
Por: Leydis Luisa Mitjans
El primer miércoles de mayo se celebra el Día Mundial de la Salud Mental Materna, con el objetivo de sensibilizar acerca de la importancia de prevenir, detectar y ofrecer tratamiento a los trastornos mentales durante el embarazo, parto y postparto.
“El lenguaje describe el mundo, pero también puede transformarlo. El lenguaje nunca es casual, nunca es accidental (…) Las palabras importan porque las palabras mantienen órdenes sociales o transforman y subvierten órdenes injustos”. La periodista peruana Laura Arroyo no se refería a las maternidades —si, en plural— cuando destacaba en un comentario la importancia de nombrar, y nombrar bien. Pero las maternidades sí forman parte de ese universo simbólico y real, moldeado desde la palabra, para perpetuar un modelo hegemónico que sataniza todo lo que se sale de “la norma”, lo que pudiera llegar a subvertir lo injusto.
Para definir a las madres las palabras están bien definidas
A las “buenas madres” no se le notan los hijos: Hacen ejercicio, comen saludable, están siempre arregladas, son emprendedoras, proveen económicamente y garantizan el confort de una vivienda. En tanto, los hijos de las “buenas madres” jamás hacen un berrinche, no se les cae un cubierto en un restaurante, nunca golpean, no comen azúcar, practican deporte o tocan un instrumento, hablan algún idioma extranjero y siempre son los primeros de la clase. Con el trabajo de las “buenas madres” se sostienen las “buenas familias” de nuestra “honorable sociedad”.
Las llamadas “malas madres” son, entonces, todo lo contario. En principio, porque de manera consciente o inconsciente salieron del molde y con ello rompieron, además, las barreras de un lenguaje que ya no funcionaba para definir el tipo de maternidad que ejercieron o tuvieron que ejercer. Las “malas madres” redefinieron el significado de la palabra sacrificio, renunciaron a que su espíritu de mujeres, a secas, muriera bajo la sombra de la madre, dejaron de perseguir un todo con la conciencia de que es imposible llegar hasta ahí, y que ese todo es, simplemente, parte del juego macabro de una sociedad donde las mujeres somos fábricas.
Pero, sobre todo, las “malas madres” aprendieron a perdonarse en el reino de la culpa: Perdonarse por disfrutar de un tiempo a solas; perdonarse por el cuento no leído, por las palabras fuera de tono, o por la ausencia aquel día especial. Las “malas madres” formaron tribus, cambiaron el lenguaje y ahora luchan por partos respetuosos, por una licencia de maternidad justa, por paternidades que de verdad lo sean, por tiempo de calidad para estar con sus hijos, con sus parejas, con su tribu. Las “malas madres” aprendieron que cada una de nosotras hace los mejor que puede con los recursos que tiene; que existen las maternidades privilegiadas y que nuestros hijos no son sólo el resultado de lo que pudimos transmitirles.
Desde 2016, el primer miércoles del mes de mayo se desarrolla el Día Mundial de la Salud Mental Materna con la finalidad de crear conciencia y visibilizar los diversos trastornos mentales que pueden afectar a las madres, tales como depresión posparto, ansiedad, cuadros de psicosis posparto y trastornos por estrés postraumático.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud a nivel mundial, aproximadamente el 10% de las mujeres embarazadas y el 13% de las mujeres que acaban de dar a luz padecen un trastorno mental, principalmente depresión. En los países en desarrollo, esta tasa es aún mayor: el 15,6% durante el embarazo y el 19,8% después del parto.
“Cuando una madre siente que, al nacer su bebé, ella pasa a un segundo plano, no solo se debe a que nos olvidemos de nosotras mismas por cubrir las necesidades de la criatura, sino que este sistema patriarcal y capitalista directamente nos invisibiliza. Cuando una mujer se convierte en madre pasa a un segundo o tercer plano en esta sociedad, por debajo de los hombres y de las mujeres que no son madres (y a un plano inferior si además la madre sufre otras opresiones) (…) y continuamos luchando por incluirnos en igualdad en una sociedad que no tenía en cuenta ni los cuidados, ni la crianza, ni nuestros procesos sexuales y reproductivos, ni a la infancia (…) Por lo tanto, el agotamiento de las madres que quieren respetar las necesidades de la infancia dentro de este sistema es el mismo agotamiento de alguien que pretenda encender una cerilla bajo la lluvia”, dijo en 2023 Julia Cañero, investigadora española sobre maternidades.
Aunque este día se concentra de manera más enfática en periodos neurálgicos de la maternidad como el embarazo, el parto, el puerperio y la crianza en los primeros meses de vida, lo cierto es que para una madre todos los días son un nuevo día de aprender y de desaprender. Sirva este para que, al menos, nos sintamos menos juzgadas. Sepan, las madres que me leen, que lo estamos haciendo bien.
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