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“El amor no discrimina: derechos, desafíos y conquistas de las personas LGBTIQ+ en Cuba”

Por: Valia Marquínez Sam

En diálogo exclusivo en el Programa Entrevista de Cubavisión Internacional, la doctora Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), analiza los avances legislativos de Cuba en materia de derechos para las personas LGBTIQ+, el impacto del Código de las Familias, las barreras culturales que aún persisten y los retos legislativos y sociales que quedan por delante. Un diálogo franco sobre inclusión, respeto y cambio cultural desde la Revolución.

— Doctora, tras la aprobación del Código de las Familias, ¿cuál ha sido el cambio más significativo que ha observado en la vida de las personas LGBTIQ+ en Cuba?

— El cambio más inmediato y visible fue el acceso al matrimonio. Inmediatamente después de aprobado el Código, muchas personas LGBTIQ+ acudieron a formalizar sus uniones. Algunas notarías facilitaron el proceso de inmediato, otras esperaban indicaciones oficiales. En pocos meses, un número importante de parejas, sobre todo entre hombres, contrajeron matrimonio. Eso demostró que había una necesidad real y postergada. Algunas personas incluso formalizaron legalmente su relación y luego hicieron la celebración cuando sus condiciones económicas lo permitieron.

— ¿Qué retos enfrentaron en ese proceso inicial de implementación?

— Recibimos reclamos de personas que fueron rechazadas en algunas notarías. Nos comunicamos con el Ministerio de Justicia, que actuó rápidamente y envió instrucciones claras. El cambio legislativo fue respaldado por una preparación metodológica muy rigurosa: estudios de derecho comparado, experiencias de países como Argentina, España y México, análisis multidisciplinarios. No fue improvisado. Pero incluso con toda esa preparación, implementar una ley con estas dimensiones implica desafíos.

— ¿Dónde identifica hoy los principales obstáculos?

— Las mayores barreras son culturales. La heteronormatividad impuesta por el colonialismo y el patriarcado capitalista dejó huellas profundas. Sacar eso del imaginario social lleva tiempo. Por eso insistimos en estrategias educativas y comunicacionales permanentes. No basta con aprobar una ley: hay que cambiar valores, actitudes y relaciones. Y eso se logra desde la educación integral de la sexualidad, desde los medios, desde las campañas y el diálogo social.

— ¿Cómo se garantiza que las nuevas leyes no contradigan la Constitución y que sean realmente inclusivas?

— El sistema jurídico cubano cuida mucho ese aspecto. Cada norma es revisada en múltiples versiones. Por ejemplo, la Ley de Comunicación Social se aprobó tras 36 versiones. Lo mismo ocurre con el Código de las Familias o la Ley del Deporte. Se consulta a expertos, a la ciudadanía, a organizaciones, y hasta el último momento pueden recibirse propuestas. En el caso del movimiento trans masculino, por ejemplo, se aceptaron criterios enviados apenas días antes del debate en la Asamblea.

— ¿Qué avances concretos contemplan las nuevas leyes como la del Registro Civil, el Código de la Niñez y la Ley del Deporte?

— El nuevo Registro Civil da respuesta a una demanda histórica de las personas trans: poder cambiar su nombre sin necesidad de modificar sus genitales. La identidad de género no debe estar subordinada al cuerpo. Esto también beneficia a las personas intersexuales. El Código de la Niñez reconoce el derecho de niñas, niños y adolescentes a expresar su identidad de género según su autonomía progresiva. Y la Ley del Deporte protege a todas las personas sin discriminación, aunque debe armonizarse con normativas internacionales específicas.

— ¿Cuáles son, a su juicio, las leyes aún pendientes que urgen para proteger los derechos de estas personas?

— El Código del Trabajo aún presenta sesgos de discriminación por identidad de género. La Ley de Educación necesita incorporar el enfoque de género con base científica y rigurosa. También trabajamos con la Universidad Pedagógica para preparar mejor al personal docente. Prevenir el bullying homofóbico o transfóbico en las escuelas es una prioridad. Toda norma debe ajustarse al mandato constitucional de no discriminación.

— ¿Qué papel juegan las nuevas generaciones en este proceso de transformación?

— Hay jóvenes muy receptivos al cambio, pero también personas mayores que han mostrado una comprensión admirable. No hay que idealizar. La juventud no es automáticamente vanguardia. Sin embargo, cuando hay espacios educativos y de diálogo, su respuesta suele ser muy positiva. Eso sí, preocupa la migración: se van muchos jóvenes valiosos. Algunos, afortunadamente, mantienen vínculos, colaboran desde fuera, forman redes. Pero para el país representa un desafío demográfico y social.

— ¿Cómo evalúa el papel de las redes sociales en estos procesos?

— Son un campo de disputa simbólica. Hay elementos positivos, negativos, éticos y no éticos. Pero también han sido fundamentales para visibilizar derechos, para compartir experiencias, para generar debate. Nosotros promovemos jornadas de diálogo científico y activismo social que se retroalimentan de lo que ocurre en las redes. Cada año realizamos cuatro: sobre paternidad y maternidad responsable, contra la homofobia y transfobia, para infancias y adolescencias, y sobre derechos humanos y violencia de género.

— Hablando de violencia, ¿cómo se trabaja desde el CENESEX en las campañas contra la violencia de género?

— Lideramos junto a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y la Fiscalía General de la República de Cuba una campaña que apunta a que las instituciones cumplan con su mandato. El lema es claro: “Mirar para otro lado también es violencia”. Hemos identificado municipios con mayor incidencia, estamos formando personal, creando protocolos de actuación, capacitando a los encargados. Porque las leyes por sí solas no garantizan derechos: deben aplicarse con eficacia.

— ¿Qué papel han jugado las iglesias en este proceso? ¿Cómo se manejó el diálogo con grupos que se oponían al Código?

— Hubo oposición, claro. El 33% votó en contra del Código de las Familias, sobre todo por el matrimonio igualitario. Algunas iglesias realizaron campañas financiadas desde el exterior. Otras, sin embargo, apoyaron activamente el Código. Siempre dijimos: no estamos cambiando la Biblia, estamos cambiando la Constitución. Llamamos al activismo LGBTIQ+ a no responder a las provocaciones. Hay que dialogar, escuchar, sin retroceder en los derechos conquistados. La convivencia y el respeto son esenciales.

— Por último, si tuviera que decirle algo a un joven o adolescente que duda en asumir su identidad de género u orientación sexual, ¿qué le diría?

— Que no está solo. Que busque acompañamiento. Hay instituciones, profesionales, espacios donde puede encontrar herramientas para comprender lo que siente, procesarlo, vivirlo con dignidad. Cada persona tiene su ritmo. No se trata de imponer identidades, sino de ayudar a entenderlas. Como decimos siempre: lean la Constitución. Conozcan sus derechos. Porque solo desde el conocimiento y el respeto podemos construir una sociedad verdaderamente inclusiva.

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