
Por: César Gómez Chacón.
Una noticia impacta en la cotidianeidad nacional de estos días. Cuba inaugura este 4 de julio el Observatorio Nacional de Drogas, el primero de su tipo en la región y que articulará tres funciones esenciales: información, investigación y alerta temprana.
El OND (por sus siglas en español) facilitará a instituciones y ciudadanos del archipiélago el acceso a datos confiables para formular políticas, mejorar servicios, responder ante amenazas emergentes y cumplir los compromisos internacionales en materia de control y fiscalización.
El laboratorio tiene también la función de monitorear el fenómeno de las drogas desde sus distintas dimensiones: la epidemiológica, la social, la cultural y obviamente la legal. Así como coordinar a nivel nacional todo lo referido al combate contra el flagelo. Será una herramienta científica y estratégica al servicio de una política que no admite tibiezas.
No es moda: es prioridad política y de seguridad nacional
En Cuba, cuando se habla de drogas, no hay ambigüedad, no hay dobles discursos, ni espacio para la tolerancia. Aquí es prioridad la lucha contra el narcotráfico y el consumo interno que –aunque limitado en comparación a otros países de la región– ha crecido en los últimos años.
Combatirlos no es una moda del momento ni una reacción por presión externa. Es una política de Estado, firme, sostenida y profundamente ética. Una política que defiende la salud de su pueblo, los valores de su sociedad, y la seguridad nacional.
Recientemente, la prensa cubana reportó un juicio oral y público en la provincia de Ciego de Ávila. Un ciudadano fue condenado a 20 años de privación de libertad por cultivar marihuana, y otro recibió 3 años por no haber denunciado el delito.
Pero lo más relevante no fueron precisamente las sentencias: fue la presencia de estudiantes en la audiencia, quienes aprendieron en la práctica sobre el rigor de la ley como garantía del presente y el futuro del país. Fue un proceso ejemplarizante, con todas las garantías de la ley, y ampliamente divulgado por los medios.
La justicia actúa, pero también acompaña. El sistema judicial cubano sigue de cerca a quienes cumplen sanciones en libertad condicional por delitos vinculados a la droga, pero la primera apuesta es por la reintegración social.
Cuba no combate solo con sanciones. También previene. Jóvenes han compartido sus experiencias personales en debates comunitarios sobre el consumo de drogas. Ellos dejan allí duras marcas emocionales que van más allá de cualquier cartel o consigna.
En todo el país, durante el último año, se realizaron más de 32 000 capacitaciones, más de 438 000 charlas educativas, videodebates, actividades escolares y jornadas familiares. Porque para Cuba, la prevención empieza en casa, sigue en la escuela y se refuerza en la comunidad.
En el camino entre los productores y los mayores consumidores
Cuba no es ajena a las amenazas globales. Su posición geográfica, entre la América Latina productora y los Estados Unidos, el gran receptor y consumidor de estupefacientes, convierte a la isla caribeña en blanco habitual del narcotráfico internacional.
Los frecuentes recalos de droga en sus costas ponen en alerta a todo un sistema perfectamente engrasado. El país responde con organización y con la fuerza de su propio pueblo.
Ahí están las Tropas Guardafronteras, garantía de la seguridad de las costas, y también los más de 7 000 integrantes de los Destacamentos “Mirando al Mar”, ciudadanos voluntarios que día a día custodian los litorales. Un 25 por ciento de estos últimos son jóvenes comprometidos con su tiempo.
Gracias a ese esfuerzo conjunto, en el 2024 se incautaron más de 1 000 kilogramos de drogas, gran parte de ellas en el mar. Otras cifras demuestran los éxitos en la última década para cortar el paso de la droga hacia Estados Unidos. Es de los pocos asuntos donde se mantiene la colaboración entre las autoridades de ambos países.
En resumen: esta no es tierra de paso para el narcotráfico, ni terreno fértil para su producción o consumo interno. Aquí, la ley se aplica, la comunidad se moviliza, la ciencia acompaña y la educación transforma.
A nadie quepa dudas: la política de Cuba respecto al flagelo de la droga se resume en dos palabras claras, contundentes e innegociables: tolerancia cero.
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