrutar la presentación del Ballet de Montecarlo. Aquella rubia alta, vestida como reina rusa, pasó entre todos -prensa incluida- como la gran desconocida que era hasta ese momento.

Una diva cien por ciento rusa

Internet y sus extraños “algoritmos” suelen ser a menudo una trampa en la que caen una y otra vez los periodistas, entre ellos los cubanos. Copiar y pegar sin analizar, sin la suficiente cultura política, hizo que Valentina Lisitsa fuera presentada, aún antes de su llegada a Cuba, como una pianista ucraniana-ruso-americana. Así fue impreso incluso en el programa de su concierto único, y replicado en varios reportes de la prensa nacional.

Error: la famosa pianista nació en 1970 y cursó sus estudios efectivamente en Kiev, sí, la capital de Ucrania, pero en el Kiev entonces soviético. Nunca fue ciudadana ucraniana, sino soviética. A Cuba viajó con su pasaporte rojo de la Federación Rusa, de lo cual vive orgullosa. Es también una agradecida ciudadana de los Estados Unidos, país donde vive y ha hecho lo mejor de su carrera desde 1991.

Lisitsa, como afirmaría Frank Fernández  al presentarla en su concierto en el Oratorio San Felipe Neri: “hizo su viaje a la fama por un camino muy poco común”.

Sea un resumen precisamente extraído de los muchos sitios que la mencionan en las redes (y en el de ella personal) quien nos traiga, ya quizás un poco tarde, a esta extraordinaria artista que como un meteoro sobrevoló el mundo cultural habanero.

“Con más de 200 millones de visualizaciones en YouTube y unos 500.000 suscriptores en su canal, Valentina Lisitsa es una de las intérpretes clásicas más vistas en internet, y utiliza la innovación digital para promover la música clásica y su interpretación. Impresionado por su éxito en YouTube, el Royal Albert Hall, en una iniciativa sin precedentes, abrió sus puertas para el debut de Valentina en Londres el 19 de junio de 2012. Ese concierto, grabado y filmado por Decca Classics, se convirtió en su primer lanzamiento con el sello; también fue la primera transmisión en directo en HD de Google.

Con su polifacética interpretación, descrita como «deslumbrante», Lisitsa se desenvuelve con soltura en un vasto repertorio que abarca desde Bach y Mozart hasta Shostakóvich y Bernstein; tan solo su repertorio orquestal incluye más de 40 conciertos. Siente una especial afinidad por la música de Rachmaninov y Beethoven, y continúa ampliando su vasto repertorio cada temporada.”

Lisitsa a diferencia de otros pianistas virtuosos de su generación ha buscado su público fundamentalmente en las redes sociales a través de YouTube. En 2007 tuvo la idea de imitar a las estrellas de rock filmando vídeos para colocar en la Red y esperar que tuvieran aceptación. Y lo consiguió. Valentina tiene actualmente más de 230 millones de vistas en su canal, siendo la concertista clásica más vista en internet.

De sus más recientes presentaciones destaca un recital con entradas agotadas en el Auditorio Nacional con la Orquesta Nacional de España, donde interpretó todos los conciertos para piano de Rajmáninov junto con la Rapsodia sobre un tema de Paganini en una sola noche. Ha engalanado los escenarios de la Filarmónica de Berlín, el Théâtre des Champs-Élysées de París, la Gran Sala del Conservatorio de Moscú, el Wigmore Hall de Londres, el Prinzregententheater de Múnich, el Carnegie Hall de Nueva York, el NCPA de Pekín, el Teatro Mayor de Bogotá y festivales como los BBC Proms, el Festival Dvořák de Praga y el Festival de Cámara Musica Mundi de Bruselas.

Otros detalles de su viaje sin el sol de la playa…

Disfrutar la humildad, la entrega, el esfuerzo sin límites y sonriente, más los dotes de la “profe” Valentina con “sus alumnos” del Liceo Mozartiano de La Habana fue un privilegio inmenso para quienes pudieron compartir con ella su segunda mañana habanera. En el programa decía que la profesora tocaría media hora para los muchachos y los profesores reunidos en una de las aulas de la institución docente. Ella tocó más tiempo, ofreció un mini-concierto como si estuviera en el más importante teatro del mundo.

Luego, uno por uno, fueron pasando los muchachos a compartir con ella sus saberes al piano. Durante más de dos horas, Valentina los escuchó atentamente, tocó con cada uno y los fue guiando mano a mano, nota a nota, hasta hacer brillar sus aún imberbes interpretaciones. El aplauso cerrado que recibió al final de la clase fue la mejor recompensa que recibió con los ojos humedecidos por la emoción.

Una invitación de su embajada rusa en La Habana, la llevó otra mañana, robada al tenso programa organizado por Cubadisco, a visitar la majestuosa edificación en la Quinta Avenida. En la sala principal, una reliquia de la época soviética, hay un piano de cola, un viejo Moskva, que es frecuentemente utilizado en galas culturales y recepciones diplomáticas. Le pidieron probarlo. Nuevamente ofreció casi un concierto a las cinco o seis personas allí reunidas. Parada luego junto al Moskva, y mirando su mecanismo, confirmó la necesidad de hacerle un trabajo de restauración, de lo cual tomaron clara nota los amigos de la legación.

Una rusa en Cuba y que no pueda al menos disfrutar un rato de playa, uhmmm… Ello llevó a uno de sus acompañantes a sugerirle un mínimo “escape” hasta la cercana Santa María del Mar. Valentina perdió por unos instantes su sonrisa y contó sobre un conocido suyo que anduvo por algunos países de la región y debía regresar a los Estados Unidos vía Habana-Miami. Resulta que al llegar al aeropuerto norteño debió explicar con lujo de detalles a los funcionarios de emigración que el bronceado de su piel no fue adquirido en Cuba. Del mismo modo, la ley de los Estados Unidos sólo autorizó a Valentina Lisitsa al intercambio cultural. Nada de hacer turismo en la isla. Gracias, pero mejor no regresar bronceada.

Un premio más que merecido y palabras que auguran un “hasta luego”

Llevando su Premio internacional del Cubadisco 2025 en las manos. Y con el mismo pequeño maletín que la trajo a la capital cubana, partió esta artista extraordinaria hacia los Estados Unidos. Desde allí sigue aun enviando saludos y agradecimientos por su acogida en La Habana.

Por lo pronto, quedan en el recuerdo su presencia, sus manos volando sobre el piano, su sonrisa cálida y sincera, y sus palabras emocionadas en la gala de premiación del Cubadisco:

“La música comienza allí donde terminan las palabras. La música es el idioma internacional que todos entienden (…) es nuestro patrimonio como seres humanos. Estoy muy feliz de estar en este escenario. Es mi primer viaje a Cuba (…) y yo no sabía cuántos admiradores, sobre todo jóvenes, admiran mi arte aquí. Este premio no es solo para mí, para mis esfuerzos, para toda una vida de trabajo, para las largas horas de ensayo. Es un premio a eso que todos amamos desde lo más profundo de nuestros corazones”.  Y en perfecto español sonrió un: “¡Muchas gracias!”.

//kbm

Un pensamiento en “El fugaz vuelo de Valentina Lisitsa

  1. Tuve el privilegio de verla y oírla en el auditorio, y en verdad es genial. Impresionante su paciencia y sencillez al posar con cada uno que le pidió instantánea y gustosa firmó cuantos autógrafos le pidieron. Bravo por Valentina✌️

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