
Por Stephany Lorente Sánchez
Cada cinco minutos alguien muere por un disparo en el mundo; de acuerdo con el proyecto de investigación independiente del Instituto Superior de Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginerbra (Suiza) Small Arms Survery, más de 250 mil personas pierden la vida la vida anualmente a causa de la violencia armada.
Tanto los problemas en el control y regulación de estos dispositivos como la proliferación de conflictos de escala internacional hacen que millones de personas vivan hoy en día bajo el ruido constante de las armas de fuego.
Esto, propiciado también por el hecho de que actualmente hay en circulación más de mil millones de armas¸ de las cuales, el 85% están en manos de particulares, el 13% están en arsenales militares y el 2% pertenecen a cuerpos encargados de hacer cumplir la ley.
Países como Estados Unidos –que es además la nación la mayor industria armamentística del planeta y que ingresó en 2024 más de 30 millones de dólares debido a ella– se encuentran en el centro de esta crisis con un saldo aproximado de 120 armas por cada 100 habitantes.
En este contexto donde hasta las escuelas se convierten en campos de batalla se hace cada vez más necesario el control y eliminación de estas herramientas que atentan contra un derecho humano fundamental: el derecho a la vida.
Pero, ¿qué tan protegidos pueden estar estos derechos si quienes nos gobiernan no alzan la voz por el fin de la epidemia que representan las armas de fuego y las muertes que dejan a su paso?
Y aquí un tema fundamental entra en debate: la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue fundada en 1945 con los objetivos de –entre otros– mantener la paz y seguridad internacionales y de proteger los derechos humanos; un año después surge su Consejo de Seguridad –integrado por 15 miembros, 5 de ellos en calidad de permanentes– con el objetivo de, igualmente, mantener la paz y seguridad internacionales.
El conflicto aparece cuando conocemos que 3 de los miembros permanentes de este Consejo –Estados Unidos, Rusia y Francia– se encuentran entre los 3 principales productores de armas a nivel mundial.
Ante este panorama, ¿qué o quién vela por nuestra seguridad?
Mientras las potencias priorizan el lucro de la industria bélica, América Latina se desangra: la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que la violencia armada ya es causa principal de muerte en jóvenes latinoamericanos. “No es solo un crimen: son guerras locales alimentadas por un negocio que mueve más de 50 millones de dólares anualmente (cifra de 2024)”.
En muchos países, la venta de armas se presenta como una solución a problemáticas sociales que exigen políticas públicas, educación y empleo; y esto nos hace preguntarnos, ¿serán entonces las armas la vía para sentirnos más seguros?
Creo más sensato apostar por que la globalización de la violencia se contrarresta con respuestas sectoriales inteligentes, capacitación continua a las fuerzas de poder y la creación de una conciencia social de alerta ante quienes siembran el caos con una pistola en mano.
En este contexto donde millones de dólares fluyen hacia mercados de muerte emergen ejemplos como Cuba donde el Decreto-Ley 262/08 sobre Armas y Municiones limita su tenencia a instituciones del Estado y su empleo solo en casos específicos –deporte, caza controlada y seguridad institucional.
El resultado: de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas se registró en Cuba un promedio de 0.8 homicidios por arma de fuego por cada 100 mil habitantes en 2023, frente al 18.9 contabilizado por la OPS en el mismo año en el continente.
Y aunque claramente la Isla no es una burbuja inmune al panorama global y se han reportado casos de tenencia ilegal de armas, las legislaciones vigentes siguen abogando por el derecho ciudadano a la tranquilidad.
Aun así, ninguna nación resiste eternamente la oleada de acero que atraviesa el mundo; es tiempo de mirar más allá del cañón de una pistola y preguntarnos qué futuro queremos construir; teniendo siempre en cuenta que la lucha contra las armas no es local; es un combate de la humanidad por la humanidad.
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