
Por: Octavio Fraga Guerra.
No quiero caer en el camino trillado de decir que Ese sol del mundo moral es un libro de cabecera. Esa cualidad no califica ni resuelve la pertinencia de esta obra que nos legó el poeta, narrador, crítico literario y ensayista cubano Cintio Vitier. Quizás “tremendo” es el adjetivo que se ajusta para llamar la atención sobre su trascendencia. Lo leí en el 2015, en una edición preparada por el Centro de Estudios Martianos que conserva mis ralladuras de entonces, la palabras guías que suelo anotar cómo brújulas y los pretextos para volver sobres sus páginas.
Su arquitectura apunta a significar algunos de los períodos fundamentales de nuestra historia, donde la ética es protagonista esencial para la conformación de la conciencia de la nación.
Vitier nos legó un poderoso ensayo de poéticas horondas que caracterizan las líneas escriturales de su bibliografía. En el volumen, este sello no es diferente, sobre todo cuando se trata de narrar un asunto esencial para Cuba.
En el prólogo de la citada edición se sintetiza las coordenadas del texto:
Así como pensamos que hay un modo peculiar de expresar las esencias de cada país en la poesía y en el arte, y que ese modo es su genuino aporte a la poesía y al arte universales, creemos también que la conciencia moral existe y se desarrolla en cada país con formas, argumentos y modulaciones propias que permiten conocer lo que puede llamarse una “ética en vivo” o “en acto” y entender por dentro la motivación espiritual de sus manifestaciones históricas. Por eso cuando hablamos de una eticidad “cubana” no nos referimos a ningún fenómeno aislado, exclusivo y en ningún sentido excepcional, sino a la manera como los problemas morales del hombre se han presentado y afrontado, de hecho, en la historia intelectual y política de Cuba…[i]
Ese sol del mundo moral me sirvió de guía intelectual para dialogar con el cubanísimo Pedro Pablo Rodríguez López, quién es poseedor de distingos por el que goza de prestigio, no solo en el amplio y diverso espectro de intelectuales de Cuba, también en otras latitudes, ganado por la sabiduría y el rigor que le caracteriza en cada una de sus entregas.
Hacedor de oficios. Historiador, periodista, investigador y profesor. Doctor en Ciencias Históricas e Investigador titular del Centro de Estudios Martianos, de Cuba. En su abultada hoja de vida profesional, colmada de honores, libros y artículos publicados o conferencias impartidas, debo incluir una labor fundamental para el tema que nos ocupa, su condición de director de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí, y es que el Héroe Nacional de Cuba sintetiza el ideal de la nación donde la ética boceta no solo el mapa de los que somos parte de esta Isla, sino también conduce, impacta, delinea, los destinos de la isla.
La entrevista transitó sobre dos temáticas fundamentales: la nación y la ética, entendidas como convergentes, sopesadas como ejes cardinales y pretextos de cada una de las preguntas en las que Pedro Pablo Rodríguez destila humildad, sentido de lo histórico con apego a la unidad que nos exige el ser parte de un país apetecido por el norte imperial que José Martí dibujó como un peligro para la soberanía de la patria.
Despojado de terminologías academicistas, dialogó no solo conmigo, también con el equipo de Sin nada mediante, un programa que dirigió Pablo Massip, por encargo de Cubavisión Internacional. Despojado de toda algarabía gesticuladora, entabló un dialogo con la cercanía que impone no solo la puesta escenográfica del espacio televisivo, también la necesidad —es una lectura posible— de llenar los vacíos que aún persisten en el tema que nos ocupa. La plática discurrió en esta tónica, sobre esos pilares, que no son la sustancia de las ideas, pero resultan vitales para que los contenidos lleguen al lector y al espectador televisivo con la fuerza y la nitidez que amerita la eticidad, armazón del comportamiento social de toda obra individual y colectiva.
Mapa de Cuba (1925).
¿Qué personajes y hechos históricos han contribuido a conformar los pilares de la ética en la nación?
Habría que verlo de dos maneras. Una, las personalidades, que de algún modo le dan una tónica a su época e influyen sobre el conjunto de la sociedad. Pero las éticas en el plano social, en los planos de la vida de los pueblos, las van conformando los mismos pueblos. ¿Qué quiero decir con esto? Que ni Céspedes, ni Martí, ni el propio Fidel Castro son solo resultado de ellos mismos; son también expresión de situaciones de sus épocas, de asuntos que había que intentar resolver en la sociedad cubana en sus distintas épocas. Por tanto, estas personas tienen que proyectarse a partir de sus propias circunstancias. Martí no tuvo que enfrentar a Diego Velázquez ni a Hernán Cortés, enfrentó a un gobierno colonial que existía desde principios del siglo XVI. Esto es importante porque también están las grandes personalidades, no solo en Cuba, en cualquier lugar que, de algún modo, tienden a reproducir ciertos elementos, ciertos rasgos que están en su propia sociedad.
En la isla, desde muy pronto, se empezaron a manifestar rasgos de identidad propios, que tienen un valor ético porque fueron conformando un sentido de comunidad, de nación, una comunión de intereses que están en muchos casos, o a menudo, relacionados con valores morales. Hay sociedades que dicen tener valores y resultan altamente inmorales a la larga.
Siempre recuerdo la visita de un alto dignatario de la iglesia católica que recorrió, en el siglo XVI, toda la isla. Escribió después para las autoridades de la iglesia y, posiblemente, para la monarquía española, que ya se veía que la gente aquí era distinta, hasta la de color, (así se escribía entonces esta palabra).
En aquella sociedad colonial, profundamente contradictoria, a la que arriban personas desde España y someten a los primeros pobladores de la isla —y también procedentes de toda la región de las Antillas, a los que llaman indios— a un proceso de eliminación física muy rápida, se aprecia pronto una diferencia entre ambos núcleos poblacionales.
Todo ello significa que la identidad no es sólo un resultado de varios siglos de existencia de una nación, de una lucha con ciertos elementos que buscan propiciar y potenciar esos factores de identificación entre las personas. Las identidades son múltiples, sin dudas. Nosotros podemos compartir una identidad como cubanos, lo cual no quiere decir que seamos, exactamente iguales. Yo soy de los Industriales, no sé de qué equipo tú eres.
Yo también soy de los Industriales…
Ahí tenemos una identidad; pero tenemos, además, montones de cosas diferentes, aunque compartimos muchas con todo el equipo que está trabajando en esta filmación y con todos los cubanos que andan por ahí. Y otras que no compartimos, de acuerdo a nuestras vidas y nuestros intereses. Eso pasó en toda América, desde el siglo XVI, desde que se va afincando la conquista y se van dando rasgos diferentes.
Imaginemos por un instante esos países, que no eran países entonces, esos lugares en que había altas culturas (empleo altas en el sentido de culturas de un nivel de desarrollo muy elevado por sus saberes arquitectónicos, sus saberes científicos, sus formas de organización social). Digamos las culturas de México, el mundo andino, etcétera, donde los procesos de mestizaje son mucho más complejos. En Cuba se empieza a complicar mucho cuando irrumpen los esclavos africanos, pues se enriquece y a la vez se complejiza esa sociedad. En aquellos lugares, donde también hubo esclavos africanos, hay una tradición que está viva, presente hasta nuestros días. En las lenguas, en la arquitectura, en las formas de ser de esos pueblos, que han asimilado cosas traídas por el poder colonial.
Hago esta larga introducción para que se comprenda que la formación de naciones, de sentidos nacionales e identidades de un pueblo, es un proceso complejo, extenso y permanente, porque se están reproduciendo cosas que vienen de un pasado muy anterior y también se advierten nuevos elementos que se van incorporando.
Voy a poner otro ejemplo. La sociedad norteamericana se fundó, se formó, sobre la base de la violencia, y eso le sigue caracterizando hasta nuestros días, al punto de que hoy todas las personas que tienen tres dedos de frente en los Estados Unidos opinan que su sociedad tiene un grave problema por el enorme grado de violencia que hay en ella, la que, además, exportan al resto del mundo.
En Cuba, ya desde el propio siglo XVI, esos rasgos se empiezan a evidenciar. Aquel perspicaz sacerdote que paseó por toda la isla se fue dando cuenta: “ya estas gentes no son exactamente españoles”. En esa época, la emigración española era poca, relativamente hablando. La emigración española iba a los grandes virreinatos que se fueron fundando, donde había muchas riquezas, muchas posibilidades de prosperar, de convertirse en personas importantes en la monarquía española. Cuba se convierte, ya a finales del siglo XVII, en una colonia de población, sobre todo en el XVIII y particularmente en el XIX, lo cual explica ese fenómeno que nos dejó a todos muy sorprendidos. Claro, a los historiadores no nos sorprendió tanto cuando se hicieron estudios genéticos y se advirtió que una buena parte de la población cubana tiene genes de los pueblos originarios, lo cual es muy lógico porque, durante casi dos siglos, venían pocas personas de España, muy pocas mujeres.
Los españoles tenían hijos con las mujeres indígenas y esto se va reproduciendo de un modo tal que yo diría que las grandes familias ricas cubanas de los siglos XVIII y XIX tienen esa herencia en sus elementos genéticos. Aun cuando no se mezclaran todavía, quizás masivamente, con la población de origen africano. Son elementos importantes a la hora de entender cómo se forma una cultura propia y cómo va creando sus valores.
Vista general de La Habana. Hippolyte Garneray (1787-1858).
España tuvo a Cuba en un lugar secundario durante mucho tiempo. Cuba le interesaba por La Habana, porque era el punto de trans-reunión de la flota, con un excelente puerto, mucho más para los barcos de aquella época que eran barcos de vela; no existió el barco de vapor durante varios siglos. Por eso la empiezan a fortificar, para evitar que sea ocupado por las potencias rivales que ya están operando en la zona inmediatamente detrás de España. Eso privilegia a La Habana, y al mismo tiempo, le da características muy particulares del resto del país, donde se mantiene una sociedad de menos volumen comercial, de menos trato con el extranjero, aunque hubo un trato con extranjeros que fue a través del comercio de contrabando.
Los bayameses vivían del contrabando. Siempre decimos los bayameses, por el episodio que después se contó del rescate del obispo y la muerte del pirata francés, pero buena parte de las poblaciones, sobre todo las que están en zonas cercanas o en zonas costeras vivían de la misma manera. El sistema colonial español quiso establecer un rígido control sobre el comercio para que los recursos fueran a parar a la corona y todos tenían que pasar por el control de las autoridades.
Por supuesto, la vida cotidiana siempre es más rica que las autoridades en todas las épocas. La gente tenía que buscarse ropa, zapatos, espadas, armas de fuego; tenían que buscar la subsistencia y eso no lo podían encontrar en Cuba. Entonces apelaban a ese comercio ilícito que les fue dando una forma de sentirse un poco independientes del propio gobierno colonial. Realmente, el gobierno colonial cierra más el control a partir del siglo XVIII, sobre todo en sus finales, cuando Cuba empieza a ser no solo La Habana, sino una zona productiva que genera ingresos a la metrópolis; no por gusto desde entonces a Cuba se le llamó en España “la vaca lechera”.
Buena parte de los ingresos del estado español llegaban de Cuba. De ahí sale la frase que todavía hoy dicen los españoles: “más se perdió en Cuba”. Ellos lo saben bien, que perdieron mucho con Cuba, y todo eso influyó para que aparecieran rasgos en los que son muy fuertes las individualidades locales, los elementos locales. El que a su vez comprendan que tienen ciertos elementos comunes (que después el proceso que podríamos llamar una nacionalidad realmente fue largo), no fue tan fácil, no obedecía a un patrón establecido, ni a una intencionalidad: eso lo fue forjando la vida misma. La eclosión de ese sentido de nación se va a dar desde finales del siglo XVIII, porque va formándose una clase, un sector social, que son las familias dueñas de las tierras, los que se han repartido las tierras y los indios, como se les llamaba entonces, que han establecido las oligarquías locales que se sienten dueñas. Y hay un poder colonial que ellos han evadido.
Pensemos en las grandes culturas de la antigüedad, no sólo las de Europa, sobre todo las asiáticas, que son anteriores. Esas dos grandes culturas múltiples, que son China y la India, no tenían sentido de nación, pero sí fueron formando sentido de estados multinacionales. China era, y sigue siendo hoy, un estado multinacional; la India igual. Hablan un montón de lenguas, e increíblemente es el inglés, la lengua del colonizador, la que les permite muchas veces comunicarse entre ellos.
Lo mismo sucedió en África, de la que tenemos una imagen tonta y primitiva, que nos sigue empujando el cine europeo y el norteamericano en buena medida, que eran unas “tribus atrasadas y salvajes”, por ejemplo. Hubo grandes estados que unieron a pueblos con lenguas, culturas y creencias diferentes. Lo que hoy es la costa occidental, donde hay tres, cuatro o cinco estados diferentes, de formas estatales diferentes, naciones diferentes, tuvieron una unidad territorial en un momento dado. Lo mismo pasó con Nigeria, que no es un estado moderno, es un estado que existía desde antes que los británicos se apoderaran y empezaran a hacer todas las barbaridades que hicieron en África, como todos los colonialistas en todas partes.
Nuestro país presume de contar con auténticos héroes, muchos vinculados al pensamiento cubano. La ética ha sido un baluarte en sus comportamientos como hombres y mujeres ejemplares de la nación ¿Son esas las luces que debemos mirar en la contemporaneidad? ¿De qué manera?
Debemos mirarlas, en primer lugar, con admiración y respeto porque son nuestros antecedentes. Hoy somos lo que somos, en buena medida, por esas personas y esos grupos sociales que lucharon por una Cuba que en realidad empieza desde antes. Los bayameses vivieron desde el siglo XVII muy orgullosos de que habían vencido y dado muerte a un pirata francés: los habaneros no vivieron muy orgullosos de la toma de La Habana por los ingleses, pero la rechazaron. Hay montones de historias, algunas un poco simpáticas, del rechazo que les hacían las habaneras a los militares británicos, aunque hay también chistecitos en sentido contrario.
Pensemos que además había un choque cultural muy fuerte con aquellos, porque en muchos casos eran protestantes, y estos eran católicos, cristianos pero católicos. Además de que hablaban otra lengua; por tanto, eran gente rara y eso va a influir, de alguna manera, sobre la población que se importa a la fuerza. Qué clase de drama el de esos miles —no sabemos cuántos, quizás pasaban de un millón o dos millones— de africanos que fueron traídos a Cuba.
Hablamos de africanos y a veces cometemos errores, porque África no era una sola cultura; hoy también es una diversidad de culturas tremenda, de religiones tremendas, de lenguas tremendas, lo cual además los esclavistas supieron manejar muy bien. Hay un texto del siglo XIX acerca de cómo manejar a los esclavos, y lo primero que decía es: “Hay que mezclar esclavos de distintas etnias”, para que no se puedan comunicar entre ellos y ponerse de acuerdo en una forma de resistencia.
Siempre decían: “No me traigan esclavos africanos musulmanes, porque esa gente tiene un sentido de libertad muy fuerte”. Claro, porque tenían otra religión que se parecía de alguna manera al cristianismo, y eso, al parecer, los hacía ser más negados a aceptar aquella forma de control, de dominación.
Sí, la esclavitud es un horror, es una barbaridad que debemos rechazar totalmente, pero no olvidemos que la vida de un esclavo, sobre todo de los que trabajaban en los cañaverales y en los ingenios, era muy breve, muy corta, porque los explotaban al máximo y porque durante mucho tiempo, el esclavo fue muy barato, y como era algo barato, si moría no importaba mucho. Después empezaron a cuidarlos mucho más porque el esclavo se fue encareciendo y eso le hizo daño a la producción cubana, sobre todo a la azucarera, y también a la tabacalera. Hubo esclavos en las vegas y una de las grandes esclavistas de Cuba fue la iglesia, que tenía esclavos por montones en sus propiedades.
Estas complejidades explican los choques, que también los hubo, en el propio proceso de lucha por constituir al país como nación. A veces había choques entre los patriotas, por prejuicios de dos, tres siglos antes y, al mismo tiempo, eso explica que fue un proceso relativamente rápido, si lo comparamos con los procesos de América Latina; sobre todo, con esos países de grandes culturas prehispánicas, donde se mantienen sus propias lenguas, sus propias costumbres, su propio sentido de ser.
Uno se queda maravillado cuando ve esas ruinas de Tenochtitlán o de Cuzco, de esos grandes imperios que fueron enormes territorialmente. Desde el punto de vista de su organización social, no tenían nada que envidiarle a las sociedades y a las monarquías europeas de su época. Bueno, uno se da cuenta de que el proceso cubano fue quizás más rápido y más profundo porque no tuvo ese grado de presencia, de contradicciones tan elaboradas.
¿Las damas ricas qué hacían en La Habana y en otros lugares? Criaban al negrito, hijo de la esclava, y competían a ver cuál lo llevaba mejor vestidito, más bonito. Claro, ese era un niño esclavo privilegiado porque se le daba un tratamiento especial por la familia; no era el que estaba en el cañaveral, el horror era ir al cañaveral. Ahí era donde se sufría el trabajo tremendo y agotador por largas jornadas, donde además se sometían a los castigos más horribles, lo cual no quiere decir que el esclavo doméstico no sufriera castigos. Esa es la imagen que nos ha dejado el pintor español Víctor Landaluze de los esclavos urbanos, del calesero, que era un negro alto, buen tipo, mujeriego, que todas las mulatas y las negras del barrio estaban detrás de aquel tipo. Además vestía bien, para que estuvieran a la altura del amo al que paseaba, o de las muchachitas de la casa que salían a pasear y se daban vista con aquel negro hermoso y atractivo.
Escena galante. Víctor Patricio Landaluze (Óleo sobre tela; 36 x28 cm).
Todo esto son particularidades que van influyendo en la formación nacional cubana y en el sentido de nación, y eso también da formas de eticidad, de moralidad. Desde luego que hay formas de moralidades absolutamente discutibles e inadmisibles en la sociedad colonial, pero también se van dando algunas que tienden a fortalecer lo de Cuba frente a lo de España, a fortalecer que yo no soy exactamente español y eso va a ser favorable para establecer un sentido nacional. Traerá conflictos en el siglo XIX, cuando comienzan las guerras de independencia.
En la Academia de la Historia de Cuba hubo una sesión de trabajo sobre el movimiento de los Soles y Rayos de Bolívar. Estos patriotas hacia los años 1820 pensaron que había que hacer una estatua para recordar a Hatuey, que fue para ellos un símbolo de rebeldía. La mayoría eran personas de clase acomodada, posiblemente sus familias fueran de las que utilizaron a los indios, como decimos siempre, en sus primeras propiedades hasta que estos empezaron a desaparecer o disminuir. Entonces empezaron a entrar los esclavos, pero es interesante que ya tengan una mentalidad de que Cuba no es España y de que hay que lograr la independencia.
Vamos a reconocer quién fue el primero que afrontó al colonialismo español, no sabemos hasta qué punto y de qué manera podría Hatuey haber pensado en ello. Si él era de Quisqueya, de la que hoy llamamos República Dominicana y vino a avisarles a los otros porque hablaban la misma lengua, y organizó una resistencia, ya nos está diciendo que era un hombre con una capacidad realmente tremenda. Era un líder, un organizador, y al mismo tiempo dejó esa anécdota que contó Bartolomé de las Casas cuando le dijeron: “Bueno, mire, aquí está la Biblia, jure sobre ella para que vaya al cielo y no al infierno”, y dijo: “¿Pero ahí van los españoles también?”, “Sí, claro, los españoles que son cristianos, sí”, “Pues yo no quiero ir ahí porque me los voy a volver a encontrar”. El hombre, realmente tenía un talento, sin dudas.
A veces pensamos nada más que en las guerras de independencia, pero el sentido de lo cubano se va creando desde mucho antes, el sentido inclusive de superioridad que tiene la burguesía azucarera cubana sobre el inmigrante español es chocante, pero no deja de ser interesante. La manera de defender sus propios intereses, que están en Cuba, es considerar que el español es sucio, que no se baña, que apesta, que son campesinos analfabetos, que vienen buscando trabajo y subsistencia que no encuentran en su país. Es esa gran corriente migratoria que va a ocurrir desde finales del XVIII y a lo largo del XIX —ya no vienen conquistadores, vienen gentes pobres de España a buscar trabajo en Cuba, a hacer familia en Cuba, a ver de qué manera viven un poquito mejor que en la metrópoli.
Cuba era la única India que quedaba junto con Puerto Rico, y al parecer había mucho dinero y muchos recursos. Todo esto va a influir mucho en formas de eticidad, en formas de resistencia y de valores. Los valores son decisivos para cualquier sociedad, algunos pueden parecer, en épocas recientes, antiguos, objetables, hasta ridículos, pero obedecen a las condiciones de cada época y cada sociedad. El sentido de fidelidad a un rey, a una monarquía, o a un emperador, en el caso de los países asiáticos, de esos grandes imperios de la antigüedad, y hasta de los imperios modernos, por ejemplo.
El imperio chino existió hasta finales del XIX, dio un sentido de unidad. No quiere decir que como imperio no significara una opresión sobre otros pueblos u otras regiones, que no se impusiera sobre la base de la fuerza. Había una aristocracia en aquel viejo imperio que, desde luego, tenía un status superior y formas de vida superiores, pero que estableció con sus religiones determinados valores que forman hoy, sin dudas, parte de la cultura china o de algunas otras más, inclusive, influidas por China, como puede suceder en Corea, en Japón, en la propia Indochina, o en Vietnam, Cambodia y Laos, para usar los nombres de hoy.
Cuando llega el siglo XIX, que es el siglo de explosión de la nación cubana, esto se ha ido conformando desde antes: somos cubanos, no somos españoles, somos distintos. Eso va permeando en los sectores que tienen intereses, que objetivamente van chocando con el sistema colonial español, y hasta a los propios que, a su vez, son dominados por ese sector que tiene en sus manos el poder económico, pero no tiene el poder político de la Isla, donde empieza a surgir un rival que es el capital comercial español establecido en España, pero que tiene sus representantes en Cuba y compiten con mucha fuerza con el capital cubano.
Francisco de Arango y Parreño, muy ofendido, le escribió una carta a Fernando VII (responsable en buena medida del aumento de la esclavitud en Cuba y rechazado en muchos de los dominios españoles como rey) cuando volvió a poner el control del comercio, el monopolio comercial, en la cual le decía claramente que o nos dejaba la libertad del comercio o buscaríamos el camino de la independencia.
Arango y Parreño no fue un independentista. Fue un brillante comerciante y un político muy hábil, porque supo cómo moverse con la metrópolis, que su clase creciera como creció. El hecho de que tuviera el poder económico dentro de la isla, pero chocando en rivalidad con ese capital comercial español que respondía a los intereses del gobierno y de los capitales españoles, va formando ese espíritu de choque, de encuentros, de luchas, de amor a la tierra, de amor a su patria, y va a dar determinados valores, la hidalguía en el mejor sentido de este término en español, al igual que la fuerza espiritual para afrontar las dificultades, despojarse, vamos a decir así, de todo lo que le daba poderío en su sociedad.
Cuando toda aquella caterva de terratenientes, dueños de tierras y de esclavos se suman a la Guerra de los Diez Años, muchos conspirando desde antes contra España y en rechazo a la anexión a los Estados Unidos, que es una opción que se manejaba por algunos —sobre todo por gente del mundo intelectual, más que por los propios propietarios que tenían ciertos temores ante aquello—, todo eso va conformando ese espíritu y da lugar a esa cosa tremenda que fueron las guerras de independencia. Ahí es donde se termina de forjar la nación. Es una verdad asumida por todos los historiadores, y que Fidel Castro, cuando el famoso centenario del ’68, lo convirtió, en una verdad política en Cuba.
La ética transversaliza la forja de la nación ¿De qué otra forma puede explicarse?
Eso pasa en todas partes. Cuando el capital moderno —ya hablamos de la sociedad burguesa— establece que hay que trabajar, está hablando de trabajo en dos sentidos distintos. No es lo mismo el trabajo del obrero que el trabajo del dueño de la fábrica o de las empresas comerciales y demás. Está buscando siempre la manera de establecer una ética para sí, y una distinta para el trabajador, y las éticas se mueven también a partir de las clases y los intereses de clase.
El capitalismo tiene una ética (que quiere imponer, a su manera, a los trabajadores) objetable: proteger a su familia, tratar de aumentar las ganancias —si no aumentas las ganancias fracasas— y para aumentar las ganancias empleas cualquier medio. Hay que trabajar porque el que no trabaja es un vago y un no sé qué, y por eso hubo leyes contra la vagancia en Europa en el siglo XIX, porque se quería convertir en obreros a toda esa población que no tenía propiedades, en gente que fuera a trabajar a las fábricas.
Esto generó sistemas de valores distintos. En Cuba tuvimos la enorme suerte de que como era una sociedad colonial —dominada por una potencia extranjera que, a su vez, establecía un control político y un cierto desprecio hacia el propio sector propietario cubano—, pues va generando contradicciones en las cuales, de pronto, los valores van cobrando algo más allá de la explotación de un sector social interno sobre otro.
Esos dueños, hasta de esclavos, se sienten explotados, dominados por España, y están perdiendo cada vez más posiciones a lo largo del siglo XIX frente al capital comercial español, que al final se tragó la industria azucarera. Cuando terminó la Guerra de los Diez Años, la industria azucarera estaba en manos del capital comercial. Muy pocas familias de aquellas ricas quedaron como familias ricas y dueñas de grandes centrales. Cuando viene la conversión del ingenio movido por fuerza de trabajo humana al ingenio mecanizado, que es el central azucarero, entonces se produce algo interesantísimo porque se van a unir algunos valores venidos de la metrópoli con nuevos valores que se van creando, decía yo la hidalguía. No somos hidalgos, somos miembros de una clase social particular. La hidalguía como honestidad, como valor de resistir, de mantenernos unidos en lo que nos interesa y, a la vez, el valor de si voy a pelear tenemos que ser buenos guerreros. El valor de que la guerra es un medio para convertirnos en una nación verdadera, independiente, pero al mismo tiempo es lo que tenemos que mantener para defendernos unidos frente a este enemigo.
Calixto García Íñiguez. Héroe de la independencia cubana (1839-1898).
Esa ética es lo que lleva a Calixto García a dispararse el tiro para no ser prisionero. Para él ser prisionero, era algo que perdía valores. Nos diría “¿Un general como yo prisionero de los españoles? Primero me mato y no soy prisionero de ellos”. Eso impresionó de tal manera, que hubo generales españoles que pidieron que a aquel hombre, cuando lo mandaran preso para España, lo cuidaran mucho. Era un hombre al que respetaron, porque tuvo ese sentido de preferir morir antes que ser prisionero del enemigo.
Máximo Gómez, dominicano que se cubanizó en el plano de su actuación, escribe en las últimas páginas de su diario cuando se marchan los soldados españoles: “Tristes se van ellos, tristes nos quedamos nosotros, porque hoy Cuba todavía no ve flotar su bandera”. Estoy diciendo la frase más o menos como la recuerdo, pero lo interesante es cuando dice: “Yo pensaba que, cuando terminara esta guerra, le iba a dar la mano al último soldado español que abandonara Cuba”. Qué grandeza, ¿no? Él piensa: se van, y no tienen ya que ser nuestros enemigos, y se queda horrorizado del camino que va cogiendo el país con la presencia de lo que nadie quería, ni esperaba originalmente, la presencia de tropas norteamericanas y de la intervención de Estados Unidos, que demoró cuatro años en conceder la independencia, controlada por la Enmienda Platt. Todas estas cosas, se van dando a lo largo de siglos.
Y hay otro elemento importantísimo que es el cimarronaje, que le va a dar un valor muy grande a los que no tenían posibilidades de expresión por escrito, ni en lugares públicos ni en los periódicos, en las escuelas. ¿Quiénes son? Los esclavos. El cimarrón está poniendo en crisis, de alguna manera, al sistema de trabajo en Cuba, y eso demuestra un sentido de independencia personal. El cimarrón tiene las noventa y nueve papeletas para convertirse después en un mambí, porque es un hombre que ha estado con las armas en las manos, tratando de crear pequeñas sociedades. Hubo algunos de esos lugares donde ellos se establecían, donde había familias, donde se cultivaba la tierra o donde se hacían intercambios, a veces, con las ciudades y las villas cercanas. Esta gente ya sintió que eran libres y, por consiguiente, lo conquistaron por sí mismos, enfrentando, en más de un caso, a los cazadores de esclavos y a las tropas españolas que enviaban para tratar de aplastar aquellos lugares independientes en que se refugiaban, y a su vez, estaban conservando sus formas culturales.
Esto es muy importante porque son gente que conservan sus lenguas, no es el esclavo al que le obligan a aprender el español para subsistir ,aunque esté trabajando con jornadas agotadoras de doce y catorce horas en el corte de caña. Lo obligan a aprender el español para que pueda recibir las órdenes en el trabajo. El cimarrón sigue hablando sus lenguas y, claro, no todas son iguales. Es una forma de expresión que indica rebeldía, que va a matizar a otros sectores de la sociedad cubana porque muchos de esos patriotas que se levantan en el ’68 se quedan sorprendidos cuando ven la actuación de los cimarrones. Los mambises del ‘68 llegan a Baracoa y se empiezan a encontrar que mucha gente de esas que son cimarrones, y que andan perdidos por las montañas, hablan un patuá, una especie de un francés raro, con lo cual les cuesta un poco de trabajo entenderse, pero se suman, en muchos casos, a las tropas libertadoras.
Se queda impresionado con aquello el propio Maceo, que habla de eso en algún momento. Maceo, que era totalmente cubano, hijo de personas asentadas en Cuba, que tenían una posición social, un mulato bien educado que fue a la escuela y administraba los bienes de la familia. Se dice que era arriero, pero no era el arriero: era el responsable de que el arria con los recursos de la familia, llegara a Santiago de Cuba y se vendiera, era el que controlaba aquel negocio. Era una persona muy preparada en ese sentido, leía muchísimo, era un hombre de cultura sin dudas. No era, como dijo Martínez Campos cuando se reunió con él en La Mejorana: “Fui allá esperando encontrarme a un hombre torpe, a un hombre inculto, a un hombre que no sabía ni hablar, y me encontré a un caballero”.
Este es un proceso en que hay que ver muchos factores.
O no se explican bien…
O no se explica bien y se quiere ver nada más la heroicidad del combate, lo que pasa después del ’68. Lo del ‘68 se está preparando desde antes, no porque estuviera elaborado así en la cabeza de las personas, sino porque los elementos de la sociedad van preparando esas condiciones para ello, y explica por qué la nación cubana es tan fuerte.
¿Cómo se articula la ética en el pensamiento anticolonialista y antimperialista del cubano?
España, la colonia, es un problema y es un defecto para esos cubanos patriotas, entre otras cosas porque consideran que España no da eticidad alguna; para ellos, el sistema colonial español no tiene eticidad alguna. No sólo porque es una dominación extranjera sino porque ya no se sienten españoles, se sienten cubanos. Es un sistema corrupto, donde el poder se concentra en la figura del rey o de la reina y rechazan ese sistema político. Todos se convierten rápidamente en republicanos, abandonan cualquier postura monárquica. Están pensando en una república —aunque para algunos fuera una república limitada— en la que la gente elija, que haya cambios con cierta sistematicidad en el gobierno. Todo esto es importante, porque eso se va a ver desde finales del XVIII. Por cierto, nunca se habla de la primera rebelión de esclavos, que fue aplastada, que no llegó a ser realmente una verdadera rebelión porque los atraparon en Bayamo; fue a finales del siglo XVIII. No fue la de Aponte, fue la de Bayamo, esa no ha sido muy estudiada, más bien poco estudiada. Esa gente hablaba de independencia, querían la independencia y la mayoría eran negros, la aplastante mayoría, y muchos eran esclavos.
De pronto uno dice, cómo es posible que estos hijos, algunos quizás nacidos en África que hablaban sus lenguas, estén pensando en una independencia para Cuba. Es por que se van sintiendo cubanos en una sociedad donde han estado totalmente aplastados, en una posición subordinada, donde no han tenido una capacidad de desarrollarse como seres humanos. Ahí están muchas influencias; primero, el esclavo viene de África donde era libre, pero quizás siguiera esclavo allí, porque hubo esclavitud en África. Sociedades africanas vendían los prisioneros a comerciantes de esclavos, a la gente de otras etnias que los esclavizaban. Esa responsabilidad también la tienen grupos dentro de la propia África, pero cómo y por qué se va produciendo es un proceso que no se ha estudiado a fondo, hay que estudiarlo más, con todas las dificultades que tiene estudiarlo, porque era la gente que no sabía hablar español, que no dejan documentos escritos.
José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez; tres grandes de la nación cubana.
Cuando llega Maceo se alzan, y no eran esclavos, estaban en las montañas, eran cimarrones, se sienten atraídos de pronto por aquellos otros. Cuando Gómez invade Guantánamo, que fue la primera invasión, y empieza a liberar esclavos y les dice que su verdadera libertad la alcanzan si se enrolan en el Ejército Libertador, esos esclavos inmediatamente acceden, la mayoría, a integrarse al Ejército Libertador, quizás muchos de ellos ni hablaban bien el español, o quizás solo dominaban las palabras de los que los mandaban a trabajar en el ingenio o en los cafetales. ¿Qué quiero decir con esto? El proceso, digamos, nacional, exige determinados valores; todo proceso social exige valores, lo único que a veces no son compartidos.
En la ética del capitalismo usted tiene que triunfar y para triunfar usted aplasta al que sea, esa es la ética que te enseña el capitalismo. Se la enseña, inclusive, a los que nunca van a poder realmente triunfar y que aspiran a eso. En Cuba se van a intelectualizar sectores que tienen una posibilidad, un estudio, un conocimiento. Una intelectualidad que, en muchos casos, se va a convertir en independentista dentro de los propios sectores de propietarios, pero que va a llegar hasta las capas más bajas en la escala social porque comparten miradas sobre la dominación colonial. Eso es lo que los une, y eso es lo que hace que buena parte de los mambises del ‘68 y del ’95, fueran cubanos negros. Eso hace también que buena parte de antiguos esclavos se conviertan en libertadores, como dice Gómez en ese relato delicioso que él hace de El viejo Eduá, que es uno de los que lo acompaña todo el tiempo en la guerra ‘68, y que mucha de su gente hayan sido esclavos liberados, y que se convierten en héroes de la patria. Por tanto, se han ganado el derecho a que sean ciudadanos en la República que viene.
Alguien podría sentirse prejuiciado con un antiguo esclavo, quién sabe si a algunos jefes no les gustaba que aquellos negros tocaran tambor, no tengo los datos claros. Lo importante es que esa persona es tan soldado como el otro, como el campesino blanco o como el español de trabajo que se incorporó, porque en la guerra del ’95 casi un quince o un veinte por ciento de los mambises eran personas que venían de esos sectores, de los sectores más pobres; además, había un quince por ciento de españoles: tuvimos cinco generales españoles. El español republicano, el español antimonárquico, prefería luchar por esa Cuba que se convertiría en su patria entonces y porque tiene un sistema de valores que, de alguna manera, está intercambiando con los otros, que lo acerca al campesino, al esclavo, al negro, al mulato, que lo acerca a entender mejor esta sociedad y a sentirse mejor en ella.
La ética transversaliza todo comportamiento humano…
Sin dudas.
Me ubico en el contexto de la contemporaneidad. ¿Qué peligros encierra el deterioro de la ética en las circunstancias que vivimos hoy en nuestro país?
Ese es el gran problema que tenemos hoy en Cuba. A veces pensamos en los problemas económicos, que son terribles y todos vivimos, pero para mí lo más peligroso es que, en determinadas acciones y en determinados momentos, uno se da cuenta de que estamos perdiendo la ética que impulsó a la Revolución a grados supremos a lo largo de su historia. Tuvimos una lucha revolucionaria, sobre todo de gente joven, aunque había gente de todas las edades, pero sobre todo gente joven que entregaron su vida por una patria libre, por cortar la dominación norteamericana, por eliminar una dictadura. Toda esa sangre que corrió hay que respetarla. Así lo aprendimos todos los que éramos más jovencitos y no pudimos participar de aquello.
Después la misma Revolución nos fue abriendo espacios y nos fue enseñando: aprendimos que es importante la entrega, el trabajar. Fui alfabetizador en la Sierra Maestra y siempre se lo digo a la gente más joven, para mí aquello fue una escuela formidable, porque aprendí que aquellos campesinos y aquellos niños campesinos, que no eran estudiantes de bachillerato como yo, eran seres humanos con valores, a los cuales yo quise, y me enamoré de esa familia. De pronto yo era un miembro más de la familia, el matrimonio de la casa me cuidaba como si yo fuera un hijo. Era simpatiquísimo porque me decían: “No, no, maestro, eso no se puede hacer”. Yo me quería ir a caminar. “No, no, solo por ahí no”. Me trataban como a un hijo, y en el momento de la clase yo era el maestro; era interesantísimo ver a adultos que te están viendo como un maestro.
Esa eticidad, significaba también entrega hasta de la vida. La heroicidad de la gente del Moncada, la heroicidad del alzamiento de Santiago de Cuba, la heroicidad de los luchadores clandestinos, todo eso levantó un espíritu de entrega muy grande en el país. Esa es la base del por qué la Revolución cubana, cuando triunfa, es aplaudida y seguida por la gran masa del pueblo cubano.
Las dificultades suelen traer a veces desencantos, incomprensiones, o suelen hacer pensar que no hay salidas, o creer que no puede haber salidas. Las salidas no pueden ser resultado de uno, de dos, ni tres; tienen que ser de las grandes mayorías y todos tenemos que trabajar en función de eso, desde el lado en que estemos.
Para mí la ética es decisiva, y es muy decisiva en estos momentos. Me preocupan menos los problemas económicos —que son terribles y que yo también sufro como ciudadano— que la falta de ética de gente que hoy está dispuesta, y lo hacen, a aplastar al de al lado de cualquier modo. Puede ser, de qué manera llego hasta un crimen porque necesito dinero, robo y mato, hasta los que —con todo el respeto del mundo— deciden rehacer su vida en otro lugar. Los hay que piensan que, rehaciéndola en otro lugar, pueden ayudar al país; hay otros que están pensando solo en sí. O el otro que quiere aprovechar cualquier desorden que pueda haber en la sociedad para resolver sus problemas personales: robar, lucrar con los bienes del estado, todas esas formas desagradables que hemos visto que han tendido cierto crecimiento en los últimos años.
El asumir la resistencia como postura frente al opresor, frente al enemigo, tiene que ver con la ética. Se asume una posición ante un conflicto ¿Cómo renovar esa necesaria resistencia ante la realidad que tenemos hoy?
Cualquier país pequeño y pobre necesita de la resistencia para poder ser una nación, un país, una sociedad que de alguna manera vaya eliminando o disminuyendo los problemas que le impiden su propio desarrollo. El desarrollo no es sólo un problema económico, ni de inversión económica, está el desarrollo de pensamiento, de las ideas, de la cultura, y todo eso se sostiene con valores. La pérdida de valores es un gran problema que tienen hoy muchos países europeos y, sobre todo los Estados Unidos que tiene una crisis de valores espantosa. Todas las personas decentes en los Estados Unidos viven horrorizadas con la cotidianidad. Vimos ese espectáculo que dejó a todo el mundo atónito, que fue el asalto al Capitolio, era algo insospechado.
También, el regreso de aquellos que a lo mejor se fueron a pelear en Irak, aquí y allá, pensando que iban a ser los héroes, porque así lo veían en las películas, y después cuando llegaron los han dejado morirse de hambre por las calles.
Los valores se ajustan a las sociedades; el confucianismo, las religiones antiguas están muy presentes en las formas de los valores de las sociedades asiáticas e influidas por la antigua cultura China, de Japón o de Vietnam. En la propia China, también en Corea, hay valores que se sostienen; digo religiones, pero también filosofías; es toda una forma de vida con un sistema filosófico elaboradísimo que no tiene nada que envidiarle a los sistemas filosóficos europeos. Yo diría que, inclusive, más ricos que los europeos.
Nosotros desconocemos mucho esas culturas, tenemos que estudiarlas más, igual que las culturas de la India; tenemos que aprender de esas culturas que lograron sostenerse e impedir que los colonialismos se las tragaran, y que tengan sus propias formas de existencia y de valores muy notables. Yo tuve la suerte de poder visitar un templo budista y quedé muy impresionado aquello no es un rito, no es una misa. La gente va y se sienta ahí con un Buda, el de la India, y no pasa nada y sí pasa. Esa gente está ahí meditando sus problemas, en su actitud, en qué tienen que hacer. Esa religión, o esa cultura, les está enseñando que ellos tienen que afrontarse a sí mismos.
¿Cómo una autorreflexión?
Como una autorreflexión. Y eso psicológicamente es importantísimo para una sociedad, porque cuando cada persona aprende y busca la manera de reflexionar, y de instrospeccionarse, de verse por dentro, de someterse a crítica por dentro, la sociedad se mejora con aquello. Quitémonos de arriba toda esa mala influencia del mundo occidental de que la religión es una forma de rendirle tributo a una iglesia. No tengo nada contra las iglesias, tengo amigos sacerdotes. Lo que quiero decir es que en esas culturas no se depende tanto ni solamente de una estructura de poder. Depende de que usted tenga que aprender, por sí mismo, a ver de qué manera afronta sus problemas sin hacer el mal. Y eso es importante, porque además, tiene ciertos parecidos con algunas de las culturas originarias de América. Tenemos la imagen —que es la que nos han metido en la cabeza los colonizadores— de que sí, es cierto, se mandaban personas a matar como parte de las religiones de la meseta mexicana. Pero eso no ocurría en las culturas mayas, eso no ocurría en todas las culturas de la América del Sur, que hubiera algo de eso en algunos lugares en las culturas andinas es otra historia, pero no es exactamente igual en todas partes.
Asado Mambí. Imagen: Cubahora.
Los cubanos tenemos nuestra propia historia. Cuando uno está de pronto muy agobiado, no puede pensar tranquilamente. ¿Cómo se las arreglaban aquellas gentes que se metían tres días sin comer en el medio de un campo mambí? No se entregaban, peleaban, y salen al combate el 19 de mayo, se encaraman todos a caballo y salen corriendo, lo cual contribuye sin dudas a que después cuando Gómez le dice a Martí: “No, no, no”, porque lo quiere salvar, se quede fuera de aquel grupo que avanzaba.
Aquellos jóvenes que salían por la escalinata de la Universidad de La Habana mientras la policía les tiraba chorros de agua y les disparaba, o la gente de Santiago de Cuba que se alzaron el 30 de noviembre con cuatro pistolas, tres fusiles y pusieron a Santiago en una situación muy difícil. Son esos los episodios que la gente tiene que interiorizar y vivir, como un país que ha tenido la gloria de haber asegurado la libertad de pueblos africanos, que hoy nos lo agradecen profundamente.
Cuba es, quizás, el país que más ha hecho por muchas naciones africanas a pesar de nuestra pobreza, de que no somos una gran potencia ni nada por estilo, pero los hemos ayudado en educación, en salud. Yo vivo orgulloso, cada vez que voy a Andalucía, y veo gente que me dice: “Yo aprendí a leer y a escribir porque me enseñaron los cubanos”, y uno dice, ¿La metrópoli? La gente aprendió a leer y a escribir porque fueron los de la antigua colonia a enseñarlos.
Con el programa Yo sí puedo…
Exactamente. Entonces uno dice, caramba, estos son valores que hay que difundir más para que la gente realmente los asimile, porque si no se convierten como en pasajes alejados, que no me interesan, que no me resuelven mi problema cotidiano. No, tu problema cotidiano no lo vas a resolver de esa manera. Si tú te vas convirtiendo en una persona que piensas nada más que en ti mismo y no en los demás, no estás realmente contribuyendo a que tú mismo y tú país salgan de los problemas que tienen, de ninguna manera.
En todo su relato ha significado la fidelidad, el comportamiento ejemplar, el altruismo ¿Cómo los ve en el horizonte cercano en nuestro país?
Creo que estamos ciertamente pasando por una situación difícil; pocos países, por no decir ningún otro, tienen el grado de presión de los Estados Unidos sobre sí. Quizás Siria, el colmo de los colmos es cómo le roban el petróleo y no pasa nada, o lo que estamos viviendo ahora con los palestinos. Realmente la política del gobierno de Israel es, evidentemente, matarlos a todos. Hay dos grupos importantes en la sociedad cubana que tienen un papel grande en esto. Uno es la educación, el otro es la cultura artística y literaria. Fíjate que hago la separación, cultura artística y literaria, porque para mí cultura es mucho más, no es sólo lo artístico y lo literario. Fidel Castro tuvo siempre esa comprensión, cuando dijo en aquel famoso congreso de la UNEAC: “Lo primero que hay que salvar es la cultura”, y se refería solamente a la cultura artística y literaria.
Cuando uno se siente feliz escuchando una canción cubana; cuando en un momento de alegría o de tristeza piensa en una canción cubana; cuando recuerdas una novela cubana que has leído, por ejemplo las de Carlos Loveira, que explican una sociedad en un momento dado, en una época dada, en los finales del XIX sobre todo inicios del XX, los inicios de la República; uno va entendiendo mejor a su país y se va llenando de alguna manera de la preocupación de que esto es lo mío y de qué manera yo lo mantengo. Todo eso va ayudando muchísimo.
Como dijo José Martí: “Patria es esa cosa dulce”, y esa dulzura, en buena medida, la alimenta la cultura artística y literaria. Las personas que nos movemos en este campo podemos contribuir muchísimo, desde distintos ángulos, a la unidad de la familia. La familia cubana ha tendido siempre a la unidad; ahora está sufriendo un difícil problema, y es la emigración.
Hay personas mayores a las que de pronto se le van todos los hijos o el hijo que tiene; y hay hijos que se ocupan, pero no es lo mismo ocuparse que poder compartir de alguna manera con esos hijos. Todo eso va lacerando a las personas. La familia cubana hay que defenderla, hay que trabajar más para ella y meterle ese sentido de familia a la gente: es la primera unidad, es la primera célula de una sociedad, y hay que defenderla un poco más.
Lo otro son los sistemas educativos. Está muy bien que ahora a todo el mundo le enseñen cosas de computación, que además se hace necesario para la vida cotidiana, pero el ser humano no es técnica, las técnicas son para ayudar al ser humano. El equipo que nos está filmando sabe lo que está haciendo, pero está contribuyendo, también lo sabe, a un trabajo que quiere enviar un mensaje a la sociedad. Pueden ser los mejores camarógrafos, los mejores sonidistas, o quizás haya otros mejores, pero ellos saben lo que están haciendo y eso contribuye a que el objetivo de este programa que ustedes están pensando y elaborando juegue ese papel. Hay que hacerlo de distintas maneras y no de una sola; eso va desde el profesor en el aula hasta las conversaciones de amigos, hasta las actitudes de las personas que, de alguna manera, se van convirtiendo en una especie de líderes en las localidades, en determinado grupo, en determinado sector de la sociedad, que son respetadas, y esas personas tienen la responsabilidad de contribuir a ello con su propia conducta.
No quiero abusar de mi memoria, en ese gran libro de Cintio Vitier, Ese sol del mundo moral nos dice: “La Revolución fue la que devolvió a la humanidad la raza, la que le hizo desaparecer el hecho tremendo”. ¿Ese acto profundo, tremendo de Céspedes de liberar a sus esclavos tiene que ver también con esa ética, la de un hombre que ya se sentía un cubano?
Claro, claro. Bueno, estamos recordando a Cintio Vitier porque es la persona que sin dudas ha hecho el estudio más significativo sobre el sentido de la ética en la cultura, en el pensamiento y en la vida cubana. Ese libro, titulado Ese sol del mundo moral, tuvo su primera edición en México, que por cierto demoraron bastante en publicarlo en Cuba. Lo importante es que existe ese libro, donde su autor nos hace un recorrido por la colonia, la república y la Revolución, son los tres grandes momentos de cómo se ha ido conformando una eticidad cubana.
Sí, eso que él afirma es un elemento decisivo, importantísimo, porque además, después de las guerras de independencia estas se convirtieron en símbolos de la nación. No sé si ello ocurre exactamente así en otros lugares, por lo general la mayoría de los países, en el caso de América, recuerdan sus independencias del colonialismo español. En Francia es la Revolución francesa; España no tiene una fecha real para festejar la nación, aunque en Madrid se utiliza —no es casual—, el alzamiento en 1808 contra las tropas francesas de Napoleón. Por lo general, las naciones, los estados, buscan asociar la propia existencia del estado, por tanto de la nación, que es lo que justifica al estado, a determinados elementos que indiquen la formación o la aparición o la manera de trabajar con ese estado propio; propio en lo que cabe.
Cintio ahí nos entregó realmente una mirada que arranca desde aquel sacerdote que recorrió la Cuba y dijo que ya este era otro país, hasta la Revolución cubana. Además, nos dejó una pieza que escribió después titulada “Nuestros balseros”. Así nos tocó las fibras más íntimas, la de darnos cuenta de cuántos asuntos teníamos en el país que atender y resolver todos, porque no es solamente cosa del gobierno, es de todos, porque son nuestras actitudes las que se hacen sentir cotidianamente en la sociedad.
Cuba es un país de valores elevados desde finales del XVIII y principios y a lo largo del siglo XIX. Eso nos dio un sentido de nación muy fuerte, muy grande. La guerra del ‘95 fue terriblemente atroz. Si lo miramos desde el punto de vista de las pérdidas humanas realmente una buena parte de la población pereció. Gran parte de ello se debe a la reconcentración de Weyler, que es un tipo odiado en la historia cubana, muy odiado también en Barcelona porque metió una represión sobre un alzamiento en Barcelona y mandó a matar gente a las dos manos. Allí lo odian, no quieren saber nada de él; ese apellido pone mal a los catalanes.
Digamos que buena parte de los españoles que fueron emigrando a Cuba, de algún modo se cubanizaron con bastante rapidez, en el sentido de que se quedó un poco atrás eso que alguna gente llama las Españas. Es cierto, los catalanes tienen otra lengua, tienen otra cultura; los gallegos igual; los vascos, ni hablar; entonces España es una suma de culturas, hasta de naciones, y eso, por supuesto, les enreda la vida.
Félix Varela (1788-1853) Sacerdote, maestro, escritor, filósofo y político cubano; el primero que enseñó a los cubanos en pensar en el patriotismo. Ilustración tomada de Prensa Latina.
Para nosotros lo ético ha sido decisivo. Lo que nos enseñó Félix Varela, que formó a una juventud con un sentido ético de nación; sí, a una juventud acomodada que era la que iba a estudiar a ese colegio donde él daba las clases. O Mendive, en cuyo colegio estudió Martí, y estudiaron también mucha gente que podían tener ciertas posibilidades para pagar aquella escuela, que no era de las caras, pero había que dar un pago. Ahí estaban junto a Martí los hermanos Valdés Domínguez, que tenían un status económico superior al de la familia de Martí (hijo de españoles) que es el símbolo de Cuba, y que fue impelido en el plano político, de las ideas, de su expresión cultural. Él mismo se tuvo que quedar sorprendido cuando el padre le dijo: “Yo no dudo que te veré luchando por la independencia de tu patria”. Sin embargo, aquellos padres españoles —su padre había sido militar— no renegaron de su hijo jamás. Hay que ver, inclusive, cómo Martí cambia su valoración sobre su padre y le escribe a sus hermanas diciendo: “Tienen que entenderlo”. O cuando su padre muere, lo que le dice a Mercado de cómo lo ha aplastado aquella muerte, cómo lo siente y cómo lo extraña. O la relación con su madre canaria, que era difícil, porque en las poquitas cartas que se conservan siempre está más o menos la misma idea: “Hijo, deja la política, todo el que se mete a Cristo muere crucificado”. Claro, ella sabía que él era un talento y que, si se hubiera dedicado a la abogacía, pues la familia hubiera vivido mucho mejor de lo que vivió siempre. Él también, desde luego, expresa el amor a su madre. Él era su único hijo varón, el primogénito y, claro, para una madre de aquella época era algo importantísimo; la función del hombre en el hogar era decisiva ¿Si no estaba el padre, a quién le tocaba jugar el papel del hombre en la familia? Pues a Pepe.
Digo esto para que nos demos cuenta de que también nosotros tenemos muchos elementos de las culturas españolas, y fíjate que hablo en plural. No solo tenemos la lengua, sino muchas manifestaciones de nuestra conducta que de algún modo hemos incorporado de los migrantes españoles. Lo interesante es que buena parte de la emigración española, yo diría que la mayoría, se quedó siempre en Cuba y se cubanizaron ellos también. Toda esa historia que se hace un poco de ese período se ha convertido en algo teatral, del bufo: el negrito y el español luchando por la mulata. Eso nos está indicando que muchos de los españoles que vinieron a Cuba terminaron de algún modo cubanizándose por más que mantuvieran elementos propios, y da también una idea de la riqueza, de la diversidad dentro de la unidad que tiene nuestra cultura y, particularmente, nuestras expresiones de la cultura popular.
No estoy hablando ahora de la filosofía, ni las ciencias sociales. Estoy hablando de la cultura popular, de cómo somos, de cómo nos manifestamos en la vida cotidiana. Tenemos mucho de andaluz, también de gallego, mucho de español, pero no somos españoles; no nos sentimos españoles. Sin embargo, eso explica por qué en general, para los españoles Cuba es interesante, es importante.
Entonces, esos son elementos muy particulares, porque esa cercanía con España que sentimos en Cuba no se siente igual en otros países latinoamericanos. Claro, ellos lograron las independencias en los primeros decenios del siglo XIX; tenían inclusive más mezclas de culturas que nosotros mismos, porque en casi todos esos países existían, existen vivas hoy, las culturas originarias. En México se habla más de una veintena de lenguas originarias; no es lo mismo el zapoteca que el náhuatl; no es lo mismo el maya que el zapoteca y que el náhuatl: son lenguas totalmente distintas con costumbres distintas, aunque todos coman el maíz elaborado de muchas maneras. Son elementos culturales totalmente diferentes y yo diría que también ha sido una heroicidad de la cultura mexicana lograr mantener un país unificado sobre la base de esta gran diversidad cultural: esa es una de las verdaderas riquezas de México. Hay mexicanos que quizás no lo saben entender.
Eso pasa también en la propia Venezuela. Un país tan parecido al nuestro, con una cultura similar en el plano de lo caribeño, tiene una buena cantidad de etnias que vienen desde los tiempos precolombinos, que tienen sus propios lenguajes y sus propias formas de organización social. Por cierto, Chávez fue un gobernante muy hábil al darle sus propios derechos y mantenerles sus costumbres. Eso es lo importante; las naciones tienen que mantener sus culturas, mantener su diversidad dentro de elementos comunes, porque a la larga, y a la corta, eso fortalece a las naciones. Quizás ese es uno de los grandes problemas de la sociedad norteamericana. No soy un experto en el asunto, pero cuando uno tiene la posibilidad de estar en algunos lugares de los Estados Unidos se da cuenta de que no es lo mismo Nueva York que los estados del oeste o del centro, que están más apegados a los asuntos del siglo XIX. Nueva York es una ciudad absolutamente atípica en los Estados Unidos, en el sentido de que es una especie de ciudad del mundo. Ahí están todas las nacionalidades, todas las culturas, toda la gente. Te encuentras un tipo por la calle que te habla español de Argentina, el otro que no sé qué idioma habla. En fin, es una ciudad muy abierta por su cosmopolitismo; lo cual no quiere decir que todo el mundo allí sea abierto. Cuando uno llega a las ciudades del medio oeste, y hasta algunas del propio este, encuentra una cerrazón ante el extranjero, ante otras culturas, con elementos de un pensamiento conservador, de derecha. Eso explica los últimos acontecimientos que han sucedido en la política norteamericana.
Nosotros tenemos una ventaja, que explica también por qué el cubano tiene posibilidad de adaptabilidad y de asimilación muy grande de elementos culturales novedosos, lo que, desde luego, no se comporta de igual manera en todos los casos. Leí una vez un trabajo donde se llamaba la atención sobre la poca influencia de la cultura rusa en Cuba, y donde se hablaba de la cultura en el sentido de formas de vida. Es cierto, pues las personas que incluso vivieron en la Unión Soviética, y que tienen los mejores recuerdos de ese país, de respeto y afecto por ese país y por las amistades que hicieron allí, la mayoría no incorporó los elementos cotidianos de aquella cultura.
Somos poseedores de una cultura popular fuerte que se da mucho en el plano artístico; la música cubana es importantísima para fijar los valores; la literatura cubana es fortísima, una de las más fuertes para fijar un sentido de nación. Se evidencia cuando uno lee esos poetas, esos ensayistas o esos estudiosos de la vida cubana, desde Fernando Ortiz, para hablar nada más del siglo XX, hasta Cintio Vitier o Alejo Carpentier. Y no quiero hablar de la gente de mi generación. Uno se da cuenta de que el cubano tiene una mirada grande hacia el mundo, y de que trata por lo general de ver cómo la adecua a lo nuestro, y eso juega con los valores. Cintio lo establece en su libro Ese sol del mundo moral al explicar cómo somos, de alguna manera, abiertos al mundo tratando de preservar lo nuestro, pero incorporando también elementos novedosos ¿Cuál es un elemento novedoso para mí importante? Por ejemplo, la nueva Constitución, que establece abordajes insospechados y que se aprobó por mayoría y donde realmente hay capítulos que no se hubieran aprobado jamás en 1959.
Frente a la agresión extranjera: ¡Patria o muerte!
Fidel nos legó aquella sentencia, o principio, de “Patria o Muerte”, que también se sustenta en la ética. Hoy estamos viendo a los reaccionarios de Miami que la atacan con eso de “Patria y Vida”, como parte de una estrategia para desmontar nuestros símbolos. ¿Esos ataques se sustentan en algún principio? Ellos ponen “su bandera”, otra, para aplastar el “Patria o Muerte de Fidel”.
Claro, y no por gusto después Fidel le incluyó otra, “Venceremos”. Esa cosa de que no nos podemos aplastar nosotros mismos, tenemos que estar siempre a la ofensiva. Fidel lo demostró a lo largo de su vida, porque fue un hombre capaz de aprovechar la más mínima posibilidad que se le abría para explotarla, en función de sostenernos frente a los Estados Unidos.
Sí, yo creo que esos son elementos importantes que ha aportado la Revolución, e inclusive, la posibilidad de abrirnos a debates que están muy presente en la sociedad cubana ya, desde hace unos cuantos años, en torno, digamos, al papel de la mujer. Eso es una revolución dentro de la Revolución lo que ha habido en Cuba. Pienso en la Cuba de cuando yo era niño, y este no era un país machista como ocurre en otros lugares, en la propia España, por ejemplo. El machismo en España es fuerte aún y se manifiesta de un modo evidente, no se oculta, no se traspapela. La cubana de hoy tiene privilegios que no tuvo la cubana hasta los años cincuenta, por más que ya una buena masa de trabajadores en Cuba eran mujeres. Había mujeres que se destacaban en muchos campos, pero lo que ocurrió después fue una revolución. La mujer ha sido cada vez más reconocida, inclusive, desde el punto de vista legal, por el estado cubano. Eso le da posibilidades a la mitad de la población cubana, si fuéramos cincuenta y cincuenta, de influir de un modo notable en nuestra sociedad y eso le aporta valores, le aporta muchos valores.
Las mujeres tienen un espíritu especial para transmitir valores, primero porque son madres. En cualquier sociedad la madre tiene un respeto, inclusive en las sociedades más antiguas la madre era importante. Aunque el hombre dominara, la madre siempre ha tenido un papel importante, y eso le da una sensibilidad especial a las mujeres. Las mujeres son diez veces más sensibles que nosotros, más inteligentes; te lo digo porque trabajo con once mujeres que me cuidan, me ayudan, trabajan conmigo encantadas de la vida. He aprendido mucho con ellas, todos los días aprendo algo de esas mujeres, tienen un espíritu fino para darse cuenta de cosas que a veces no nos damos cuenta los hombres. El ser madre es mucho más importante, porque esa criatura nació de ti, de tu cuerpo, tú la hiciste, nosotros, los hombres, no tenemos ese privilegio, lo tienen ellas. Eso también es una ética que existe en Cuba desde siempre. A la madre hay que respetarla, y eso es propio de casi todas las culturas, pero en Cuba tiene un peso grande; es algo que no podemos pasar por alto: las madres se respetan, y el que no la respete es mal visto, ya sea hombre, ya sea mujer.
Muchas gracias, Pedro Pablo, por sus luces, por su tiempo para este espacio de televisión Sin nada mediante.
¿Me das un momentico más?
Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana. Cintio Vitier. Ediciones Bachiller, 2022.
Por supuesto.
Yo les recomiendo a los amigos televidentes que cuando puedan lean Ese sol del mundo moral, de Cintio Vitier. Ya hay varias ediciones cubanas, ojalá haya una próxima edición pronto, cada vez que se ha editado ha volado. La primera fue por el Fondo de Cultura de México, después hubo una edición en Cuba que hizo el Instituto del Libro, más otra de la UNEAC, que está en la biblioteca del Centro de Estudios Martianos; realmente ayuda mucho a entendernos. No me gusta hablar del primer descubridor, del segundo descubridor y del tercer descubridor. Los descubrimientos de los pueblos, de sus conductas, de su sensibilidad los hacen los mismos pueblos, por más que haya personas que aporten muchos elementos. Entonces uno tendría que decir que, el cuarto descubridor fue Cintio Vitier, porque nos puso muy claro, en este libro, cómo se fue conformando un sistema de valores en este país, y cómo eso es lo que nos ha sostenido. Es un libro importante, no solo porque se mueve en el campo de la cultura artística y literaria, donde él hizo su vida siempre, sino, y sobre todo, en la sociedad en su conjunto. Los sistemas de valores son construcciones sociales, no individuales, independientemente de que haya personas como José Martí que enseguida nos viene a la mente por la cantidad de textos que escribió y que hizo en su cortísima vida. “Con Martí nosotros lo resolvemos todo”. No, no. Cintio nos va demostrando cómo Martí es la culminación de un proceso que tiene otros momentos de culminación después en el siglo XX, y el más actualizado, sin dudas, es la Revolución cubana, que nos ha convertido en gente importante en el mundo.