
Por Carlos Manuel Gallardo
Justo cuando el mundo celebra este 9 de mayo el 80.º aniversario de la victoria del Ejército Soviético contra el fascismo alemán —y tras la firma el pasado 2 de mayo en La Habana de una carta en apoyo a la causa palestina durante una jornada de solidaridad que reunió a participantes de 39 países—, hoy contextualizamos un tema conocido que evidencia cuánto queda por hacer ante el resurgimiento de sesgos fascistas en el ámbito internacional: el conflicto israelo-palestino.
Desde octubre de 2023 hasta la fecha, los ataques israelíes a la Franja de Gaza han cobrado la vida de más de 51 mil personas, entre niños, mujeres, hombres, periodistas y representantes de la ONU. Todo ello sin otra causa aparente que el expansionismo.
Estos crímenes de guerra llevaron a la Organización para la Liberación de Palestina a solicitar la creación de un comité global para juzgar tales atrocidades en una corte penal internacional, un reclamo que hasta ahora no ha obtenido respuesta.
Pero en esta ocasión, queremos mostrar otra cara de la guerra: la crisis higiénico-sanitaria que sufren los palestinos. Según informes recientes del Centro de Emergencias Sanitarias en la Franja de Gaza, hasta abril se han registrado más de un millón de casos de enfermedades infecciosas en la zona.
Según informes recientes del Centro de Emergencias Sanitarias en la Franja de Gaza hasta el mes de abril se contabilizan más de un millón de casos de enfermedades infecciosas en la zona.
A 31 mil 348 ascienden los casos de Hepatitis A, más de 578 mil personas padecen de enfermedades respiratorias, se reportan 318 mil 321 casos de diarreas agudas y más de 52 mil habitantes de la franja tienen erupciones cutáneas.
Pero esto no es todo: Se registran más de 47 mil casos de piojos, 35 mil 336 de sarna y unos 7 mil 643 residentes en la zona hoy padecen de Viruela. Los números hablan por sí solos y como si esto fuera poco las tropas invasoras de Israel impiden el acceso de ayuda humanitaria a Gaza, lo que hace más precaria la situación de los que permanecen allí.
¿Qué sucede del otro lado de la guerra?
Según datos publicados por fuentes israelíes, el primer ministro Benjamin Netanyahu enfrenta una creciente impopularidad en su país: el 58% de la población manifiesta poca o ninguna confianza en él. Esto se debe, en parte, al rechazo por su llamado a los reservistas a unirse a la guerra y al deterioro de la imagen de Israel ante la comunidad internacional.
Sin embargo, la impopularidad no solo afecta a Netanyahu, sino también a la máxima figura de su principal aliado, Estados Unidos. Una encuesta publicada por BBC News revela que Donald Trump es el único presidente estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial que, a poco más de 100 días de iniciar su segundo mandato, cuenta con solo un 44% de apoyo público. Entre las causas están su política migratoria irracional y su guerra arancelaria obsesiva a nivel internacional.
En resumen, Cuba aboga por un cese al fuego inmediato y definitivo que ponga fin al genocidio israelí en Gaza. Mientras tanto, los palestinos sufren las consecuencias de la guerra en todas sus formas: muerte, hambruna, crisis sanitaria y carencias materiales.
Al otro lado del conflicto, en Israel y EE.UU., la impopularidad de Netanyahu y Trump sigue en aumento.
¿Es esto obra del azar o los «frutos» de una misma política?
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